En busca de los Gorilas de Montaña, Por Julio Teigell García

9/06/2009 | Bitácora africana

Subíamos con dificultad, abriéndonos paso a través de una maraña de vegetación que el primer guía limpiaba a golpe de machete.
Ya hacía más de una hora que llovía ininterrumpidamente en las laderas del Visoke y a pesar de nuestros impermeables, comenzábamos a sentir que la humedad se adueñaba de nuestro cuerpo. Los pies se nos enredaban en ramas y raíces y por momentos teníamos la sensación de caminar sobre un suelo de esponja.

Después de atravesar un bosquete de bambú aparecieron los primeros rastros. Los guías se detuvieron y examinaron varios excrementos. – “Por aquí pasaron ayer”. Susurró el guía principal.
Ante nosotros se abrían varios caminos de vegetación aplastada por el peso de los voluminosos cuerpos de los gorilas. Estábamos en el buen camino. Siguiendo las sendas deberíamos llegar a los nidos donde habían pasado la noche anterior.

Mientras avanzábamos repasábamos mentalmente las instrucciones recibidas: En presencia de los Gorilas extremar el silencio, evitar movimientos bruscos, adoptar una actitud humilde y sumisa, no dejarse tocar por ellos y sobre todo no huir jamás en caso de ser amenazados. Una huida precipitada podría desencadenar una respuesta agresiva por parte del líder del grupo.

Al cabo de otra hora larga de camino, encontramos los nidos que fabrican cada atardecer con ramas y hojas para pasar la noche. A partir de ahora, en cualquier momento podíamos encontrarnos con ellos.

De pronto, los guías quedaron inmóviles y comenzaron a emitir un suave gruñido. Todavía no los veíamos. Solamente un ruidos crujir de ramas nos indicaba su presencia entre la espesura. Los guías continuaban con sus gruñidos tranquilizadores: “ venimos en son de paz” traducido a lenguaje gorila.
El corazón nos latía con fuerza. ¡ Ahí estaban ¡
Varias caras negras entre sorprendidas y curiosas aparecieron entre la vegetación. Habían detenido su actividad alimenticia y nos observaban fijamente. ¡ Que sorprendente parecido humano en la expresión de sus rostros ¡

El grupo era numeroso, constaba de 21 miembros, 2 machos de espalda plateada, uno de ellos dominante y el resto de machos de espalda negra, hembras y jóvenes de diferentes edades, algunos de ellos todavía en brazos de la mamá gorila.
Pasada la sorpresa inicial, continuaron con la tarea que nuestra llegada había interrumpido y siguieron comiendo con deleite hojas y tallos que seleccionaban cuidadosamente como verdaderos gourmets. (gastrónomos)

Un macho joven se detuvo a nuestro lado y después de oler de arriba abajo a un turista danés que paralizado, no movía ni un solo músculo, continuó su camino sin mostrar ningún síntoma de extrañeza. Sin duda ya poseía una gran experiencia con esos curiosos monos, casi sin pelo que le visitaban a menudo.

Mas allá, un jovenzuelo se tamborileó el pecho adoptando una mueca entre cómica y desafiante, mientras sus hermanos pequeños se perseguían entre gritos y volteretas juguetonas.

Un bebé que se acercaba curioso fue rápidamente atrapado por su madre que lo retuvo entre sus brazos con un gesto de desconfiada protección maternal.
El “Gran jefe”, un imponente macho de mas de 150 kilos, que impresionaba por su prominente cresta craneal, su tremenda fortaleza y el tono plateado de su gran espalda, apenas nos prestó atención cuando cautelosamente llegamos a escasos metros de él, y continuó entretenido con un sabroso tallo de apio silvestre que pelaba delicadamente con sus enormes dedos.

Al cabo de hora y media la visita tocaba a su fin. El tiempo se nos había hecho demasiado corto. Bajo la mirada vigilante del gran macho comenzamos a descender a la ladera del Visote. Atrás quedaron los gruñidos de los gorilas, el silencio volvió a adueñarse del aire y la lluvia empezó de nuevo a caer con fuerza. Al rato estábamos calados hasta los huesos.
Las imágenes y emociones recién vividas se nos agolpaban en la mente cuando salimos de nuevo a la zona de cultivos que circunda el bosque. Al otro lado de la frontera humana dejábamos las laderas y collados de los Volcanes Virunga, el país de los gorilas.

