Hace unos días observé a los diputados golpear sus escaños en el parlamento amenazando con volver a presentar el proyecto de ley AntiHomosexualidad. Uno tras otro, subieron al podio escupiendo fuego contra un grupo de personas que se han convertido en los dardos políticos más fáciles que los políticos lanzan cada vez que quieren participar en juegos políticos baratos. La experiencia me ha enseñado que cada vez que los políticos muestran la horrible cara del odio discriminatorio y de la moralidad sexual, debo mirar de cerca el panorama político y analizar lo que está en juego.
Esta vez no es difícil detectar el motivo por el cual se presiona el botón de pánico y se vuelve a levantar el polvo homofóbico. Los 317 parlamentarios que votaron por levantar el límite de edad presidencial de la Constitución y extendieron su mandato de cinco a siete años están entrando en pánico. Tras votar en contra de la voluntad de sus electores, saben que sus posibilidades de ser reelegidos son casi nulas. El período de gracia de dos años que se “compraron” durante la enmienda constitucional es su única gracia salvadora (juego de palabras intencionado). El Tribunal Constitucional de Mbale ahora amenaza con revertir todo esto.
El aumento de edad que los diputados le dieron al presidente Museveni fue un quid pro quo para su nuevo contrato de dos años en la vida parlamentaria. Ahora necesitan su garantía de que los dos años adicionales permanecen intactos. Los diputados comprenden la migraña política causada por la reacción internacional negativa durante la aprobación de la ley contra la homosexualidad. Bajo estas circunstancias, los homosexuales de Uganda se convierten en la “prenda” definitiva en el juego de la política entre los parlamentarios y el presidente.
Sylvia Tamale
* Profesora Asociada y Decana de Derecho en la Universidad de Makerere en Uganda
Fuente: Kuchu Time
[Fundación Sur]
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