El sistema financiero capitalista es la mayor tiranía de la humanidad.

18/04/2016 | Editorial

La situación económica condiciona, y a veces determina, las cuestiones de poder, democracia, salud, educación, medio ambiente y bienestar social, en África y en todos los continentes. Como siempre, los pueblos que más sufren las consecuencias de esta dictadura capitalista, son los pueblos más vulnerables del globo, como los africanos.

Diferentes eventos recientes nos muestran que el capital financiero se ha erigido como la tiranía más cruel de la sociedad, sobre todo después de la crisis financiera que aún estamos atravesando. A través de esta crisis, los poderes financieros de la UE han conseguido aumentar los recortes en servicios sociales y cargar toda la culpa sobre el gasto público.

Este sistema financiero solo puede producir más crisis, más corrupción y nuevas formas de esclavitud para la mayoría. Una prueba bien patente, está en los recientes “Papeles de Panamá”.

Países que se han atrevido a dejar caer a sus principales bancos, como Islandia, han podido ver los frutos de su cambio de sistema, y ahora están controlando la gestión del capital para el bien común.

Islandia ha vuelto al crecimiento económico más rápido que el resto de Europa desde 2012 y ha reducido a la mitad el número de desempleados.
Islandia consiguió controlar los bancos de forma democrática. Sin embargo este caso tan exitoso es por el momento, una excepción en le UE. En general, el capitalismo neoliberal ha salido reforzado.

Potenciar el control democrático de los bancos es una tarea urgente y será necesario sensibilizar y movilizar a la sociedad en este sentido. De lo contrario, el riesgo de mayores crisis financieras es demasiado grave.

El Foro Internacional de Economía ha lanzado una iniciativa en la que muestra claramente como quiere controlar y determinar el funcionamiento de las grandes Corporaciones y la Gobernanza. Llama a marginar la toma decisiones de los gobiernos, para favorecer la toma de decisiones y gobernanza por un sistema de multinacionales.

¿Cuáles serán las consecuencias para la democracia, responsabilidad, transparencia y el respeto de la ley y Derechos Humanos (DDHH), si lo consiguen?

Podemos constatar en el momento actual, que el grado de control de la economía y de la política, por parte de las grandes multinacionales, sobrepasa el poder de decisión de los gobiernos.

Por tanto nuestra democracia y respeto de los DDHH es algo casi nominal, y nuestra capacidad para exigir responsabilidad y transparencia son cada día más limitadas. Esta situación de control por los súper poderes financieros supone la mayor esclavitud, llevada a cabo con casi total impunidad, en la historia de la humanidad.

Una manifestación escandalosa de esta tiranía de los poderosos financieros está resultando particularmente dolorosa en la revelación de los Papeles de Panamá.

Aunque algunas formas de abuso del poder y corrupción han existido siempre, lo que nos resulta particularmente vergonzoso, es la magnitud del escándalo de la corrupción, que cada día adquiere dimensiones más globales.

En solo un año, se han descubierto 12 millones de documentos que muestran una sistemática explotación de los sistemas legales de impuestos, por individuos y multinacionales de más de 200 países, y que revelan más de 125 “offshore” compañías administradas por “Moshack Fonseca” en Panamá.

Solamente África, según el informe del “High Level Panel Report of IFFs” pierde unos 50 millones de USD al año en estos ilícitos traspasos de capital. Sub-Sahara África, entre 2004 y 2013 perdió unos 675 billones de USD.
En Uganda, la compañía “Tullow Oil” ha causado la pérdida de 404 millones de USD, al no pagar los impuestos debidos.

Ahora todo el mundo habla de reforzar un sistema legal global para proteger los sistemas financieros de los países más frágiles legalmente y con mayor grado de corrupción. Y todos sabemos que aunque las leyes y acuerdos de los gobiernos existan, la implementación no está en absoluto garantizada.

Tampoco debemos olvidar que este nuevo escándalo de la tiranía del capital, es tan solo un síntoma de un sistema radicalmente injusto e inhumano, que muestra su crueldad en muchas otras formas de esclavitud: acaparamiento de tierras que en África ha alcanzado dimensiones alarmantes, escasez de alimentos, violencia y desplazamiento de poblaciones enteras para explotar los recursos naturales y minerales, tráfico de personas, abuso de menores, degradación medio ambiental, etc.

De nuevo, será la participación responsable de los ciudadanos en la toma de decisiones, incluyendo mujeres y jóvenes, la única garantía de una democracia real y de una gestión responsable de los recursos, en cada nación y en el globo.

El 15 de agosto 2015, 1500 activistas, en una acto pacífico de desobediencia civil, consiguieron que se cerrara la “Garzweiler Lignite Mine in Rhineland” en Alemania, la mayor fuente de emisiones de carbono en Europa.

La creciente “precariedad” en las condiciones de trabajo y de vida, pone en peligro el mismo entramado social. ¿Podría esta misma precariedad ser el inicio y el estímulo de un nuevo despertar social para renovar todo el sistema político-económico actual?

Muchos dictadores piensan que: “la mejor forma de conseguir que los ciudadanos no participen en la gestión de los asuntos sociales, es mantenerlos en la precariedad”.

Pero las mujeres de Burkina Faso se dieron cuenta, que aunque empobrecidas, tienen el poder en sus manos y salvaron la democracia del país, por dos veces: en 2013 y 2015.

Durante la Primavera Árabe, el periodista Abdel-Salam Karman sabía los riesgos que corría, pero lanzó el influyente grupo: “Women Journalists Without Chains”, para defender la libertad de expresión y los DDHH.

El joven Mohamed Bouazizi de Túnez, con su sacrificio, representaba a todo un pueblo cuyos DDHH habían sido negados. Hoy Túnez es una inspiración para otros países árabes, aunque sigue con importantes retos sociales.

Las nuevas formas de esclavitud y de tiranía capitalista todavía continúan, pero los ejemplos de participación ciudadana, de liberación y de protagonismo tomado por mujeres y jóvenes en muchos países africanos, para construir un mundo más justo y solidario, también aumentan.

Ahí radica la esperanza de los pueblos.

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