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Inicio > Bitácora africana > ![]() ![]() Ordoñez Ferrer, Carlos Carlos Ordoñez Ferrer como él dice "Antes fui realizador de televisión. Ahora soy activista, viajero y escribidor. Es mejor para la salud" . Colaborador de MUGA El Centro de Estudios y Documentación sobre Inmigración, Racismo y Xenofobia, MUGAK, impulsado desde SOS Arrazakeria, Organización que viene desarrollando su labor desde 1995. Carlos Ordoñez Ferrer ha pasado nueve meses en Mozambique tiempo en el que ha escrito su blog Mozambiqueando que a partir de ahora podremos encontrar en nuestra página web De vuelta a España realizó el Master "Información Internacional y países del Sur" de la Universidad Complutense de Madrid ![]() El nieto del hechicero, por Carlos Ordoñez Ferrer 24 de julio de 2009. Karina combatió en Camboya primero, el Congo después y Mozambique ahora. Ella es nutricionista y combate contra el hambre. Y denuncia a la multinacional Nestle que hace campaña en este continente desnutrido para sustituir la leche gratuita de las madres africanas por su costosa leche química. Karina también es uruguaya. Nos llamó un amigo desde Maputo.
Por supuesto. Nosotros acogemos a casi todo el mundo en nuestra casa. Es algo que nos hace felices. Y si esa persona es uruguaya, además nos despierta de nuevo la saudade por esa tierra planita, con gente de brazos abiertos, que toma mate sin dejar de pedalear su bicicleta por la rambla, que habla bajito y escucha, que sonríe tímidamente, como pidiendo permiso, que siempre que puede organiza un asado con la excusa de seguir hablando y juntar a los amigos. Una gente que aún anda buscando a sus desaparecidos. Iba a buscarla. Al llegar a la altura del aeropuerto giré a la derecha y aparqué. Aún faltaban treinta minutos para que aterrizara el avión. Cuando eché el freno de mano me percaté de que había entrado en dirección contraria. Por la derecha, cuando aquí se conduce por izquierda, camarada. Bajé y me acerqué a la Terminal.
El dedo del policía indicaba que el tipo me llamaba seguro de sí mismo. Feliz de haberme cazado.
Mientras que con la otra mano me hizo el gesto de que esperase, con la derecha seguía indicando a alguien por encima de mi hombro que también se acercara. Me volteé para mirar. Se trataba de otro policía. Al llegar a su altura se cuadró. Cosa que me hizo suponer el mayor número de rayas en el hombro del que llamaba.
El reprendido me miró con cara de sorpresa.
El mando se dirigió a mí
El agente iba desde la mirada de perro sumiso ante a su superior a la de ceño fruncido cuando me miraba a mí. El caballero de las rayas en los hombros se alejó dejándome ante las fauces del policía humillado.
Fui al auto, rebusqué y los encontré.
¡Mierda! Pensé. La cosa se estaba complicando. Faltaban veinticinco minutos para que llegara Karina. Le traté de explicar al agente lo de conducir por la derecha
Mi cara de arrepentimiento de momento no causaba ningún efecto.
Lo entendí a la primera. Me pedía el carnet de conducir. El carnet que había olvidado en casa, junto al pasaporte. El policía me miró con los ojos bien abiertos. Incrédulo ante tantas faltas en un solo blanco. Me preguntó donde vivo.
Monté en el coche y apreté el acelerador. El avión de Karina estaba acercándose. Tomé un atajo. No se me pinchó ninguna rueda. No me paró ningún policía por exceso de velocidad. La única novedad es que en esta ocasión no le paré a una persona que hacía autostop. Llegamos al aeropuerto a la vez el avión de Karina y yo cargado de documentación en regla.
El señor de la gorra de plato miró detalladamente el carnet de conducir. Después de un rato en el que yo estiraba el cuello para ver si aparecía alguna mujer con pinta de uruguaya, el agente sentenció
Mis ojos de cordero degollado comenzaron a ponerse en marcha.
No había aún nadie con mate que tararease a Zitarrosa. El calor no daba tregua y en la salida de la Terminal nos arremolinábamos unas treinta personas sudorosas. Alguien me tocó la espalda. Era Díaz. “Todos os dias, Díaz está pronto para servir a você”. Nos saludamos con alegría y preguntando si todo está bien. Le conté mi “aventura” policial.
Se rió y marchó hacia el agente. Con un ojo estaba atento a la salida de pasajeros. Y con el otro le veía a mi amigo charlando sin economía de gestos con el funcionario. Me imaginaba la conversación: “Agente, ya sabe cómo son los blancos, un poco bobos. No se dio cuenta, es un despistado, pero no es mala gente. Aunque sea blanco no tiene dinero. Mil meticais es demasiado. Seguro que en algún momento le puede hacer algún favor. Déjelo en 400 y lo zanja ahí. No es turista. Trabaja aquí.” Algo así me imaginaba cuando vi a una muchacha con cara de ser del barrio de La Teja de Montevideo.
Cuando nos íbamos a dar un beso a modo de saludo, Díaz me volvió a tocar la espalda con toda la documentación recuperada.
El policía se aproximó sin rastro de los 500 meticais pero con la mano extendida
Cuando íbamos para la ciudad Karina me preguntó qué había sido todo eso.
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