Ganvié, el refugio de la libertad – La ciudad flotante de África, por Aurora Moreno Alcojor

20/09/2013 | Bitácora africana

Adentrarse en el lago Nokoué significa olvidarse del caótico tráfico de Benín para sumergirse en un lugar de aguas cristalinas en el que las balsas son el único medio de transporte. Una ciudad flotante construida hace unos 300 años por un pueblo que huía de la esclavitud.

Al atardecer, en los días claros y de aguas mansas, la belleza de Ganvié se engrandece ofreciendo un precioso espectáculo de formas onduladas a todo aquél que se acerca a visitarla: es el reflejo de las viviendas en el lago, un privilegio único del que los lugareños se sienten especialmente orgullosos. Y no es para menos, porque Ganvié es una ciudad construida literalmente sobre el agua en la que sus vecinos han sabido mimetizarse con el entorno hasta el punto de que cada miembro de la familia dispone de su propia piragua y donde se dice, medio en broma medio en serio, que se aprende a remar antes que a andar.

Una suerte de Venecia africana con más de 300 años de historia que desde lejos ofrece la imagen de pueblo inundado. Hace falta acercarse para distinguir las enormes patas que sostienen cada vivienda, como si de un hórreo acuático se tratara, y apreciar su solidez. Las casas, construidas en su mayoría de madera o cañas de bambú, presentan una planta cuadrangular, rematadas con un típico tejado en forma de cabaña y sus cimientos son finos troncos de árbol que dan estabilidad a la estructura.

Para llegar hasta Ganvié tenemos que dirigirnos al embarcadero de Abomey-Calavy, donde una pequeñísima oficina vende los tickets para el transporte hasta este pueblo flotante. Un boleto que da derecho a piragua (motorizada), así como a conductor y guía, aunque generalmente se espera que el turista recompense a estos últimos con una propina acorde al servicio recibido.

Pero antes de llegar a la zona de las embarcaciones es necesario atravesar el mercado informal que se renueva cada mañana y en el que decenas de personas hacen cola para comprar los famosos pescados y mariscos del lago. Repartidos en todo tipo de cestas de mimbre, cubos y palanganas, las vecinas de Ganvié ponen a la venta sus bienes, mientras se aprovisionan de los productos y prendas de vestir que ofertan las mujeres de tierra firme.

Ya en la piragua, el recorrido hasta al poblado no dura más de 20 o 25 minutos, que pueden extenderse algo más si el trayecto se realiza en una canoa no motorizada. Durante la travesía, las aguas mansas y cristalinas ayudan a olvidar el caótico tráfico de la ciudad, y el visitante se interna en un mundo de silencio sólo alterado por el canto de los pájaros y el sonido de los remos al sumergirse en el agua.

Un trayecto que cualquier curioso aprovechará para preguntarse de dónde vienen estos valientes que prefieren las cabañas sobre el agua a las casas de ladrillo en tierra firme. Pues bien, se trata de los descendientes de la tribu de los Tofinu y la aventura que los llevó hasta el lago se remonta a principios del siglo XVIII. Por aquel entonces, pese a que el actual Benín ya había sido en parte colonizado por los franceses, este rincón del África Occidental seguía dividido en poderosos reinos que se enfrentaban brutalmente entre sí. Fue por ello que los invasores europeos buscaron alianzas que perpetuaran esos enfrentamientos y, de paso, les proporcionaran esclavos, que partían desde diversos puntos del Golfo de Guinea con dirección a América.

