Elecciones 2011 en la República Democrática del Congo: papel profético de la Iglesia católica

14/12/2011 | Opinión

La gran mayoría de informes que se oyen sobre las elecciones del 28 de noviembre de 2011 en la RDC, provengan de misiones de observación nacionales como internacionales, prácticamente dicen lo mismo. En resumen, esto es lo que dicen: “En general, las elecciones se han desarrollado según las normas universales, exceptuando algunas irregularidades observadas aquí y allí y algunos casos de violencia con resultado de muerte, irregularidades que no pueden influenciar el resultado de las urnas”. Estas irregularidades, aclaran unos y otros, se deben achacar a una mala preparación, a una negligencia o a una falta de profesionalidad por parte de los agentes de la Comisión Electoral Nacional Independiente (CENI). Casi todos terminan invitando a los candidatos y al pueblo congoleño a aceptar el veredicto de las urnas que se conocerá el 6 de diciembre [artículo escrito el día 3] con ocasión de la proclamación de los resultados provisionales por el presidente de la CENI.

Estos informes tienen una manifiesta orientación ideológica. Detrás de esos informes oficiales que obedecen a una cierta ideología se oculta la verdadera realidad de nuestras elecciones. Para mí, la verdad del escrutinio del 28 de noviembre podría resumirse en los siguientes términos: unas elecciones apresuradas con una deliberada voluntad de hacer trampa dentro de un clima de violencia organizada.

ELECCIONES APRESURADAS

Durante los cinco años de la legislatura que ahora concluye, no hemos visto en el presupuesto del Estado congoleño ni una rúbrica que concierna la preparación de los plazos electorales previstos por la Constitución del país. Más aún, la puesta en marcha de la CENI que debía reemplazar al CEI se hizo tarde, precipitadamente y bajo una cierta presión tanto interna como externa. La ley orgánica que dicta la organización y funcionamiento de la mencionada CENI es portadora en sí misma de los gérmenes de la debacle electoral que estamos viviendo. Efectivamente, ¿Cómo podemos esperar tener una comisión electoral nacional independiente cuando ésta está compuesta por los políticos que se presentan a las elecciones y que la mayoría en el poder también es mayoritaria en la sede de la institución? ¿Cómo confiar en una institución que de independiente sólo tiene el nombre?

El calendario establecido y anunciado por la CENI no ha sido respetado. Efectivamente, excepto la fecha del 28 de noviembre que se ha mantenido a toda costa, las otras operaciones han sufrido un gran retraso que normalmente habrían obligado a retrasar la fecha elegida para la votación. Por consiguiente, las elecciones se han llevado a cabo a pesar de que el material electoral no fue desplegado en todos los centros de votación.

Todo ha transcurrido en un ambiente de precipitación como si las elecciones fuesen una finalidad en sí mismas y que hubiese que celebrarlas incluso desordenadamente.

DELIBERADA VOLUNTAD DE HACER TRAMPA

Esta voluntad de hacer trampa o de manipular el proceso electoral en favor de un candidato comenzó con la reforma de la Constitución al reducir el número de vueltas de las elecciones a sólo una. Una reforma constitucional que no fue validada por un referéndum popular y que se realizó en medio de un ambiente de corrupción probada.

La reforma del archivo electoral también ha sido realizada en el mismo clima de dejadez. Se habla de duplicados, de omisiones y de la entrega de cartillas de votante a niños, policías, militares y hasta a extranjeros. La resistencia que ha opuesto la CENI a la petición de auditoría del archivo electoral se inscribe en el mismo marco de una voluntad de hacer trampa. Durante el desarrollo de la votación, la presencia de boletos de votos ya punteados a favor de un candidato es una prueba más de esa misma voluntad. No se puede hablar aquí de una simple irregularidad. ¿Cómo han llegado estos boletos a manos de esos particulares? ¿Quién se los ha dado?

La exclusión o el apartar a un lado a ciertos testigos de los centros electorales, así como el levantamiento de ciertas urnas por elementos armados hacia un destino desconocido, son del mismo modo pruebas de un fraude electoral.

ELECCIONES EN UN CLIMA DE VIOLENCIA ORGANIZADA

Ya en el periodo preelectoral, incluso antes de la propia campaña, hemos observado actos de violencia por parte de los dos bandos: la mayoría gobernante y la oposición. Por ejemplo, destacaremos la destrucción malvada, entiéndase el incendio, de las sedes de los partidos, de las cadenas de televisión… asesinatos… Durante la campaña y sobre todo el último día de ésta en Kinshasa, hemos presenciado actos de gran violencia.

El propio día de la votación, se registraron varias muertes en diversos puntos de la capital y del resto del país. Y ello por parte de la población y por parte de elementos armados del poder saliente.

Todas estas circunstancias que acabamos de mencionar muestran a las claras que no hemos tenido unas verdaderas elecciones. Como en el año 2006, hemos presenciado una farsa de elecciones cuyo único objetivo es dar legitimidad interna al que ya ha sido elegido por los “hacedores de reyes” en los países del tercer mundo y particularmente en África. De ahí la manipulación no sólo de los resultados, sino también de la opinión pública tanto nacional como internacional para la aceptación del “veredicto” de las urnas. Un veredicto que sabemos por adelantado que está trucado y mangoneado a favor de un candidato. Trayendo como consecuencia, tal como en Costa de Marfil, la guerra civil.

¿CUÁL DEBERÍA SER EL PAPEL DE LA IGLESIA EN ESTA SITUACIÓN?

La Iglesia, que ha participado activamente en este proceso esforzándose primero en una gran labor de educación cívica y electoral, y a continuación observando el proceso de votación con el despliegue de 30.000 observadores a lo ancho y largo de todo el territorio nacional, tiene el deber de velar por la proclamación de los verdaderos resultados de las elecciones.

En vista de lo que se prepara, podemos decir que sólo la jerarquía de la Iglesia católica puede evitarle al país un segundo secuestro electoral y un golpe de Estado organizado que podría desembocar en un baño de sangre.

Por ello, creemos que nuestra Iglesia podría inspirarse en lo que ocurrió en las Filipinas en la época del presidente Marcos. Efectivamente, tras hacer trampa, el presidente Marcos se proclamó vencedor de las elecciones que lo enfrentaban a la señora Cori Aquino. Fue el Cardenal Sin, de feliz recuerdo, quien asió a dos manos su profética valentía para proclamar desde Radio Veritas los verdaderos resultados de las elecciones. Tras esta proclamación, los americanos enviaron un helicóptero para rescatar a Marcos y llevarlo a Estados Unidos donde se exilió.

¿Tendrán los obispos de la CENCO esta misma profética valentía que animó al Cardenal Sin? Es lo que espera y desea todo el pueblo congoleño.

Redactado en Kinshasa el 3 de diciembre 2011.

Abad José Mpundu


Sacerdote de la archidiócesis de Kinshasa

E-mail: josempundu@ic.cd – jose_mpundu2001@yahoo.fr

Traducido para Fundación Sur por Juan Carlos Figueira Iglesias.

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