El golpe de estado en Madagascar

25/03/2009 | Opinión

El ganador del premio Nobel de Literatura de 2001, el escritor indio caribeño, V. S. Naipaul, tiene el record de brillantez brutalmente cáustica al hablar tanto de asuntos privados como de asuntos públicos.

Cuando se refirió a Francia como un país “fraudulento”, debía tener en mente la paradoja de Francia que, reclamando como suya una revolución de las masas oprimidas del pueblo contra la tiranía del poder feudal, bajo el lema de “libertad y fraternidad”, después, en 1947, mató salvajemente a más de 45.000 personas en Madagascar, porque siguieron la tradición francesa de rebelión popular para pedir su independencia del dominio colonial de Francia. La memoria política, como reza el dicho, nunca muere. Como no lo ha hecho en Madagascar.

En la historia reciente, el presidente Marc Ravalomanana, llevó a la calle a miles de seguidores y obligó a Didier Ratsiraka a salir del poder. Andry Rajoelina, un antiguo alcalde de la capital, Antananarivo, siguió con esa tradición a principios de este año. Todavía tomando prestada una página de la tradición francesa de utilizar la fuerza para sofocar una revuelta popular, Ravalomanana ordenó a sus tropas ir contra los seguidores de Rajoelina, y en cuestión de días murieron asesinadas más de 150 personas. El ejército se dio la vuelta para arrepentirse de lo que había hecho, y rápidamente tuvo que dedicarse a evitar que se produjese un baño de sangre en sus propias filas, ya que al apoyo popular a Rajoelina se había convertido en una verdadera oleada. Con similar espíritu de desear evitar una guerra civil mucho más destructiva, el máximo órgano judicial del país, el Tribunal Constitucional, tomó la iniciativa de proclamar que el señor Andry Rajoelina ejerciera las atribuciones de Presidente de la República, como establece la constitución”. He aquí ejemplos encomiables de respuestas institucionales creativas, en el largo camino de un país joven hacia la construcción de una Nación.

La acción del ejército y la corte suprema llegó tras la decisión del ex presidente, Marc Ravalomanana, de dimitir de su cargo y dejar el poder en manos de los mandos militares. Esto fue, en efecto, el primer golpe militar auto infligido. Fue inmediatamente seguido por un golpe judicial, como expresó la proclamación del Tribunal Constitucional. La Unión Africana se sumó al juego del golpe, pidiendo al ejército que no dejase el poder en manos de Rajoelina; una decisión tomada, aparentemente, sin tener en cuenta el coste potencial en caos y pérdida de miles de vidas.

Lo último de la Unión Africana es que Madagascar ha sido suspendida en el organismo continental. La Unión Africana cada vez se parece más a un personaje de cómic, frente a una fuerza histórica que no puede agarrar y controlar. Saliendo de un reciente cambio de poder militar en Guinea Conakry, después de su propio silencio durante dos décadas de gobierno corrupto y tirano; del asesinato del presidente Vieira en Guinea Bissau, después de su silencio ante la descarada persecución de líderes militares de la etnia mayoritaria Balante; y su impotencia en Darfur y la República Democrática del Congo, la Unión Africana se ha quedado atascada aferrándose a una canción estática y moralmente estéril de rechazar los golpes de estado militares. Se encuentra extendiendo sus brazos para retener las oleadas que surgen en demanda de “gobiernos empleados” del pueblo, mediante gobernantes por toda África que administren políticas que beneficien al bienestar del pueblo. Es esta situación la que hace que Zambia considere ridículo el rechazo del “cambio anticonstitucional de gobierno en Madagascar”, especialmente mirando a sus últimas elecciones, ganadas por el gobierno que ya estaba en el poder, cuya actuación se quedaba muy corta en reflejar la voluntad popular de los electores zambianos.

El espectro de Andry Rajoelina de 34 años, asumiendo la presidencia en Madagascar -a pesar de no llegar a los 40 años de la edad mínima permitida legalmente para el puesto-, bien podría ser la primera manifestación de la apelación al carisma de Barak Obama en suelo africano. Relacionado con temas de “cambio” de los viejos políticos y políticas públicas que benefician principalmente a los ricos, es un espectro que seguramente desatará el terror en los pasillos del poder por toda África. Es bueno que la UA no esté dirigida por el instinto de manada del pánico. La “acción de las masas” puede ser la cura para el podrido silencio político que ha prolongado dictaduras militares por toda África. El potencial que contiene para el renacimiento de nuevas energías creativas nacionales, y no la vuelta a una dictadura militar, nunca debería ser afrontado con miedo instintivo. El regalo del pueblo malgache a África es el del llamamiento para la vuelta del espíritu de la acción popular en defensa del bienestar de la comunidad. Hay que escucharles.

Editorial publicada en el Daily Trust de Nigeria, el 23 de marzo de 2009.

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