Gran Hermano África nos reta a abrir los ojos

24/11/2008 | Editorial

Entre noticias tan duras como el asesinato del periodista congoleño, Didace Namujimbo – a la temprana edad de 34 años –, el juicio a los seis soldados nigerianos – contestado por MEND –, la incapacidad de la MONUC de escoltar a militantes Mai Mai a Goma o el frustrado intento de golpe de Estado en Guinea Bissau, nos encontramos con una noticia que se sale de lo que esperamos de África: “El concursante de Angola gana la tercera edición de Gran Hermano África III”.

Algunos pensarán que esto no es una noticia digna de la prensa junto con las anteriores, más importantes y donde la vida está en juego. Puede parecer gran frivolidad leer de repente sobre Gran Hermano en medio de tanta calamidad, violencia y muerte.
Dejo a un lado la valoración que merezca o no el programa Gran Hermano. En sí, no parece dejar indiferente a muchas personas, teniendo tantos defensores como detractores a ultranza. El fondo del tema, sin embargo, no es si el programa vale o no vale la pena, si ofende o no la dignidad de la persona o si su función es alimentar o no el morbo de quienes diariamente lo siguen, ávidos de revelaciones íntimas, saboreando el Streep-tease personal y emocional al que los participantes están obligados si quieren permanecer en el programa hasta el final. La verdadera cuestión es ¿porqué choca tanto esa noticia?

Es difícil entrar en la mente de los lectores, y sería temerario pretender afirmar algo que, en sí, es tan personal como la verdadera motivación de nuestros juicios. Pero podemos imaginar razones que nos lleven a entender las reacciones negativas, siempre y cuando permanezcamos conscientes de que son pura elucubración por nuestra parte, sin pretensión alguna de afirmar que lo pensado corresponde a la realidad. Pero, adelantar razones en un foro como éste, abierto al diálogo y al intercambio de ideas, es una forma sensata de verificar las ideas, dejando que las críticas las purifiquen y, al estilo popperiano, esperar aquella evidencia que confirme su falsedad y nos ponga de nuevo en el camino de nuestra eterna búsqueda de sentido.

¿Porqué, pues, choca tanto esa noticia? ¿Porqué se la considera sin interés público o frívola? ¿Es porque el público solo quiere saber de sangre, violencia, sufrimiento y violaciones…? O quizás, ¿tenemos miedo a descubrir que los africanos no están todo el tiempo matándose, muriéndose de hambre o sufriendo todo tipo de calamidad?

El gran reto al que nos enfrenta “Gran Hermano África” es descubrir que el africano es una persona humana,; una persona corriente como nuestro vecino o vecina, como la gente que encontramos en el autobús, como aquellos con quienes trabajamos, con quienes vivimos y nos relacionamos, alguien como nuestra propia familia. Y, nosotros, las personas formamos un universo de grandezas y pequeñeces, de virtudes y de vicios, con sus alegrías y sus penas, sus esperanzas y sus ansiedades, con sus momentos de sabiduría y de frivolidad. Que Gran Hermano haya sido un éxito en África, como lo fue en Europa o en EEUU, nos revela que, en el fondo, no somos tan distintos. La necesidad universal de entretenimiento o de morbo crea ese lazo que nos aterroriza: si somos realmente iguales, entonces, lo que les pasa a los africanos nos podría pasar también a nosotros. Las situaciones de violencia y muerte podrían también darse en mi barrio o en mi país, con actores que conozco bien, incluyéndome a mí mismo. De hecho, ya hemos estado allí, pero nuestra memoria es muy corta,

En esta ocasión, ha sido Gran Hermano lo que nos reta a continuar esa lección universal que nos enseña a cambiar nuestra imagen de África y a desmotar nuestros esquemas mentales predeterminados, nuestros prejuicios, pero… hay otras muchas más instancias que nos retan a lo contrario, ¡si solo tuviéramos ojos para verlas!

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