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Inicio > REVISTA > Cultura > Cuentos y relatos africanos > ![]() Etugu y Nzeé, sacrifican a sus madres, por Baron ya Bùk-Lu
11/12/2014 - Érase una vez, una comunidad de vecinos compuesta por casi todas las especies de animales tropicales. Un buen día se reunieron para buscar una solución al tema de la gran hambruna que azotaba la región. Después de varias largas jornadas de reuniones y broncas, al final, llegaron a la drástica y dramática conclusión de que cada semana una familia debería de sacrificar a uno de sus miembros. Así, llevaban casi un mes cumpliendo con el acuerdo, hasta que, un buen día, tuvieron que comunicarle al León, la funesta y terrible noticia de que le tocaba a él cumplir con la norma.
Etugu, al recibir la noticia, les comentó que comprendiendo la gravedad de la proposición necesitaba que le dejaran pensarlo durante un par de días. Pasados los dos días, Etugu hizo llamar a todos los habitantes del poblado. Una vez, reunidos, les comentó que estaba ya muy cansado con el comportamiento negativo y desconfiado de su amigo Nzeé, pero, aun con todo, estaba dispuesto a sacrificar a su madre. Al finalizar este comentario, muy enojado y furioso, pidió a los asistentes que le ayudaran a transportar hasta el río el saco en el cual, según él, llevaba atada de manos a pies a su querida madre. Su deseo fue cumplido. Y, así, se encontraron los dos amigos a la hora y en el punto establecido a la orilla del río.
Pasada una media hora aproximadamente, Nzeé gritó:
Etugu, abrió el saco donde guardaba una gran mezcla de báha, una especie de pintura roja, extraída del árbol mbee, o palo rojo, que mezclada con el jugo y pieles de tom, ofúas, engong, mvut y djaa, todas frutas tropicales, simulaban perfectamente el color de la sangre… La vertió sigilosamente en el agua, y gritó:
Nzeé al comprobar que el agua que bajaba estaba teñida de color rojo, y sin comprobar si realmente se trataba de sangre humana, cortó salvajemente el cuello de su madre en las aguas del río. La descuartizó y volvió a meter toda la carne en el saco. Cuando Etugu llegó al punto de encuentro, en la orilla del río, le estaba ya esperando su amigo Nzeé, furioso.
El león, furioso, no dejó que su amigo posara el saco en el suelo y se lo arrebató de las manos, encaminándose nervioso hacia el poblado.
Etugu esperó que Nzeé se alejara unos metros, caminó unos minutos tras él, y, una vez en el medio de camino, cogió otra ruta diferente, la cual le conducía hacia la cueva donde había escondido a su familia, antes de ir al río para sacrificar a sus madres junto a su amigo Nzeé. Cuando Nzeé llegó a su casa le estaba esperando toda su familia, hambrienta y ansiosa. Nada más posar el saco al suelo, su esposa, sin esperar un minuto más, lo abrió y… menuda sorpresa se llevaron todos cuando comprobaron que, en lugar de carne lo que contenía el saco era un revuelto de pieles y de fruta diversa mezclada y empastada.
Cuando Nzeé y los suyos llegaron a la vivienda de los Etugu, se encontraron con todas las puertas cerradas. La familia se había mudado a otro lugar. “NO TE FÍES NI DE TU PROPIA SOMBRA, QUE DE TANTO FIAR ESTAN LLENOS LOS CEMENTERIOS” Baron ya Bùk-Lu - [Edición y revisión, Rafael Sánchez]
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