Las razzias eran continuas por parte sobre todo de los vasallos de Abomey, el más poderoso de los reinos de entonces –que daría nombre al país, desde su independencia en 1960 hasta el año 1975, cuando adoptó el de Benín-. Ante esta situación, y consciente de su inferioridad en el arte de la guerra, el rey de la tribu Tofinu decidió buscar un lugar en el que su pueblo pudiera vivir en paz. Cuenta la leyenda que para encontrarlo, el rey Abodohoué se convirtió en garceta, un ave de largas zancas, y echó a volar en busca del hogar apropiado. Tras recorrer incansablemente cientos de kilómetros, avistó por fin este lago, salpicado de pequeños islotes de tierra, y supo que era allí donde debían instalarse, con la convicción de que los vasallos de Abomey no se atreverían a perseguirles hasta allí, pues tenían la creencia de que en el fondo del lago se escondía un terrible demonio. Todo lo contrario que el rey Abodohoué, quien, consciente de que construir una aldea en medio de las aguas no sería tarea fácil, se convirtió esta vez en cocodrilo -por entonces los principales moradores del lago-, para convencer al resto de reptiles de que ayudaran a su pueblo a instalarse. Fue así, cuenta la historia, como a lomos de los cocodrilos, y cargando maderas con las que construir sus casas, el pueblo Tofinu consiguió, por fin, un lugar donde vivir en paz.

Leyendas aparte, lo que es seguro es que los Tofinu se instalaron en el lago sabedores de la aversión que los Abomey sentían hacia el agua, entre otras razones por su profundo desconocimiento de las artes de la natación y la navegación. Fue por ello que desde entonces, y hasta hoy, los moradores de Ganvié –que significa precisamente los que han encontrado la paz- han permanecido en el lago, a pesar de que los días de la esclavitud son ya sólo un lejano y triste recuerdo.

La pesca, medio de vida

Antes de llegar a Ganvié, es habitual cruzarse con multitud de pescadores, profesión a la que se dedica buena parte de la población local. Mientras unos lanzan cañas y redes desde sus piraguas, otros se adentran en pequeñas piscifactorías en busca de buenos ejemplares. Es la llamada técnica de las acadjas, una plataforma alargada y circular construida a base de hojas de palmera y palos de bambú que se clava sobre el fondo del lago y se recubre por una pequeña red. Cuando las hojas comienzan a descomponerse, la zona se convierte en una suerte de criadero en el que los peces acuden a alimentarse y a protegerse de otros animales, lo que facilita el trabajo para los pescadores de Ganvié. Según explica la ONG local ID-Pêche, la acadja puede considerarse un medio de reconstitución de la biodiversidad y es, a su vez, uno de los métodos más productivos de pesca de Benín, siendo la fuente de ingresos utilizada por la gran mayoría de los pescadores del sur del país.

Y es que son muchas las variedades de pescado que pueden encontrarse en Nokoué, un lago que se alimenta del Ouémé, el río más largo e importante de Benín, y que entronca con el Océano Atlántico a través de un pequeño entrante de agua conocido como Laguna de Cotonou. Esta peculiaridad hace que en el lago se mezcle el agua dulce con la salada, dando lugar a diversos tipos de pescado en función de la temporada. Durante la época de lluvias, al subir el nivel del río y del propio lago, predominan los peces de agua dulce, pero al llegar la temporada seca, el agua salada va ganando terreno convirtiéndose en el hogar predilecto de las variedades de mar.

Tras media hora de viaje, despuntan en el horizonte las primeras casas, que aunque parecen mantenerse milagrosamente en pie disfrutan de una vida media de unos 40 años, resistiendo con ahínco el mayor de los peligros para sus habitantes: las inundaciones de la época de lluvias. Cuatro meses que arrancan a finales de mayo en los que se suceden violentas tormentas que descargan agua sin compasión, aumentando la altura y el caudal del Nokoué, que ocupa una superficie de 26.000 hectáreas.

Original en : Por Fin en África

Autor

  • Moreno Alcojor , Aurora

    Aurora Moreno Alcojor es licenciada en Periodismo y posgrado en Relaciones Internacionales y Comunicación por la Universidad Complutense de Madrid. Ha trabajado como redactora en El Mundo y otros medios de comunicación y ha sido locutora en prácticas en Radio Nacional de España. Fue responsable de prensa en la Oficina Económica y Comercial de España en Johannesburgo (Sudáfrica) y, posteriormente, trabajó como coordinadora editorial en Blex Ideas. Actualmente colabora con el portal GuinGuinBali y otros medios digitales. Es editora de Porfinenafrica.com, ganador del Premio Bitácoras 2011 al mejor blog social en castellano.

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