El dictador Mugabe recibe la comunión en el Vaticano, por José Carlos Rodríguez Soto

16/05/2011 | Bitácora africana

Desde que empezamos este blog hace cuatro año y medio mi compañero, una de las cosas que siempre hemos intentado destacar es lo que creemos que se puede llamar el buen hacer de la Iglesia africana. Entre otras cosas, porque ambos trabajamos desde hace mucho tiempo en el seno de instituciones de Iglesia, y conocemos desde dentro la labor que ésta realiza a favor de un continente al que muchos explotan y maltratan o del que pasan olímpicamente.

Siempre he tenido la impresión de que la Iglesia africana es más de hacer cosas en el terreno que de escribir documentos, aunque éstos no falten. Desde estas páginas nos hemos hecho eco de cartas pastorales y de documentos de alto calibre como el mensaje final del Sínodo Africano de 2009. No faltan las valerosas declaraciones contra la corrupción, a favor de los derechos humanos y en defensa de los más débiles. Nada que objetar sobre este aspecto.

Lo que ocurre es que, en la Iglesia como en la mayor parte de las instituciones, al final las palabras se las lleva el viento y lo que permanece y entra los por ojos son los hechos y los signos. Y hace pocos días me dolió ver la foto en la que aparece Robert Mugabe, decano de los déspotas africanos, en actitud devota recibiendo la comunión en la Plaza de San Pedro de Roma, durante la reciente beatificación de Juan Pablo II.

En numerosas ocasiones hemos oído a figuras muy destacadas de la Iglesia afirmar que los políticos católicos que apoyan determinadas leyes, digamos por ejemplo que a favor del aborto o del matrimonio homosexual, no pueden recibir la comunión. Ignoro si en Zimbabwe hay leyes de este tipo, aunque me imagino que no. Si de Mugabe dependiera, más bien sería al contrario, es decir se podría incluso llegar a ejecutar a los homosexuales, de los que el dictador zimbabuense llegó a afirmar hace años que eran “peor que los perros y los cerdos”. Pero al tío Bob, como le llaman sus camaradas de partido, no le hace falta hacer leyes en contra de la vida humana. Le basta con matar, y punto. Hace tres décadas desencadenó en su propio país una durísima represión que acabó la vida de decenas de miles de rebeldes, casi todos ellos de etnia Ndebele, mientras el mundo miró para otro lado. Y en años más recientes su temida policía y sus paramilitares conocidos como “los veteranos de guerra” han detenido, torturado y asesinado a infinidad de opositores a su régimen, sin olvidar a los cientos de granjeros blancos que han sufrido a manos de la violencia de sus hordas envalentonadas por sus agresivos discursos. La situación es tan grave que uno de cada cuatro zimbabuenses viven en el extranjero, y el país ha pasado de ser el granero del África austral a convertirse en uno de los países más míseros de África.

Por eso, miro esta foto y me pregunto de qué sirven las declaraciones a favor de la vida o de la dignidad humana, o las denuncias que algunos llaman “proféticas” contra los abusos de los derechos humanos, o los llamamientos para que los políticos católicos que oprimen a sus pueblos abandonen sus puestos (como hizo el segundo Sínodo Africano en su mensaje final) si después un individuo de la calaña de Mugabe puede ser admitido a recibir la comunión en el mismísimo Vaticano sin ningún problema.

El presidente zimbabuense no llegó allí por sorpresa. Fue invitado oficialmente y con bastantes días de antelación se sabía que llegaba y que lo que muestra la foto podría producirse. Eso quiere decir que si alguien en el Vaticano pensó que algo había que haber hecho, se pudieron haber dado pasos para evitar una situación tan repugnante. Y sospecho que en su propio país, el católico Mugabe –unido en matrimonio hace años con su joven esposa por su amiguísimo el ya fallecido obispo Chakaipa- acude a misa y recibe la comunión cuando le viene en gana. Perdonen que les diga, pero la próxima vez que escuche a algún obispo decir que tal o cual político católico que apruebe esta o aquella ley no puede acercarse a recibir la comunión, me acordaré de esta imagen de Mugabe y me darán ganas de mandarles a tomar el pelo a su abuela.

Autor

  • Rodríguez Soto, José Carlos

    (Madrid, 1960). Ex-Sacerdote Misionero Comboniano. Es licenciado en Teología (Kampala, Uganda) y en Periodismo (Universidad Complutense).

    Ha trabajado en Uganda de 1984 a 1987 y desde 1991, todos estos 17 años, los ha pasado en Acholiland (norte de Uganda), siempre en tiempo de guerra. Ha participado activamente en conversaciones de mediación con las guerrillas del norte de Uganda y en comisiones de Justicia y Paz. Actualmente trabaja para caritas

    Entre sus cargos periodísticos columnista de la publicación semanal Ugandan Observer , director de la revista Leadership, trabajó en la ONGD Red Deporte y Cooperación

    Actualmente escribe en el blog "En clave de África" y trabaja para Nciones Unidas en la República Centroafricana

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