El sistema político-económico ha sustituido la justicia por la “caridad”, en África y en todo el mundo.

31/10/2016 | Editorial

Este sistema político-económico actual, como bien analiza Iñaki Gabilondo, invade toda nuestra vida, todo el espacio público, porque los medios de comunicación así hacen también su negocio.

De hecho, la sociedad está cansada y desconcertada, por este sistema que nos esclaviza y por los medios que nos manipulan. ¿Hasta cuándo vamos a permitir que el sistema capitalista actual (político-económico y medios de comunicación) nos invadan, manipulen y esclavicen?

Nuestro mundo, se vuelve muy pequeño, atrapado en los asuntos mezquinos de los partidos políticos, bancos, medios de comunicación, legalismos religiosos y de la burocracia.

Mientras tanto, los grandes desafíos, como: el paro, la desigualdad social, los pobres servicios sociales, la violencia, el trato degradante que damos a los refugiados, las guerras que provocamos para acaparar los recursos, la injusticia con la que tratamos a los países africanos, el tráfico de personas (mujeres), de armas y drogas, etc. nos pasan de largo, como si no existieran.

1966, Ken Loach rodaba para la televisión una película que rápidamente sus compatriotas colocaron entre lo mejor que habían visto en su vida. Lo más conmovedor, por emocionante, y, ya puestos, por reflejar con pulcritud la herida de una sociedad enferma. “Cathy come home”, así se tituló, es ya un clásico que habla de gente sin hogar, de los desheredados de un mundo esencialmente injusto. Pues bien, han pasado 50 años y su director nos ha entregado entre tanto una filmografía perfecta construida entre las grietas de un sistema que, admitámoslo, se desmorona.

Nos lo recuerda con frecuencia el Papa Francisco: “Esto no sucede solamente porque la inequidad provoca la reacción violenta de los excluidos del sistema, sino porque el sistema social y económico es injusto en su raíz” (E.G. nº 59)

A sus 80 años, Ken Loach regresa con “Yo, Daniel Blake”. Y lo hace con una claridad y empeño que más que soportar la prueba del tiempo, lo construye, le da sentido. Con esta historia de un hombre atrapado en el laberinto de la ineficacia de los servicios sociales, el director conquistó en mayo su segunda “Palma de Oro”. Y todo en un intento de demostrar la acritud de un mundo, que hace tiempo sustituyó la justicia por la caridad. Y para disimular o curar la mala conciencia, inventó la burocracia; una complicada herramienta de cálculo social que básicamente sirve para «recordar a los humillados que la culpa es suya», dice el director. Este sistema político-económico, que invade toda nuestra vida porque lo consentimos, es perverso.

Lo afirma claramente el Papa Francisco: “Los planes asistenciales, que atienden ciertas urgencias, solo deberían pensarse como respuestas pasajeras. Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema. La inequidad es la raíz de los males sociales” (E.G. nº 202)

Todas las Asociaciones, Fundaciones y ONG deberían tomar en serio e integrar en sus programas y actividades, estas palabras, esta visión y actitud que inculca el Papa Francisco y el Evangelio. “Justicia quiero y no sacrificios”. (Mat. 5,20). Con frecuencia, nos olvidamos de la justicia o la sustituimos con ayudas, como quiere el sistema y los poderes financieros.

Las nuevas estructuras de poder, derivadas del paradigma tecno-económico pueden arrasar no solo con la política sino también con la libertad y la justicia.

El hombre moderno no está preparado para utilizar el poder con acierto, porque el inmenso crecimiento tecnológico no estuvo acompañado de un desarrollo del ser humano en responsabilidad, valores y conciencia.” (L.Si. Nº.105)

Debemos ser los protagonistas de nuestra propia liberación de este sistema perverso. Necesitamos unir una visión de Familia, valores humanos y energía, compartida con todos los Movimientos sociales y religiosos que promueven un mundo más humano y justo, integrando a todas las personas, particularmente las más marginadas.

Estos movimientos sociales que trabajan con valentía por una democracia real y una sociedad más justa, ya operan en 32 países de los 47 de África Subsahariana y están protagonizados particularmente por las mujeres y los jóvenes.

Hoy deben colaborar con todos los Movimientos globales que trabajan por una Economía para el Bien Común, una Banca ética y una Justicia ecológica, en nuestra Casa Común.

África, y las personas descartadas por el sistema, no necesitan “limosnas” sino ser tratados con respeto, justicia y responsabilidad.

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