¿Está África condenada a ser constantemente ultrajada por Occidente?

26/04/2011 | Opinión

Con el pretexto de ayudar a los países africanos a desarrollarse, los dos vampiros, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) acompañados de su ala combatiente el Banco Africano de Desarrollo (BAD), manejados por los marionetistas de la Unión Europea (UE) y de Washington, se esfuerzan más bien en hacer pagar la deuda externa, en solicitar una mayor apertura de los mercados africanos a los capitales extranjeros así como la aceleración de las privatizaciones, si es que aún queda algo por privatizar bajo el cielo africano. Cualquier dirigente incapaz de satisfacer las necesidades de los “proveedores de fondos”, auténticos proveedores de miseria, es simple y llanamente despedido del poder.

Cosa curiosa, en cada visita de las misiones del FMI y del Banco Mundial en tierras africanas, la prensa local se entusiasma y presenta el asunto como una gira de inspección a raíz de la cual los prefectos locales son sancionados y humillados, o como una operación puramente humanitaria a la cabecera de los africanos desvalidos. ¡Craso error! Es mal comprender el papel y la capacidad de perjudicar de dichas instituciones que en realidad están en nómina de las potencias occidentales y sobre todo de las empresas multinacionales. A cambio de préstamos y otras despreciables y quiméricas donaciones, ya que Occidente jamás regala nada (la prueba: las donaciones de los europeos a sus propios hermanos en Grecia, en Islandia…), el FMI y el BM así como los “donantes” exigen, sin posibilidad de recurrir, el desmantelamiento del Estado.

Para alcanzar esos objetivos en África, hay que tener situados en puestos clave a hombres y mujeres moldeados y formados en escuelas occidentales neoliberales, expertos en instituciones internacionales, que no sepan nada de la realidad del terreno al que son enviados, lo suficientemente armados para defender los intereses de sus mentores, y con un enfoque económicamente rentable de los problemas del país. Capaces de recitar inmediatamente todas las teorías de otros lugares, estos títeres no tienen más conocimiento de la historia de su país que el inculcado por sus dueños. Para ellos no existen los derechos de los ciudadanos. Deben reprimir o asfixiar las fuerzas alternativas, a saber la oposición y los sindicatos y hacer que se adopten leyes siempre más favorables a los extranjeros. De ese modo, su presencia en el poder tranquiliza a los inversores extranjeros. De hecho, la propaganda no lo oculta. Tan pronto como estos nuevos procónsules negros llegan al poder, se lee o se oye que “El nuevo gobierno va a proseguir el trabajo comenzado por su predecesor y ejecutar las grandes obras de modernización; obras que van a gozar del apoyo financiero de las instituciones internacionales como el FMI, el Banco Mundial, la Unión Europea o el BAD”. En realidad, un apoyo mortal.

No se debería haber recurrido a estos apoyos ya que si nuestros monigotes conociesen África, habrían comprendido que es justamente la adhesión sistemática de los sátrapas africanos a las teorías importadas la que paraliza África. África tiene un modelo propio de sociedad, basado en la libertad individual y la solidaridad, tradicionalmente representado por la existencia de un terreno privado junto con un terreno comunitario. Cualquier política económica que no tenga en cuenta esta realidad está avocada al fracaso y masificará más aún la pobreza al concentrar las riquezas del país en manos de un puñado de individuos que dispongan del capital. El modelo económico africano está totalmente trazado. Es la economía popular, que consiste en abrir el accionariado al pueblo transformando el terreno colectivo en empresas públicas en las que cada ciudadano debe invertir, y el terreno personal en empresas privadas.

Estos procónsules negros tienen la misión de acelerar la fractura social continuando con el saneamiento de las finanzas públicas y la “modernización” de los territorios africanos. Dos prácticas que consisten en realidad en proceder a la supresión de las barreras aduaneras, a la liberalización del movimiento de capitales, a la construcción de las infraestructuras menos rentables para el país pero beneficiosas para las empresas multinacionales, al aumento de tasas e impuestos, a la privatización de sectores públicos como el agua y la electricidad, a la reducción de gastos en sanidad y educación, a la reducción de los salarios, al bloqueo de los ascensos incluso a la purga de la administración pública, a la supresión de todo apoyo administrativo a los agricultores y de todos los gastos asignados al bienestar de nuestro pueblo. En resumen, transponer mecánicamente el modelo liberal en África y destruir sistemáticamente la visión africana de la vida en comunidad… Todas estas medidas están encaminadas a ahorrar para pagar la “deuda externa” y atraer a los “proveedores” y a los “operadores económicos extranjeros”. Un liberalismo sin embargo cada vez más violentamente rebatido en su cuna occidental.

