Ironías de la ayuda: una respuesta a Jeffrey Sachs de Dambisa Moyo

15/06/2009 | Opinión

Después de la publicación de mi libro “Ayuda muerta”, un escritor amigo mío me previno sobre los peligros de contradecir a los oponentes que encontraban necesario avivar sus críticas con ataques personales. Esto, comentaba él, es una manera comprobada de dejar a un lado lo importante y crear cortinas de humo en vez de enfrentarse con argumentos válidos.

El último post de Jeffrey Sachs es un ejemplo claro de esta táctica para confundir los hechos y evitar dirigirse a las cuestiones fundamentales referidas a la manifiesta imposibilidad que la ayuda tiene para generar crecimiento y aliviar la pobreza en África.

Y aunque estoy respondiendo para refutar sus argumentos, como economista colega que soy, intentaré basarme en la lógica y la evidencia, para demostrarle al Sr. Sachs la cortesía que él no tuvo conmigo.

El desarrollo no es tan difícil. Con más de 300 años de evidencias de lo que funciona (y de lo que no). Sabemos, por ejemplo, que los países que financian desarrollo y crean trabajos a través del comercio y animando la inversión extranjera (y doméstica) prosperan.

También sabemos que no hay ningún país que haya reducido significativamente la pobreza y haya alcanzado niveles sostenibles de crecimiento confiando en la ayuda. La historia nos ha enseñando que animando la corrupción, creando dependencia, avivando la inflación, creando deuda y privando del derecho de representación a los africanos (por nombrar algunos de los casos) una estrategia basada en la ayuda hace más daño que beneficio.

Es verdad que hay intervenciones como el Plan Marshall en Europa o la Revolución Verde en la India que jugaron un rol vital en la reconstrucción económica. De todos modos, la diferencia clave, muchas veces olvidada, entre estas intervenciones y las que se están dando en África, es que las anteriores fueron cortas, sostenidas y finitas, mientras que estas últimas son acuerdos abiertos, sin visos de terminar. El problema con un sistema abierto es que los gobiernos africanos no tienen incentivos para buscar otro modo mejor de financiar su desarrollo.

El señor Sachs sabe esto. Lo sé porque él me enseño, mientras estaba estudiando en Harvard. Durante ese tiempo Sachs proponía que el desarrollo a largo plazo sólo podría ser alcanzado a través de la participación del sector privado y las soluciones del libre mercado.

Quizás, lo que no deduje en ese momento es que el enfoque de desarrollo del Sr. Sachs estaba hecho para países como Rusia, Polonia o Bolivia, mientras que el enfoque de la dependencia de la ayuda estaba reservado para África.

El señor Sachs elige ignorar que confiar en la ayuda cuando los EEUU se enfrentan a un 10% de desempleo y Alemania (otro gran donante) con un 6%, es una estrategia estúpida. Las intervenciones que el Sr. Sachs alaba como evidencia de desarrollo son parches que no hacen nada para sacar a África adelante, dejando al continente vivo pero medio ahogado, todavía incapaz de subir por si mismo.

Sí, una beca podrá mandar a una niña a la escuela, pero no deberíamos engañarnos creyendo que esa generosidad va a hacer crecer a su país como para salir de la pobreza. No hay que sorprenderse, entonces, con que África esté, en general, peor que hace 40 años. Por poner un ejemplo, en 1979, menos del 10% de la población vivía en la pobreza. Hoy más del 70% de los subsaharianos vive con menos de 2 dólares al día.

Hay un punto más importante: ¿qué clase de sociedad africana estamos construyendo cuando todos los bienes públicos, educación, salud, infraestructura e incluso seguridad está pagada por los ciudadanos occidentales? Con los sistemas de ayuda, muchos países continúan con regimenes despóticos y corruptos, que gastan su tiempo cortejando y observando las demandas de una armada de organizaciones de ayuda.

Como en todo el mundo, los africanos tenemos los líderes que hemos pagado. Gracias a la ayuda, un gran número de líderes africanos se preocupan poco sobre lo que sus ciudadanos quieren o necesitan. Después de todo, esto es un reverso del motín del té en Boston*, “no representación sin pago de impuestos”.

En conclusión y para responder a Sachs puntos concretos:

1 – Con respecto a Ruanda: Es totalmente cierto que Rwanda depende de la ayuda extranjera en cantidades sustanciales. El caso es que el presidente Paul Kagame está luchando sin descanso para desenganchar a su país de la dependencia de la ayuda (que es precisamente ese enfoque de ayuda sin fin del que hablaba antes). Enfocarse en que Rwanda depende de la ayuda es dejar de lado el punto más importante: He aquí un país donde el 70% de su presupuesto es ayuda al desarrollo y que dice: no más ayuda. ¿Qué es, Sr Sachs, lo que el presidente Kagame ve que usted no ve? Enfrentémonos. Kagame podría hacernos sentir mal a todos y pedir mas ayuda después de que la comunidad internacional le diese la espalda al país tras el genocidio de 1994, pero no lo hace.

2 – El señor Sachs protesta porque yo, y el compasivo Bill Easterly, metemos todas las clases de ayuda en el mimo saco. Le recomendaría a Sachs que lea la página 7 de mi libro, donde delineo los diferentes tipos de ayuda.

3 – En relación con los innumerables ejemplos en los que los países se han beneficiado de la ayuda, me gustaría dirigirle al señor Sachs a la página 37 de mi libro donde genero una discusión sobre esos países. La diferencia con estas historias exitosas es que esos países no dependían de la ayuda en la medida y duración en la que lo hacen los países africanos. Más aún, esos países adoptaron rápidamente un modelo de desarrollo basado en el mercado y la creación de empleo.

4 – Finalmente, con respecto a la anotación de Sachs de que yo no veo nada malo en rechazar 10 millones de dólares en ayuda para mosquiteras anti-malaria (poniéndome como alguien cruel) quiero decirle lo siguiente: Si trabajar hacia soluciones sostenibles donde los africanos puedan hacer sus propias mosquiteras (creando trabajos y proyección económica para el continente) en vez de animar a vender mosquiteras por todo el continente (lo que pone a los africanos fuera del negocio), entonces sí, soy culpable, como se ha dicho. No olviden que el 60% de los africanos menores de 24 años necesitan trabajo, no compasión.

Como una petición final, solicito al señor Sachs que preste atención a su antiguo jefe, Kofi Annan, cuando dijo “la determinación de los africanos y un genuino partenariado entre África y el resto del mundo es la base para el crecimiento y el desarrollo”.

Dambisa Moyo

Publicado en Ethiopian Review [Fuente: The Huffington Post ], el 30 de mayo de 2009.

Dambisa Moyo es autora de “Ayuda Muerta: Por qué la ayuda no está funcionando y cómo hay un mejor camino para África”.

* En 1773 tuvo lugar en Boston el denominado Motín del té (en inglés: Boston Tea Party), en el que se lanzó al mar todo un cargamento de té. Fue un acto de protesta de los colonos americanos contra Gran Bretaña y es considerado un precedente de la Guerra de Independencia de los Estados Unidos.

Traducido por Arantxa Freire, para Fundación Sur.

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