Éramos conejillos de indias para Estados Unidos

Las personas que no conocen la historia de los afroamericanos probablemente hayan escuchado más sobre el “experimento” de la sífilis de Tuskegee en el último mes que en toda su vida. La clase parlanchina ha aprovechado la debacle de permitir que cientos de hombres negros que viven con sífilis no tratada monitoreen sus efectos y expliquen la resistencia que muchos afroamericanos tienen a aceptar la vacuna COVID, poniendo así en peligro la posibilidad de inmunidad “colectiva”. No fueron solo los hombres, atraídos al estudio con la promesa de una atención médica de por vida, quienes sufrieron. Decenas de esposas también se infectaron porque no sabían que sus parejas tenían sífilis. Al menos diecinueve niños nacieron con sífilis porque no fueron tratados. No se conocía un tratamiento para la sífilis cuando el estudio, que se suponía que duraría solo seis meses, comenzó en 1934. La penicilina fue el remedio ampliamente aceptado a fines de la década de 1940, pero a ninguno de los hombres del estudio se le ofreció. El estudio se conoce como el experimento «Tuskegee», pero en realidad debe llamarse el experimento del Servicio de Salud Pública de los Estados Unidos. Nuestro gobierno inició y financió esta abominación y usó a Tuskegee como base para este pútrido estudio.

Sin embargo, esta no fue la primera vez, y no es probable que sea la última cuando se experimentó con cuerpos negros para la comodidad de los blancos. Durante la esclavitud, el “doctor” a menudo compraba personas esclavizadas para experimentar con ellas. Después de la Reconstrucción, cuando los negros murieron por exceso de trabajo, a menudo a sus familiares no se les informó de su desaparición, pero las escuelas de medicina cercanas usaron sus cuerpos para enseñar anatomía a los estudiantes de medicina.

En 32 estados era legal esterilizar mujeres negras (y otras consideradas «marginales» sin su permiso). En Alabama, en 1973, las hermanas Reif, de 12 y 14 años, fueron esterilizadas involuntariamente en una clínica financiada con fondos federales. Una revista, Essence, divulgó la historia con la ayuda de un denunciante. El médico infractor parecía pensar que las niñas eran deficientes mentales e incapaces de cuidar a los niños que aún no habían concebido. Esa fue su decisión, no la de ellas.

Entre 1929 y 1976, al menos 7.000 personas fueron esterilizadas en Carolina del Norte por orden judicial. Miles más fueron esterilizados por orden de jueces locales. El estado reservó 10 millones de dólares en 2014 para pagar a algunas de las víctimas de la política estatal opresiva, pero muchas no fueron indemnizadas por carecer de documentación. Los esterilizados fueron tratados como conejillos de indias.

Marion Sims, conocido como el «padre de la ginecología», perpetuó algunos de los experimentos más escalofriantes en los cuerpos de las mujeres negras. Realizó esterilizaciones, cesáreas innecesarias y más en mujeres negras y trabajó en ellas hasta que pudo perfeccionar la técnica para usar en mujeres blancas. Los Sims realizaron muchas de las dolorosas operaciones sin anestesia. En otros casos, las mujeres negras recibieron tanta morfina para adormecer la mente que se volvieron adictas. A Sims se le atribuye la invención de los espéculos, una herramienta que se utiliza habitualmente en la mayoría de los exámenes ginecológicos. En realidad, usó una cuchara y luego la mejoró para los exámenes. Sims tuvo una gran carrera, sirviendo durante un tiempo como presidente de la Asociación Médica Estadounidense. Había una estatua de él en el Central Park de Nueva York y homenajes a él en todo el país. Afortunadamente, la estatua de Central Park fue derribada en 2018, después de varias protestas. ¿Por qué estaba allí en primer lugar?

En su libro, Medical Apartheid: The Dark History of Medical Experimentation on Black American from Colonial Times To The Present (Doubleday, 2006), Harriet Washington detalla las muchas formas en que los cuerpos negros eran conejillos de indias para experimentos blancos. Eso no es todo. El Instituto de Medicina ha documentado que las personas negras con huesos rotos tienen menos probabilidades de recibir analgésicos que los blancos. Y la muy reciente muerte por COVID de la médica afroamericana Dra. Susan Moore, a quien se le negó la medicación para el dolor y fue descrita como «intimidante» por el personal médico, ilustra cómo el establecimiento médico trata a demasiadas personas negras.

Habiendo dicho todo eso, seguiré haciendo filas en cuanto llamen a mi número para la vacuna COVID. Prefiero la vacuna Pfizer por la investigación que he hecho, pero tomaré la Moderna si está disponible. ¿Por qué? Tengo más de 60 años, soy diabética y, por lo tanto, tengo un alto riesgo de contraer COVID. Quiero viajar de nuevo, subirme a un avión y ver a mi mamá y a mis amigos. No sé sobre salir a comer, mis habilidades culinarias han mejorado. Pero sé que mi exposición limitada al mundo me ha agotado.

Éramos sus conejillos de indias, y el sistema médico ha sido negligente con los negros. Sin embargo, a estas alturas, suficientes blancos se han vacunado y, por alguna perversa ironía, son mis conejillos de indias. Vacúnese si puede, a pesar del racismo médico. Los negros tienen el doble de probabilidades de morir de COVID que los blancos. ¡Protégete a ti mismo!

Julianne Malveaux @drjlastword

Fuente: Chicago Crussader-Imagen: wikimedia commons

[Fundación Sur]

Artículos relacionados: