El hambre está desplazando a los jóvenes senegaleses desde las zonas rurales hacia las ciudades

2/06/2008 | Crónicas y reportajes

“La estación de las lluvias ha sido muy mala y no tenemos nada que comer”, comenta Cheikh Ngone Fall, jefe de un pueblo al este de Senegal, donde las sequías están obligando a muchos hombres y mujeres a marcharse.

Hay 55 casas en este pueblo, en cada una de ellas, cinco o seis jóvenes se han marchado últimamente a Dakar o a Mbour, por los problemas que hay para adquirir alimentos.

“El año pasado no tuvimos escasez de comida, si tuviéramos un pozo podríamos haber sembrado algo durante la estación seca, y nadie se habría marchado”, se lamenta el jefe del poblado, de más de 70 años de edad, en su casa hecha de placas de zinc y de paja.

En Senegal, la mayoría de la agricultura depende de la lluvia y sólo una diminuta parte de la tierra cultivable cuenta con sistemas de riego. Este país se ve enormemente afectado por los altos precios de la comida y la subida astronómica del precio del petróleo.

En Tabi Fall, en la zona de la sabana, la tierra es árida. Se pueden ver los huesos del ganado bajo su piel, no hay dinero para comprar o producir comida para el ganado, así que les dejan pastar libremente por los campos, de donde poco tienen que comer.

Los habitantes de la zona también se han acostumbrado a vivir con menos. “Hemos aprendido a pasar sin el desayuno”, asegura una mujer. Otros dicen que han reducido su ración diaria a la mitad. “El arroz es muy caro, no podemos permitírnoslo”, comenta otra. “El año pasado planté mijo y cacahuetes, pero como no llovió no pude recoger la cosecha”, se queja otro habitante la de ciudad vecina de Ndjass.

“Algunas veces, aunque tengamos dinero para comprar un poco de arroz, no hay arroz para vendernos a nosotros”, se queja otra mujer de Merine Dakhar. Aún así, las autoridades de la cuidad aseguran que no hay hambruna en su zona, “La gente no come tres veces al día, pero no se puede decir que pasemos hambre”, asegura el segundo jefe de la comunidad de Merine Dakhar.

Las autoridades senegalesas han prometido que enviarán 3.48 kilos de arroz a cada uno de los habitantes de la región, pero Birima Diop, un anciano del poblado de Ndjass, no se fía del Gobierno, “Alabamos a Seringe Touba, (fundador de la Hermandad musulmana de los Mourides, un movimiento con mucha influencia en Senegal), estos rezos serán los que nos salven, no el Gobierno”, insiste.

(IOL, 02-06-08)

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