El hambre y la pobreza no son una fatalidad, sino una consecuencia del nuestro comportamiento humano

15/10/2018 | Editorial

20181015efs-web.mp3

Los días 16 y 17 de octubre nos recuerdan dos realidades muy relevantes de nuestra sociedad actual, primero: la existencia de 815 millones de personas hambrientas en el mundo, y segundo: la solución está en nuestras manos.

Según la FAO, el número de personas hambrientas aumenta, desde 2015, en unos 40 millones al año. Las razones presentadas fueron: los impactos del cambio climático, los conflictos violentos sobre la vida de los más empobrecidos y la irresponsable gobernanza o gestión de los recursos disponibles.

El hambre, como el empobrecimiento no es una fatalidad, sino la consecuencia de unas estructuras injustas, unas relaciones opresivas y unos comportamientos que causan desigualdad y exclusión.
La avaricia de unos, la complicidad de otros y la indiferencia de muchos están haciendo un mundo injusto, donde unos cuantos privilegiados disfrutamos de la abundancia y multitudes no encuentran ni el pan de cada día.

Lo importante es seguir sembrando buenas semillas, capacitando responsabilidades y solidaridad, para generar una justa producción y distribución de los recursos. Se trata de promover una cultura del cuidado del otro, en vez de una cultura del descarte.

Los nuevos galardonados con el Nobel de la Paz 2018: Denis Mukwege y Nadia Murad son esos Héroes de la Paz y cuidado de los demás, que transforman una sociedad.

Si aceptamos nuestra propia responsabilidad, seguiremos denunciando los abusos, sensibilizando en la necesidad de asumir cambios en los estilos de vida y de consumo, y potenciando una educación más integral para un desarrollo sostenible.

Más concretamente, se trata de compartir “nuestro pan de hoy” con los que no tienen, no de acaparar para luego hacer limosnas.

Los derechos relacionados con la propiedad o uso de los bienes, están subordinados a su destino universal, según la exigencia social del Evangelio. La realización de los derechos humanos, el bien común, la vida en dignidad, exigen sociedades, donde cada persona pueda dar y recibir.

Esta responsabilidad social nos exige favorecer que los frutos de la tierra beneficien a todas las personas, superando la injusticia y la desigualdad. Derecho que no ejercemos, derecho que perdemos.

Manos Unidas, comparte con nosotros proyectos concretos, como el de “empalmar cosechas”, es decir, que la producción familiar de arroz y alimentos llegue a cubrir las necesidades desde una cosecha hasta la siguiente, gracias a las técnicas de regadío.

En un proyecto del Chad, participan 447 mujeres y 603 hombres que han formado 42 cooperativas de producción de alimentos, y que han cambiado su vida, gracias a este empoderamiento rural y promoción de una agricultura inclusiva y sostenible.

Como decía la campaña de Manos Unidas en 2017: “El mundo no necesita más comida. Necesita más gente comprometida”.

Autor

Más artículos de Administrador-Webmaster
Africana nº 220: África Hoy

Africana nº 220: África Hoy

  El informe que presentamos pretende ser la foto real de África hoy. Un reto complicado. El autor del mismo, el P. Bartolomé Burgos,...