Guinea Bissau: Un carnaval con sangre

3/03/2009 | Editorial

La semana pasada, en este mismo espacio editorial, escribía sobre Guinea Bissau y su preparación para las fiestas del carnaval. El lema escogido era: “Juntos para la construcción de Guinea Bissau”. Había motivos, señalaba, para celebrar: la esperanza de hacer realidad el objetivo de la fiesta, a saber: la construcción del país por todos los pueblos que lo componen.

Esta semana, Guinea-Bissau ocupa los medios de comunicación por los acontecimientos sangrientos que en ella han tenido lugar, todo lo contrario de lo que esperábamos. Es verdad que este país africano ha tenido una historia reciente marcada por la inestabilidad y las rivalidades personales entre sus figuras públicas más importantes. Anteriormente, ya había habido signos claros de tensiones y antagonismos entre el presidente João Bernardo «Nino» Vieira y el jefe de las fuerzas armadas, Batiste Tagme Na Waie, los principales implicados en la tragedia actual. En noviembre del 2008, Vieira acusó a Waie de ser el instigador de un conato de golpe de estado, y, hace dos meses, éste último atribuyó al presidente el intento de asesinarlo. Las relaciones entre estos dos hombres políticos estaban profundamente deterioradas; no obstante, aún había esperanza para construir una Guinea Bissau democrática. Y…, a pesar de los graves incidentes actuales, todavía creemos que la esperanza no se haya perdido.

Las relaciones entre Vieira y Waie eran malas desde los años 80, cuando Vieira lo envió a una isla desierta, desterrado. Desde entonces, los dos hombres de Estado se han comportado como el perro y el gato, cambiándose los roles de perseguidor y perseguido según la situación. Pero el domingo pasado, 1 de marzo, una bomba explosionó debajo de la escalera que conduce a la oficina de Waie, causándole la muerte. Se cree, que los hombres de Waie hacen responsable de dicho atentado al presidente Vieira y han ido a por él, asesinándolo unas horas después.

Inquieta constatar como la rivalidad entre personas responsables de un país, pueda dar origen a semejantes abusos de poder con tan dramáticas consecuencias como la muerte misma de los rivales y la desestabilización de todo un país. Además, donde la corrupción mina la confianza en los órganos públicos, como la justicia, no es de extrañar que la gente quiera tomarse la justicia por su mano, aunque se sepa que por ahí no se va a ningún sitio; solo conduce a perpetuar la escalada de la violencia.

Ahora, Guinea Bissau se encuentra en una encrucijada: o cae en la espiral de la violencia, alimentando rivalidades étnicas, o aprovecha esta oportunidad para mostrar su madurez política y continuar con el proceso democrático, consolidando las instituciones del gobierno y restaurando la confianza en la Justicia que se ocupará de este doble asesinato.

Que los militares no hayan aprovechado la circunstancia para un golpe de Estado, es buena señal. Esperemos que Guinea Bissau continúe dando buenas señales a pesar de lo sucedido: el pueblo merece poder superar esta sangrienta tragedia, causada por una minoría, y seguir esperando en que otra Guinea Bissau es posible.

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