El renacer de música tradicional, sólo para mujeres tuareg en Argelia

15/02/2016 | Cultura

Un violín con una única cuerda, una tradición al borde de la extinción, tocado sólo por mujeres tuareg está haciendo su reaparición en Argelia.

Las mujeres han tocado, durante mucho tiempo, el imzad en las comunidades matriarcales tuareg de las montañas Haggar y Tassili en el sur de Argelia y las vecinas regiones desérticas de Níger y Malí.

Sin embargo, a principios del 2000, sólo quedaban en Argelia dos mujeres que todavía tocaban este instrumento único elaborado con la mitad de una cáscara de calabaza cubierta con piel de animal, un mango de madera y una cuerda de crin de caballo.

mujer_mayor_tocando.jpgLas jóvenes mujeres tuareg, atraídas por ritmos comerciales modernos, habían perdido el interés por el instrumento, declara la etnóloga alemana Edda Brandes. Pero hoy en día, gracias a la asociación “Save the Imzad” (Salvad el Imzad), decenas de mujeres jóvenes están aprendiendo de nuevo a usar el imzad en tres escuelas en la región de Haggar. Los hombres corren el riesgo de sufrir una maldición si tocan el instrumento, de acuerdo con una antigua creencia.

Khoulene Alamine, que tiene más de ochenta años, enseña su arte a las generaciones más jóvenes en la desértica ciudad de Tamanrasset. «Estoy feliz de poder transmitir este arte que he estado interpretando desde que tenía 10 años». «Espero que todas las niñas lo aprendan. El imzad debe ser interpretado por chicas jóvenes y hermosas.»

Guerreros y amantes

El lamento discreto y refinado del instrumento ha acompañado tradicionalmente las poéticas canciones populares o aquellas que glorificaban las hazañas de los héroes del pasado.

Sobre una alfombra en la arena de la meseta Tagmart, a unos 30 kilómetros de Tamanrasset, Alamine se sienta con la espalda recta, manteniendo el imzad sobre sus piernas cruzadas. Toca con su mano derecha el arco, levantando su mirada hacia la luna creciente que ha aparecido en el cielo. Sentado junto a ella a la luz del tono rojo de la puesta de sol, un poeta con una larga túnica azul recita unos versos. «El sonido del imzad me da una energía increíble», explica Husseini Nekhat.

En la tradición tuareg, el instrumento acompañaba reuniones denominadas «Ahal» que podían durar toda la noche. Farida Sellal, nacida en Argelia, fue testigo de estas costumbres cuando trabajó como oficial de la oficina de correos y telecomunicaciones en Tamanrasset, en la década de los 70. Su pasión por el desierto la llevó de nuevo a la zona de tres décadas después. «Sólo quedaban dos mujeres que aún tocaban el imzad pero ya no había más “Ahal”, cuenta. mujeres_tocando.jpg

Patrimonio de la humanidad

Cuando Farida Sellal le preguntó a un líder de la comunidad lo que había sucedido, él, en tono de broma respondió: «Es tu culpa. Nos trajiste el teléfono». En 2003, juntos, fundaron la asociación “Save the Imzad”.
Diez años más tarde, se encargaron de que las «prácticas y conocimientos vinculados al imzad» fueran añadidas al patrimonio cultural inmaterial de la Humanidad de la Unesco.

Seddik Khettali, miembro fundador de la asociación viajó desde Tamanrasset para abogar por el caso del instrumento a una reunión de la ONU en Azerbaiyán.
«Soy la primera tuareg en haber hablado, en nuestro propio idioma, a la agencia cultural de la ONU”, dice con orgullo.

Save_the_imzad.jpgLa «Casa del Imzad» abrió en Tamanrasset, con el objetivo de convertirse en un icono de la cultura tuareg.
Es sede de un estudio de grabación, un estudio de baile, un escenario para actuaciones y un taller para la fabricación del instrumento. En el interior, la artesana que fabrica los imzad, Cheynoune Zeineb, se sienta con las piernas cruzadas sobre una alfombra rodeada de varias mujeres aprendices. En los dedos de la mano, sujeta una cuerda de crin de caballo, cuyo otro extremo final está sujeto entre los dedos de los pies. «Hacer una imzad requiere observación y mucha paciencia», dice ella.

Puede llevar varios días fabricar el instrumento, la mitad de una cáscara de calabaza a veces recogida del propio jardín, debe secarse. Después se estira, sobre esta caja de sonido, una piel de gacela o de cabra y se perfora con dos con agujeros, finalmente se decoran con motivos tuareg. El mango está hecho de madera de acacia o de adelfa.

El productor musical, Mehdi Bennacer, cree que el imzad ahora sobrevivirá, con renovado interés en todo el mundo para la música tuareg, como la banda de blues del desierto Tinariwen.

«La búsqueda de los propios orígenes no va a terminar nunca», dice, y «el sonido del imzad vivirá».

africareview.com

Fundación Sur

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