El lugar donde las chicas se casan a los 12 años

11/12/2009 | Crónicas y reportajes

A las chicas de Bugiri no se les permite estudiar, se les practica la mutilación genital y se les obliga a casarse a una edad muy temprana. Escrito por David Mafabi.

Una mujer joven de aspecto cansado está sentada en el porche de la casa de su marido en el distrito ugandés de Bugiri, condado de Iwemba. Su cansancio extremo refleja la miseria a la que se enfrentan miles de chicas de la tribu étnica Sabiny en Bugiri, donde la mutilación genital femenina (MGF) no les permite ir al colegio.

“La vida es dura. Al ser mujeres, se nos practica la mutilación genital a la edad de 12 o 14 años como preparación al matrimonio. Nos casan y esperan que no nos divorciemos, incluso cuando nuestros maridos no se portan bien”, dice Milika Cherop, la única chica de otras 5.000 de la tribu Sabiny que ha conseguido llegar a sexto curso senior.

A pesar de que el país se está adaptando a la educación primaria universal y a la educación secundaria universal, Cherop dice que la tribu Sabiny está atrapada en los valores tradicionales que han forzado a muchas niñas a ser mutiladas y a casarse a una edad muy temprana.

“El asunto no es si es bueno o malo para las chicas, sino que mientras que sean los padres los que decidan, les practicarán la mutilación genital y les casarán. Esto explica por qué la deshonra no es un problema aquí, ya estás preparada para el matrimonio una vez te hayan practicado la mutilación genital”, añade Cherop.

Mark Chemaswet, un abogado que lucha en contra de la mutilación genital, dice que muchas chicas de la tribu Sabiny siguen manteniendo un estilo de vida tradicional, considerando la mutilación genital como algo común, debido a la distancia, al analfabetismo y a la ignorancia.

“Según el censo realizado en el 2000 en Bugiri, la chica con más educación está en sexto curso senior. La mayoría de ellas lo dejan entre primero y quinto curso de primaria, se les practica la mutilación genital y se casan”, dice Chemaswet. Asimismo, añade que tiene la intención de sensibilizar a las mujeres de la tribu en contra de la mutilación genital a través de la educación y de los derechos humanos, aspiraciones muy raras en las chicas de la tribu Sabiny. “A las chicas no se les da la oportunidad de expresarse en contra de la mutilación y muchas de ellas abandonaron sus casas y huyeron a la ciudad o incluso se suicidaron”, declara Moses Chemonges, director de la organización de información geográfica del condado de Iwemba.

Milika Cherop y Sylivia Chebet, ambas de 19 años de edad, junto con Sulai Chekwemboi, de 17, y Agenes Cheroitich, de 16, están decididas a inspirar a otras chicas de la tribu Sabiny para cambiar las tradiciones de la comunidad.

“Nos negamos a practicarnos la mutilación genital, mantuvimos nuestra palabra y permanecimos en la escuela. Nuestros padres nos intimidaron y nos amenazaron, pero prometimos llevarles ante los tribunales si usaban la fuerza. Nuestro objetivo es inspirar a otras a decir no a la mutilación genital y sí a la educación”, dice Chebet. Asimismo, declara que han sufrido burlas por parte de la comunidad y que les insultan en el colegio. “Vivimos como si fuéramos aparte. Tal vez sea ésta la razón por la que muchas chicas Sabiny dejan el colegio. Es duro, pero estamos decididas a cambiar este tipo de vida”.

La directora del colegio, Beatrice Chelangat, dice que debido a que los ritos de iniciación a las tribus Sabiny y Pokot, que incluyen la mutilación genital, se realizan a niñas de entre 12 y 16 años, las únicas soluciones para terminar con esta práctica son la educación y la sensibilización de las niñas en las zonas más lejanas, la asistencia por parte de las niñas a cursos de formación y el rechazo de los permisos para practicar la mutilación genital. Chelangat, que graduó a unas 200 chicas en Iwemba en un curso de ritos de paso alternativos, reveló que el Parlamento está llevando a cabo una propuesta para prohibir la práctica de la mutilación genital femenina.

David Mafabi

Publicado en The monitor, Uganda, el 1 de diciembre de 2009.

Traducido por Arantza Cortázar, para Fundación Sur.

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