Elogio de las diásporas africanas

21/10/2008 | Opinión

Encontramos, por un lado, pequeños grupos de africanos que se agitan en París, Bruselas y otros lugares para intentar existir en un plano político. Y por otro lado encontramos las decenas de miles de hombres y mujeres que vinieron al viejo continente para tentar su suerte, que han tenido éxito a fuerza de trabajar y que se esfuerzan de todas las maneras posibles para ayudar a sus países de origen. Los primeros traicionan la causa que pretenden defender, los segundos sirven a esta causa de manera ejemplar. Los primeros son escuchados cada vez menos, los segundos son cada vez más respetados.¡Algo completamente justo!

Lo más relevante en este asunto es que la crisis del sistema económico y financiero cuyos indicios vivimos hará de la diáspora africana, sin duda alguna, uno de los instrumentos más potentes del desarrollo futuro del continente. Por tres razones: primero, porque la competencia, el saber hacer, la experiencia de los africanos expatriados es grande en campos muy diversos; luego, porque los países de los que son originarios descubren, uno tras otro la extraordinaria contribución que podrían ofrecer al proceso de desarrollo; y por último, porque las comunidades de expatriados, que buscan un sentido y que nunca han roto los lazos con su patria, comienzan a convencerse de que desempeñan un papel importante para llevar a cabo este proceso.

Ciertamente, sólo nos encontramos al principio de un gran movimiento que traerá de vuelta al suelo africano a los profesores, médicos, abogados, trabajadores de empresas, ingenieros, escritores, artistas, músicos, comerciantes. Pero es evidente que las dificultades extremas engendradas por la crisis actual y la depresión general que acecha a las sociedades prósperas del hemisferio norte lo acelerarán intensamente en los próximos años. Provocarán un retorno en masa de estos hombres y mujeres a los que las autoridades de los países afectados no han preparado, pero que sería mejor que prepararan porque les permitirá resolver la mayoría de los problemas, aparentemente insolubles, a los que se enfrentan hoy en día.

Sin duda, y es algo positivo para las sociedades occidentales, todos los trabajadores de empresas africanos que se han instalado en Europa y los Estados Unidos no volverán a su país, pero los que se quedarán en el sitio en el que un día se asentaron no dejarán de estrechar vínculos con su patria. Ellos también se convertirán en vectores ineludibles del desarrollo como lo prueban las acciones, cada vez más usuales y eficaces, que llevan a cabo asociaciones en el marco de la cooperación descentralizada en Francia.

En el seno del nuevo mundo que se prepara, las diásporas serán, sin lugar a dudas, uno de los principales vectores del desarrollo, pero también del estrechamiento de vínculos entre el norte y el sur. Dejemos, pues, que los amargados, los violentos, los rencorosos se desgañiten. Los acontecimientos futuros se encargarán de demostrar que no han hecho más que traicionar a los países cuya causa pretendían defender.

Jean-Paul Pigasse

Artículo obtenido de Les Dépêches de Brazzaville, el 20 de octubre de 2008.

Traducido por Laura Betancort, alumna de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid Traducción /interpretación, colaboradora en la traducción de algunos artículos.

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