En vez de dejar a estos títeres-dirigentes vender todas las paredes de nuestros países a inversores extranjeros, debemos organizarnos y ante todo llevar a cabo la unidad de África. Esto pasa obligatoriamente por barrer de forma sistemática las marionetas cleptómanas que actualmente se atreven a hablar en nombre del pueblo africano. Es evidente que estos hombres y estas mujeres, por sus métodos y su indiferencia frente a los problemas de nuestro pueblo, demuestran que no son de los nuestros a pesar de su piel negra. Estos duros criminales se burlan olímpicamente de todo lo que pasa a su alrededor. He aquí dos ejemplos. Frente al problema de la inmigración de los jóvenes africanos acompañados de mujeres y niños, cuyas improvisadas embarcaciones se hunden y son devorados por los tiburones del Mediterráneo, sólo tienen por respuesta el silencio. Peor aún, solicitan a los europeos que les abastezcan de instrumentos para controlar las fronteras europeas. Frente al pueblo que grita su hambre y su sed en las calles, no vacilan en dispararles. Jamás en la historia de África se ha visto a hombres tan prestos a trabajar en contra de su propio pueblo. ¡No, jamás! Mientras estos “dirigentes” estén en el poder, no hay salvación para África. Pero no basta con despedirlos. Los que les sustituyan deben conocer nuestro pueblo, su historia, sus fuerzas y sus debilidades para poder formular soluciones adaptadas a sus necesidades. Estos nuevos dirigentes deben ser responsables, íntegros, animados de un espíritu ferozmente patriótico y que entiendan la adquisición del poder como una misión sacerdotal y no como un instrumento de enriquecimiento personal.

A continuación tenemos que definir nuestra propia estrategia de desarrollo a partir de nuestra cultura, y hacer frente al mercado reglamentando las inversiones extranjeras para evitar que los sectores esenciales de la economía huyan de las poblaciones locales. Debemos poner en juego nuestros intereses estableciendo colaboraciones con las empresas extranjeras que favorezcan la formación y los traspasos de tecnología con el fin de añadir valor a la producción local, y de ese modo innovar para los productores locales.

En vez de imponernos obligaciones neoliberales que los estados occidentales incumplen alegremente, debemos proceder a un asignación masiva de créditos baratos a los operadores del sector informal para hacerlos pasar de lo informal a lo formal y conceder subvenciones para la educación, para la sanidad, para la producción alimentaria, para la industria, para la vivienda, para la investigación científica y para la tecnología. Los países africanos sólo levantarán cabeza si emerge una clase media local – verdadero motor del desarrollo – con un apoyo al comercio regional, a la exportación y a las pequeñas y medianas empresas. Además, dentro de un marco democrático, tenemos que desarrollar leyes para contrarrestar la fuga masiva de capitales y renacionalizar las sociedades públicas privatizadas, o mejor dicho, vendidas de saldo.

Ningún Estado ha podido desarrollarse desmantelando sus propias bases. No obstante, es lo que los «proveedores de fondos» imponen a África. Nuestra respuesta debe ser una negativa clara y nítida. Estados Unidos, los Estados europeos y los dragones asiáticos, todos ellos han reglamentado, controlado y protegido durante la fase preliminar de su desarrollo y siguen recurriendo a las mismas prácticas cuánto sea necesario. Al forzar a África a actuar a contracorriente, el FMI el Banco Mundial así como sus marionetistas, la inscriben dentro de una lógica de permanente tutela.

Pero uno de los problemas fundamentales a los que debemos hacer frente es la deuda externa. Debemos negarnos a pagarla porque “el dinero prestado” es sólo un instrumento de avasallamiento del pueblo y que financia una represión sistemática: no podemos aceptar pagar los fusiles y las balas que nos masacran.

Komla KPOGLI

http://lajuda.blogspot.com, 18 de Abril de 2.011

P.D.: Este texto ha sido publicado el 12 de Septiembre de 2008 y está basado en el caso de Togo. El enlace original es http://lajuda.blogspot.com/2008/09/lafrique-est-t-elle-condamne-tre_12.html con el título: L’Afrique est-elle condamnée à être perpétuellement violée par l’Occident?

Traducido por Juan Carlos Figueira Iglesias.

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