El virus de la buena convivencia se llama: “radicalización”.

9/10/2017 | Editorial

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Los medios de comunicación, africanos y globales, nos informan a diario de personas jóvenes que se han radicalizado y combaten en células yihadistas y otros grupos radicalizados, para imponer su ideología sobre los demás.

Esta radicalización se puede manifestar en diversas ideologías y comportamientos, de carácter: étnico, cultural, político, económico, militar, religioso, etc. como lo constatamos cada día, en todas las sociedades del globo y en la nuestra también.

Lo que me parece particularmente relevante es darnos cuenta de: ¿por qué y cómo llegamos a esa ideología y comportamiento radicalizados, como grupos del 1 O.?

Toda radicalización, de cualquier extremo, naturaleza y pueblo que sea, supone hoy, junto con la gobernanza irresponsable, el paro y la desigualdad social, la mayor amenaza a nuestra convivencia solidaria.

Mi deseo no es el de buscar responsables, pues todos lo somos de alguna manera, aunque unos lo sean más que otros, por su posición social.

¿Cómo y por qué llegamos a ideologías y comportamientos exclusivos y violentos?

Tratándose de una realidad humana y social tan compleja como global, solo deseo indicar tres, de las causas de esta radicalización, que me parecen muy relevantes.

La primera: insuficiente madurez y responsabilidad humana, debida ante todo a la pobreza, de nuestro sistema educativo y de valores auténticos, como el de la solidaridad y el de la Fe.

Esta fragilidad de valores humanos nos lleva fácilmente hacia actitudes exclusivas que dificultan la acogida y el diálogo para aceptar, escuchar y colaborar con personas de otra lengua, raza o religión.

La segunda: pobre conciencia social y falta de equilibrio e integración entre la autonomía personal o regional y la solidaridad o cuidado de los demás.

La libertad humana solo es madura cuando se preocupa por el bien común de todos y se compromete en su responsabilidad social, en primer lugar con los marginados.

La tercera: falta de líderes profesionales e íntegros que, promuevan de verdad, en colaboración con toda la sociedad, el bien común, por encima del bien individual o partidista. Aquí constatamos una clara crisis de líderes íntegros y éticos.

Cuando el árbol está sano, da buenos frutos. Cuando está enfermo, da malos frutos. Cosechamos en gran medida, lo que sembramos. Ojalá esta crisis nos ayude a reflexionar sobre la calidad de lo que sembramos y a comprometernos para colaborar juntos por el desarrollo sostenible de toda la sociedad.

Las ideologías y comportamientos radicalizados de algunos líderes actuales y de ciertas partes de la sociedad actual, tanto en África como aquí, delatan una enfermedad o virus, que afecta al mismo tiempo a la persona, a la sociedad y a los agentes sociales.

Ser consciente del virus o enfermedad es esencial para encontrar la sanación de la raíz del mal, y no contentarnos con tratar los síntomas de la radicalización, con medios inadecuados, como las declaraciones unilaterales, la manipulación social, las manifestaciones violentas, o las intervenciones policiales desproporcionadas.

Necesitamos reflexionar y analizar más en profundidad sobre lo que nos ha llevado a esta y otras situaciones de radicalización y enfrentamiento, que nadie o casi nadie desea. ¿Seremos sabios y audaces para llegar a las raíces de tanta radicalización y tomar los medios adecuados para promover respeto y convivencia en la diversidad?

Encontramos situaciones de radicalización y de violencia, personal y social, por todo el globo: Europa, EEUU, Asia, Oceanía y África. Existen demasiados ejemplos, hasta el 1 O

Concluyo estas breves reflexiones con la visión, palabras y ejemplo de unos de los líderes más íntegros y carismáticos de la historia africana y global: Nelson Mandela, sobre la violencia en Burundi.

Pocas de las parte involucradas en la negociación, parecen haber aprendido el arte del compromiso. La inflexibilidad desde ciertas facciones complicará de manera inevitable la consecución de los compromisos necesarios para un acuerdo factible para la paz…El verdadero problema de Burundi es la falta de un liderazgo dinámico que comprenda la importancia de la unidad nacional, de la paz y de la reconciliación, un liderazgo con visión de futuro y al que conmueva la violencia sobre civiles inocentes…

El compromiso es el arte del liderazgo, y uno se compromete con su adversario, no con su amigo. De un estudio de vuestra situación resultaría que todos os habéis estado posicionando de manera inflexible, concentrándoos en maniobrar para desacreditar o debilitar a vuestros rivales. Apenas ninguno de vosotros se ha concentrado en llamar la atención sobre las cuestiones que os unen a vosotros y a vuestro pueblo…

Todo líder debe saber:
* que hay hombres y mujeres buenos en todas las comunidades que pueden asumir el servicio a la comunidad,
* que un verdadero líder debe trabajar duro para suavizar las tensiones, sobre todo cuando trata cuestiones delicadas y complicadas. Los extremistas normalmente se crecen cuando hay tensión, y la emoción pura tiende a reemplazar el pensamiento racional,
* que un verdadero líder busca en toda cuestión, independientemente de lo grave y delicada que sea, asegurar que al final del debate, salgamos más fuertes y más unidos que nunca,
* que todos: hutus, tutsis y batwas, somos necesarios para conseguir el bien común de este país y el de los pueblos” Nelson Mandela. “Conversaciones conmigo mismo”. Pag. 443-4

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