Estado Islámico en Facebook, por Rafael Muñoz Abad

13/03/2015 | Bitácora africana

El manual de la OTAN se pensó para frenar la superioridad acorazada del Pacto de Varsovia al otro lado del muro y taponar la salida al atlántico de aquel esperpento llamado URSS. En contraste, el de la CIA, se parió para “solucionar” amenazas si no menores, sí más desdibujadas o poco definidas. Y es precisamente esa segunda concepción la que se ha tornado en la principal preocupación de occidente. Los chicos de Langley no iban desencaminados. El integrismo, en sus muchas acepciones y franquicias, se ha revelado cual problema de difícil solución bajo los métodos convencionales. La experiencia francesa y su teoría del preposicionamiento estratégico en el Sahel y sus inmediaciones parece haber dado resultado a la hora de estabilizar Mali; pero los brotes, en un territorio inabarcable en lo humano, no tardan en reaparecer y con ello la inseguridad. En la triple frontera Chad-Nigeria-Níger, regulares, tribus a sueldo y mercenarios, de los muchos que a comisión recorren el Sahel, todos en nómina del gobierno de Chad-Níger, que a su vez es pagado por quien ya todos sabemos, parecen empezar a haber ganado la partida al movimiento integrista Boko Haram. Y es que el desvalijamiento del arsenal libio llega hasta el sótano del Sahara. Soluciones cartesianas contra un enemigo relativamente competente al que con preparación militar se le acaba venciendo ¿Pero cómo derrotar lo ideológico? El integrismo es permeable con la concepción de crimen organizado. Simbiosis.

Los talibanes eran y son catalizadores del opio y algo similar sucede en el profundo sur libio con el tráfico personas, armas y drogas. Recientemente, ha saltado a las redes sociales un portal registrado en Egipto denominado Elafabook y @5elafabook, su gemelo de Twitter. La dirección web ha sido eliminada. Si se teclea aparece el mensaje 503Error ¿Una broma o podría tratarse de la versión islamista de Facebook? De cualquier manera, Internet es una vía por la que el islamismo se da a conocer; ya sea en forma de decapitaciones, captando seguidores o si se les presenta la oportunidad, con el ciberataque. Los portales de perfil yihadista proliferan a mayor velocidad de lo que Facebook y Twitter los pueden cerrar y, la estimación que unos cien mil seguidores durmientes – cifras del MI6 – podrían tornarse en activos, son una evidencia de lo complejo que es atajar la cuestión. Tecleen Kilafahbook…y vean.

CENTRO DE ESTUDIOS AFRICANOS DE LA ULL.

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Autor

  • Muñoz Abad, Rafael

    Doctor en Marina Civil.

    Cuando por primera vez llegué a Ciudad del Cabo supe que era el sitio y se cerró así el círculo abierto una tarde de los setenta frente a un desgastado atlas de Reader´s Digest. El por qué está de más y todo pasó a un segundo plano. África suele elegir de la misma manera que un gato o los libros nos escogen; no entra en tus cálculos. Con un doctorado en evolución e historia de la navegación me gano la vida como profesor asociado de la Universidad de la Laguna y desde el año 2003 trabajando como controlador. Piloto de la marina mercante, con frecuencia echo de falta la mar y su soledad en sus guardias de inalcanzable horizonte azul. De trabajar para Salvamento Marítimo aprendí a respetar el coraje de los que en un cayuco, dejando atrás semanas de zarandeo en ese otro océano de arena que es el Sahel, ven por primera vez la mar en Dakar o Nuadibú rumbo a El Dorado de los papeles europeos y su incierto destino. Angola, Costa de Marfil, Ghana, Mauritania, Senegal…pero sobre todo Sudáfrica y Namibia, son las que llenan mis acuarelas africanas. En su momento en forma de estudios y trabajo y después por mero vagabundeo, la conexión emocional con África austral es demasiado no mundana para intentar osar explicarla. El africanista nace y no se hace aunque pueda intentarlo y, si bien no sé nada de África, sí que aprendí más sentado en un café de Luanda viendo la gente pasar que bajo las decenas de libros que cogen polvo en mi biblioteca… sé dónde me voy a morir pero también lo saben la brisa de El Cabo de Buena Esperanza o el silencio del Namib.

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