El mundo a la espera del liderazgo de África (parte 1/2)

22/11/2018 | Opinión

esclavitudes.jpgLa modernidad podría definirse por la distinción epistemológica fundadora, sujeto/objeto, y como resultado de ello la producción de la oposición estructurante naturaleza/cultura. Esta relación con el mundo, separando al Hombre de la Naturaleza y colocándolo por encima, permitió la elaboración y el desarrollo de tecnologías de explotación de los recursos de la naturaleza, pensados entonces, como ilimitados, en beneficio de la especie humana (antropoceno) o más bien de una pequeña parte de ella que se había convertido en medida de la humanidad (capitalización u occidentalización).

Esta ontología moderna ha sido, de hecho, el motor principal del imperio europeo en su proyecto de domesticación y explotación de la Naturaleza y también de cualquier otra forma de alteridad cultural.

Hoy en día, esta modalidad culturalmente situada de representación de las interacciones entre las actividades humanas y el resto de las entidades vivientes, humanas y no humanas, para decirlo en términos de Lautier, se enfrenta a señales alarmantes que revelan la infinita complejidad de acciones y retroacciones de los diferentes seres que conforman el sistema Tierra.

El hombre, que ahora ocupa el espacio de una fuerza geológica, influye globalmente sobre la historia reciente del sistema Tierra. Pero, como ya señaló Marx para la historia de las sociedades humanas: «El hombre hace la historia pero no conoce la historia que hace». Así, el poder adquirido por la especie humana, capaz ya de modificar la trayectoria del clima, la acidez de los océanos, la biodiversidad, etc. revela paradójicamente una impotencia igualmente vertiginosa.

Y es muy preocupante constatar que la perturbación de los equilibrios que hasta ahora han hecho posible que la especie humana se mantenga en condiciones de relativa estabilidad, encuentra su origen más inmediato en los excesos del capitalismo y su secreción de desigualdades e injusticias.

El proyecto, en adelante, imperativo de deconstrucción de la modernidad, para tratar, sobre todo, de proponer alternativas políticas creíbles e instituciones democráticas ad hoc destinadas a reducir la huella ecológica de la especie humana sobre Gaia, debe alimentarse de la multiplicidad de discursos críticos traídos por la cohorte de cuerpo5 que el impacto de la modernidad sobre los tres últimos siglos habrá marginalizado o mercantilizado (crítica feminista, crítica poscolonial, crítica queer, etc.).

Esta reflexión se propone plantear las pistas de la especificidad de una contribución africana, pensada desde su historicidad propia, para aprehender los nuevos retos globales, formulando la pregunta siguiente:

¿Está África entre los lugares que puedan ser privilegiados para pensar la realización moderna del Mundo a fin de comprender mejor y frustrar la red de tensas asimetrías que ha trazado durante los últimos siglos en el valor de la vida y de los seres vivos?

África en el corazón de los márgenes de la Modernidad

De todos lados de la ciencia, los especialistas no dejan de hacer sonar la alarma y de preguntarse: ¿Habrá entrado el Hombre en una carrera de persecución contra sí mismo? ¿Cómo salir entonces, de esta manera de actuar moderna depredadora que nos lleva hacia nuestra extinción?

Quizás, sería apropiado tomar como punto de partida los espacios de resistencia frente al proyecto moderno. En resistencia, precisamente porque el proyecto moderno ha ayudado, de cierta manera, a excluirlos de un santuario de privilegios que estaba tratando de lograr y al que sometía todo lo demás, o casi. Es por eso que desde estos lugares, sujetos de estos márgenes, nos gustaría pensar en lo que podría ser un reverso de la Modernidad. No es que se trate, en la fiebre de una pureza completamente revolucionaria, de destruir la Modernidad y el conjunto de todos sus logros, sino más bien que sea necesario pensar con sus opuestos y sus marginados. Y aquí, está claro que algunos lugares en la marginalidad tienen un poder de revelación más importante que otros (y esto es el objeto de esta reflexión).