Esos conos dormidos, con alturas que superan los 4.500 metros, forman una extensa reserva natural situada en una encrucijada de fronteras, las de Ruanda, Uganda y Zaire ( Hoy día Congo).
Sus nombres poseen resonancias míticas, Visoke, Karisimbi, Mikeno, Sabinyo, Gahinga y Muhavura, y su espectacularidad y belleza los distinguen entre las montañas de Africa.
Sus laderas envueltas en la bruma albergan una vegetación exuberante, cuya manifestación mas típica son los bosques húmedos de Hagenia e Hypericum. La Hagenia, árbol centenario de caprichosas formas retorcidas, está cubierta de orquídeas y musgos que cuelgan de sus ramas a modo de barbas y dan al paisaje un peculiar aire fantasmagórico en los días de niebla.
Estos bosques que se extienden desde los 2.600 hasta los 3.000 metros de altura, constituyen el hábitat del mas grande de los primates, el mítico “Ngagi” o Gorila de Montaña ( Gorilla Gorilla Beringei), cuyos últimos representantes, en número no superior a 300, encuentran aquí su último refugio y su última esperanza.

La singularidad de la región montañosa de los Virunga ya fue reconocida oficialmente en 1.925. cuando el Rey Alberto 1 de Bélgica estableció en ella el Parque Nacional Alberto, que en 1.967 pasó a denominarse Parque Nacional de los Volcanes en Ruanda y Parque Nacional Virunga en Zaíre, ambos países ya independientes. El sector ugandés fue denominado Santuario de Gorilas de Kigezi.
Los Virunga están situados en una región intensamente cultivada, pues su rico suelo volcánico soporta la mas alta densidad de población de todo el Continente Africano. Los campos de pelitre, sorgo, patatas y hortalizas se extienden hasta los mismos límites de las áreas protegidas y el crecimiento vegetativo de la población en continua demanda de tierras de cultivo constituye hoy día su principal amenaza.

La caza furtiva, estimulada por la demanda de trofeos en los “países civilizados” había diezmado ya la especie cuando en 1.967, Diane Fossey inició en Ruanda el primer estudio científico a largo plazo del gorila de montaña, continuando los trabajos que el Dr. Schaller había llevado a cabo en 1.959.

Allí fundó el centro de Investigación Karisoke, que ella misma dirigió durante 18 años, en los que alternó el trabajo científico de campo con visitas periódicas a Universidades de todo el mundo para dar a conocer los resultados de sus investigaciones. La fama de la naturalista californiana trascendió el ámbito académico gracias a sus trabajos de divulgación científica publicados en el Nacional Geographic, que le ganaron simpatías en todo el mundo. Su vida fue una apasionada dedicación a la defensa de la Naturaleza y su aportación fundamental fue mas allá del terreno puramente científico al demostrar que la amistad hombre-gorila era posible.

Un día de Diciembre de 1.985 fue asesinada en circunstancias no aclaradas, quizá a manos de los cazadores furtivos a los que ella se había enfrentado en tantas ocasiones. Así pagó el último y definitivo tributo a la causa que tanto amó.

Los trabajos de Diane Fossey sirvieron de base para que el gobierno de Ruanda y un consorcio formado por diversas Sociedades Conservacionistas Internacionales pusieran en marcha en 1.980 el proyecto Gorila de Montaña que entre otras medidas contemplaba la rentabilización turística del Parque Nacional de los Volcanes como una faceta mas de la estrategia de conservación de la especie.
En años sucesivos se establecieron programas similares en los sectores zaireño y ugandés de los Virunga.

Las visitas controladas, en grupos reducidos, se han convertido en los últimos años en el principal atractivo turístico de la Región de los Volcanes, y visitantes de todo el mundo acuden para admirar la belleza y generosidad de una Naturaleza de la que la especie humana está cada vez mas necesitada.

Hoy día, cuando desde las pantallas cinematográficas se rinde tributo a Diane Fossey, el futuro de los Gorilas de los Virunga, definitivamente en manos del hombre, comienza a estar un poco mas claro.

Autor

  • Teigell Garcia, Julio

    Julio Teigell nacido en Asturias hace 56 años ha pasado mas de veinte de ellos en África , desde aquel viaje en Land Rover iniciado un día de septiembre de 1985 cuando recorrió África durante seis meses desde Mauritania a Kenia en compañía de su hermano Nacho . Sus comienzos como guia turístico en Congo y Kenia y posteriormente como empresario de turismo en Kenia y Tanzania con Kibo safaris y Tanganyika Wilderness Camps , su vida siempre ha estado ligada a Äfrica y a la naturaleza africana.

    Militante anti caza, defiende y demuestra que las políticas conservacionistas de los animales en la naturaleza son necesarias para el desarrollo de los paises africanos

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