Gambia: La gran caza de brujas del presidente Jammeh

3/06/2009 | Opinión

Los ciudadanos de Gambia, un pequeño país del oeste africano, han acabado familiarizándose con las impredecibles hazañas de su gobernante absoluto, que insiste en que le llamen Su Excelencia el Presidente Catedrático Doctor Al-Haji Yahja Jammeh: su cura de hierbas y plátano para el SIDA, su amenaza con decapitar a los homosexuales, el mandato de que sólo él puede pasar por el arco gigante que conmemora su golpe de Estado en la desmoronada capital, Banjul, y la ubicuidad de su sonriente retrato puesto a lo largo de todas las carreteras.

Todo esto sin mencionar las documentadas desapariciones, torturas y encarcelamientos de docenas de periodistas y políticos de la oposición.

Sin embargo, entonces llegó una campaña tan confusa y rara que los ciudadanos todavía no se han recuperado y les sigue dando escalofríos, literalmente, varias semanas después del final de la misma.

Parece que el Presidente se ha empezado a preocupar por la existencia de brujas en el país en forma de mangos, maleza tropical, carreteras sucias, innumerables controles policiales y una costa atlántica frecuentada por turistas europeos en busca de sol, que en su mayoría no son conscientes de las actividades que se llevan a cabo en la cercana Mile 2 State Central Prison (Prisión Central del Estado “Mile 2”), donde se encarcela a muchos miembros de la oposición al régimen del presidente Jammeh.

Para acompañar a los tambores, y dirigidos por hombres vestidos con túnicas rojas adornadas con conchas de cauris y brillantes, se sacó a decenas o a quizás centenares de gambianos de sus casas y se les llevó en autobús a lugares secretos.

Según sus vecinos y Amnistía Internacional, allí se les forzaba a beber un brebaje nauseabundo que les hacía tener alucinaciones, fuertes dolores estomacales y que inducía a algunos a que intentasen cavar un hoyo en un suelo de baldosas, a otros a que intentasen escalar la pared y en algunos casos a que se suicidasen.

El objetivo que se dio a los vecinos fue el de erradicar a las brujas y hechiceros malignos que estaban haciendo daño al país.

Los ciudadanos afirmaron que decenas de personas aterrorizadas huyeron a las zonas de maleza o a la frontera con Senegal para escapar de la operación policial de captura, lo que provocó la desertificación de regiones enteras. Amnistía Internacional estima que al menos seis personas murieron después de haber sido forzadas a beber la poción, cuyos ingredientes no se conocen.

Según algunos gambianos las redadas se llevaron a cabo desde finales de enero hasta finales del mes de marzo.

Incluso durante las últimas semanas, los mismos hechiceros vestidos de rojo, acompañados por otros identificados como agentes gubernamentales, han estado recorriendo los campos pobres y sucios (el Banco Mundial situó a Gambia en 2007 en la posición 195 de 209 países, con unos ingresos per cápita de $270 al año) pidiendo a los vecinos que sacrificasen a animales, como cabras macho y gallos de color rojo, para erradicar la brujería que supuestamente había en ellos.

Además, los funcionarios de Gambia no han respondido a los correos electrónicos y a las llamadas de teléfono, y el Gobierno no ha dado su opinión acerca de los artículos que narran la campaña de caza de brujas en el periódico de la oposición Foroyaa (“libertad” en la lengua Mandinka), según el editor del noticiario, Sam Sarr.

Amnistía Internacional afirma que ha recibido un comunicado de prensa del ministro de Justicia de Gambia en el que declara que dicha caza de brujas es “inconcebible”.

Los testimonios todavía son numerosos y los expertos de esta antigua colonia británica no tienen apenas dudas de que esta caza de brujas haya ocurrido y en la magnitud en la que se ha descrito.

Por otra parte, los conciudadanos de Gambia declaran que las redadas fueron dirigidas por los “Green Boys” del Presidente. Los Green Boys son los mayores partidarios militantes del presidente Jammeh, “vigilante die-hards” (vigilantes duros), comenta Abdoulaye Saine, un científico político de la Universidad de Ohio en Miami. Éste grupo se viste de verde y a veces se pintan la cara con este mismo color, que es el que caracteriza al partido político de Jammeh (the Alliance for Patriotic Re-Orientation and Construction). Además, el científico afirma que las redadas se realizaron con armas, por la fuerza y con el objetivo prioritario de ancianos, testigos y periodistas locales.

Incluso declara que en el ya usual y brutal contexto de una dictadura de 15 años, las redadas de este año han levantado pocas críticas abiertas al presidente. Desde el golpe de estado de 1994 que le llevó al poder, al menos 27 periodistas han huido del país. Uno fue asesinado y otro está desaparecido desde que lo arrestó la aterradora National Intelligence Agency. Otros han descrito torturas prolongadas con descargas eléctricas y con el uso de cuchillos y cigarrillos encendidos en las cárceles de Jammeh.

Pero en este caso no fueron periodistas críticos o políticos oponentes. “Existe la sensación de que esto puede pasar, que puede pasar cualquier cosa”, afirma el líder de la oposición Halifah Sallah, el líder en minoría del Parlamento desde 2002 hasta 2007, que fue arrestado cuatro veces, la más reciente por hablar en contra de la caza de brujas.

“La gente ya no está bajo la protección de las leyes”, declara el Sr. Sallah, y añade que durante la caza de brujas, “las personas de toda Gambia tenían pánico”, un país de 1,7 millones de habitantes.

En las abarrotadas calles de Serrekunda, un barrio periférico de Banjul, las personas mostraban tener miedo. Lalo Jaith, un constructor, gesticulando de manera nerviosa en una bulliciosa fila de vendedores, comenta que “todos ellos son oponentes al régimen pero no hablan, porque si hablas vas a comisaría”.

La ansiedad ha persistido. La acusación de brujería lleva la vergüenza a una sociedad en la que creer en ella “era y sigue siendo omnipresente”, según Lamin Sanneh, un catedrático de historia de la Universidad de Yale nacido en Gambia.

Tras eso está el trauma de ser una persona desarraigada y la enfermedad que las personas dicen que persiste del brebaje amargo. “Esta lacra nos perseguirá hasta nuestra tumba”, afirma Dembo Jariatou Bojang, el Presidente del Comité de Desarrollo de Jambur, un pueblo polvoriento a unos 25 km de la capital. “Nunca olvidaremos esto”.

Añade que fue detenido, junto con otras 60 personas, después de haberse congregado en la plaza del pueblo, atraídos por el sonido de los tambores. Les llevaron en autobús hasta un lugar que no reconocían e hicieron que el Sr. Jariatou Bojang bebiese ese brebaje y se bañase en ese líquido infecto.

“Todavía me duele a veces la cabeza”, dice.

Mientras habla, un anciano sentado en el suelo de la casa del imán empezó a mover la cabeza de un lado a otro de manera incontrolable. Los hombres que se encontraban en la habitación comentaron que era un síntoma que se había desarrollado después de que aquel hombre, de unos 80 años, fuera forzado a beber ese líquido.

Omar Bojang, el hijo del imán, Karamo Bojang, recordó que le dijeron que se desnudase y le ordenador que bebiese “una asquerosa agua en una lata”.

Dice que “una vez que bebes eso te quedas inconsciente y no puedes pensar”.

A cuarenta millas, en la ciudad de Bintang, Mamadou Kanteh, un pescador, narró la visita de hombres vestidos en rojo hace algunas semanas. “Nos envía el Presidente”, dijeron. “Hay brujas en el país que están haciendo daño y matando a la población”.
Nos exigieron que sacrificásemos una cabra y un gallo rojos. El imán de Bintang recordó que sacaron $40 del tesoro de la ciudad para pagar por los animales y que éstos fueron sacrificados en el cementerio de detrás de las sucias y oscuras calles del pueblo.

De vuelta en Serrekunda, los peatones se apresuraron a irse cuando les preguntaron por el Presidente. El Sr. Jaiteh, el constructor, se escabulló a una casucha oscura, escondida de la calle tras dos altos montones de neumáticos para hablar del Gobierno con un amigo, Yaya Gasam, que dijo: “aquí no hay derechos humanos, los derechos humanos son…nada”.

por Adam Nossiter

Publicado en The East African, de Kenia el 1 de junio de 2009.

Traducido por Patricia Herrero Pinilla, alumna de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid Traducción /Interpretación, colaboradora en la traducción de algunos artículos.

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