El concepto de margen podría definirse como este espacio donde el discurso del poder sobre sí mismo choca con su mentira y deja ver el alcance real de una política sobre el conjunto de seres vivos. Es, por lo tanto, un concepto de gran fecundidad heurística y, para nuestros propósitos, una valiosa herramienta conceptual para la deconstrucción de la Modernidad, desde una cierta perspectiva. En esto, nos situamos en la continuidad de los esfuerzos de Michel Foucault para quien, según Lautier Bruno: «El objetivo […] no era hablar de los excluidos”; algo que ha hecho muy poco en sus escritos teóricos sino que lo reservó para su actividad militante. Su objetivo era un objetivo de método: mostrar que una sociedad se comprende no por un análisis desde dentro, sino desde los márgenes: los locos, los enfermos, los criminales, los pervertidos, no nos enseñan gran cosa sobre sí mismos, pero mucho sobre nosotros».

Por lo tanto, proponemos la hipótesis de que África constituye este un margen a partir del cual la Modernidad, como proyecto biopolítico, se revela por lo que realmente es: Luces tanto como Tinieblas.

África, gozne de un universal de la circulación y del movimiento

A nivel metodológico, en esta primera etapa, que es una mirada sobre África (concebida como una marginalización estratégica de la Modernidad), se debe agregar una segunda anclada en el movimiento. Un movimiento circular constante, pasando constantemente de una experiencia histórico-cultural a otra, de un modo de ser a otro. El movimiento como fundamento y ética, para expresarlo como Bachir Diagne, de un universalismo lateral revelado por el proceso mismo de la traducción; pero una traducción extendida que permite igualmente pasar de una experiencia cultural a otra (de un idioma a otro), así como de un modo de ser a otro (de una ontología a otra).

Obviamente, este enfoque está destinado a desviarse de toda lógica de resentimiento guiada por un afrocentrismo de retaguardia, así como de una lógica de la piedad, incluso en sus más distinguidas expresiones, reduciendo siempre al final África a un vacío que, por naturaleza, no sabría llenar por sí misma.

El esfuerzo hacia este movimiento circulatorio, que cuestiona la modernidad desde sus márgenes es el precio de escribir un relato compartido del devenir. Y África puede realmente, a partir de su propia experiencia (es decir, la de una vulnerabilidad en la era moderna), abrir nuevos posibles sobre los problemas globales que son objeto de los debates contemporáneos, intelectuales y políticos, cubriendo de un extremo a otro, la cuestión de la supervivencia del Hombre (para los más pesimistas) o más simplemente la de la vida buena (para los menos alarmistas).

La preocupación por una política global de los seres vivos aparece hoy como una de las dimensiones fundamentales de un pensamiento crítico que tendría la vocación de proponer mecanismos de distribución equitativa de los recursos y de protección de la vida humana sobre la Tierra. Partiendo de la perspectiva de los indios del Amazonas, un autor como Philip DESCOLA llama a abandonar lo que define como una visión naturalista del Mundo que llevó al mundo occidental a reducir el conjunto de las entidades naturales (en el que los Africanos han sido, a menudo, clasificados) a una reserva inagotable de bienes y de energía.

Y cuando se aborda de manera antropocéntrica la cuestión de la vida, de la variabilidad de sus formas, de sus condiciones de posibilidad biopolítica y de sus límites (¿Hasta qué punto se puede decentemente estar vivo?), África se presenta efectivamente como una masa colosal cuyo ocultamiento corre el riesgo de ocultar la parte sumergida del iceberg.

En tal perspectiva, África aparece como un espacio singular que ofrece una visión sin barniz de lo que el poder puede hacer de la vida y, más particularmente, lo que la exposición prolongada a la brutalidad de los sistemas de explotación nacida de la Modernidad ha hecho de las diferentes formas de vida sobre este vasto territorio.

Tabué Nguma

* Tabué Nguma es de la República democrática del Congo (RDC), diplomado por la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales. Es asesor de la UNESCO en el Proyecto de la Ruta del Esclavo y la Historia General de África.

Fuente: L’Afrique des Idées

[Fundación Sur]


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