Hablemos de sexo, y por qué el poder importa

31/07/2019 | Opinión

31021707492_92f4923b30_b.jpg Todos los años, en el Día Mundial de la Población (11 de julio), el Fondo de Población de las Nacionales Unidas (UNFPA) recibe consultas de periodistas sobre el número total de personas en todo el mundo. De hecho, las cifras son importantes porque ayudan a los gobiernos a desarrollar políticas que responden a la evolución de las necesidades de servicios como la educación y la salud.

Aunque la población mundial es actualmente de unos 7.700 millones de personas, lo que quizás sea más importante que las cifras es la gran historia que cuentan, véase una historia sobre el sexo: quién lo tiene, cuándo lo tiene y bajo qué circunstancias. También es una historia sobre la agencia (esto es, la capacidad de los individuos para actuar de manera independiente y tomar sus propias decisiones) o autonomía.

Oscar Wilde dijo una vez: “todo” en el mundo tiene que ver con el sexo, excepto el sexo. El sexo es cuestión de poder”. El que una mujer o una adolescente tenga el poder de decidir sobre las relaciones sexuales tendrá un profundo impacto en su vida.

Las estadísticas del UNFPA de 51 países muestran que sólo tres de cada cinco mujeres casadas toman sus propias decisiones sobre la intimidad con su pareja, el uso de anticonceptivos y la atención de la salud. En algunos de los países menos adelantados, sólo 1 de cada 14 mujeres tiene ese poder. La falta de autonomía o de poder en estas áreas puede traducirse en sexo forzado, embarazos no deseados, embarazos en la adolescencia y familias que son más grandes de lo que una mujer desea. Y con estas consecuencias se puede producir un daño a largo plazo a la salud de la mujer y la negación de sus derechos.

Esto es lo que significó la falta de autonomía para una joven en Burundi: Charlotte tenía 17 años cuando se vio obligada a casarse y dejar la escuela, lo que cerró las oportunidades de educación superior, empleo e independencia económica. Su esposo la abandonó después de que ella quedara embarazada, y Charlotte tuvo que manejar por sí misma las graves complicaciones que tuvo durante el parto. Al final, perdió a su bebé y cayó en un coma durante cuatro días. Desafortunadamente, desarrolló una fístula obstétrica, una condición normalmente prevenible, que causó incontinencia urinaria y fecal. El padre de Charlotte la obligó a vivir en un agujero de ladrillo en su patio trasero durante nueve años porque no podía soportar el hedor.

Gracias al UNFPA, Charlotte finalmente se sometió a la cirugía que necesitaba, pero nunca recuperará los nueve años que perdió. La falta de autonomía en los primeros años de vida desencadenó una cadena calamitosa de acontecimientos que la privaron de su dignidad y salud y descarrilaron su futuro.

La falta de autonomía en materia de relaciones sexuales suele estar relacionada con el matrimonio infantil. Cada día, 33.000 niñas se casan en contra de su voluntad y en violación de sus derechos. Alrededor del 95% de los partos de adolescentes se producen en países en desarrollo, y 9 de cada 10 de estos nacimientos se producen dentro de un matrimonio o unión. Millones de niñas en todo el mundo pagan un alto precio cada día debido a la falta de acceso a una educación sexual integral y a los tabúes que rodean el hablar abiertamente sobre la salud sexual y reproductiva.

Hay 214 millones de mujeres en los países en desarrollo que desean evitar un embarazo pero no utilizan anticonceptivos. Sin información y servicios de planificación familiar, estas mujeres carecen de poder para tomar sus propias decisiones sobre si quedar embarazadas, cuándo y con qué frecuencia. Y esto equivale a una violación de sus derechos afirmados a través de acuerdos y resoluciones internacionales que datan de 1968.

Tenemos amplia evidencia de cómo la falta de autonomía afecta negativamente la salud y el bienestar de la mujer. Pero también hay abundante evidencia de un impacto económico. Las sociedades en las que las mujeres tienen el poder de tomar decisiones sobre el momento y el espaciamiento de los embarazos y en otros aspectos de sus vidas también tienden a ser más prósperas, equitativas y resistentes.

Hace 25 años, en la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo (CIPD) celebrada en El Cairo, 179 gobiernos reconocieron la importancia de la autonomía en las relaciones sexuales y prometieron empoderar a las mujeres y las niñas en todos los aspectos de la vida para que puedan trazar su propio futuro. Un aspecto central del Programa de Acción de la CIPD fue el compromiso de lograr la salud sexual y reproductiva universal y proteger el derecho de cada mujer a tomar sus propias decisiones sobre el momento y el espaciamiento de los embarazos.

Desde entonces, el mundo ha logrado avances impresionantes en el fortalecimiento de los organismos, en particular mediante la ampliación del acceso a los anticonceptivos. Sin embargo, hay cientos de millones de mujeres y niñas adolescentes que se han quedado atrás, especialmente en comunidades pobres, rurales o marginadas.

No podemos aceptar la derrota. Debemos tomar medidas para cumplir los compromisos contraídos en la CIPD y lograr el mundo que imaginamos: un mundo en el que todos los embarazos sean deseados, en el que las personas elijan libremente con quién casarse cuando sean adultos, en el que nadie sea objeto de violencia por motivos de género, y en el que todas las niñas estén protegidas contra la violencia y los daños causados por prácticas como la mutilación genital femenina, un mundo en el que la autonomía, especialmente en lo que respecta a las relaciones sexuales, es una realidad para todos.
Este mundo puede ser una realidad, pero requiere más que esperanza. Exige convicción, valor, colaboración y dedicación de todos nosotros. Por eso, en noviembre de este año, el UNFPA y los gobiernos de Kenia y Dinamarca convocan conjuntamente la Cumbre de Nairobi sobre la CIPD25 para finalizar la labor que iniciamos en 1994.

En este Día Mundial de la Población, hago un llamamiento a todos los gobiernos para que se unan a nosotros en Nairobi, para que miren más allá de las cifras, y para que insuflen nueva vida al movimiento mundial a fin de lograr el mundo que imaginamos.

Natalia Kanem, directora ejecutiva del UNFPA

Fuente: IPS News

[Traducción y edición, A. Martínez Pradas]

[Fundación Sur]

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