El coste del buen gobierno

5/12/2007 | Opinión

En los países democráticos, los presidentes y políticos permanecen activos en la vida pública, incluso después de dejar sus cargos. Continúan dirigiendo grandes instituciones, y algunos, como el ex presidente Bill Clinton, dan conferencias. Clinton, según me han dicho, hizo una fortuna con el circuito de conferencias. Jimmy Carter dirige un centro que lleva su nombre. Al Gore, ganó el Premio Nobel por sus esfuerzos sobre el cambio climático.

En África y en el Tercer Mundo en general, las cosas son diferentes. Un segundo trabajo para un antiguo líder es impensable. Con la notable excepción de Nelson Mandela y Mahathir Mohamed, los líderes tienden a terminar sus vidas en la oscuridad. Algunos no sobreviven al golpe de Estado. Otros no logran quedarse con una pensión decente. Otros atesoran dinero lejos, en los bancos de Suiza mientras que falsifican las elecciones para quedarse en el cargo el máximo tiempo posible. En dos palabras, África ha logrado hacerse famosa por la corrupción.

Un multimillonario nacido en Sudán y asentado en Londres, Mo Ibrahim, quiere resolver este problema. Ha prescindido de 5 millones de dólares para dárselos a cualquier líder africano subsahariano que deje el poder de una manera ordenada, habiendo ejercido de manera honorable durante su mandato. Semejante líder podrá obtener 500.000 dólares anuales durante los primeros diez años, y después 200.000 dólares anuales para el resto de su vida a través de una Fundación especial. Mo, su nombre completo es Mohamed Fathi Ibrahim, creció y se educó en Egipto. Vendió su compañía de telecomunicaciones, Cetel, a Kubait en 2005 por 3.400 millones de dólares. Coincidí con él en el Cairo justo cuando se dirigía a la ceremonia en la Biblioteca Alexandrina, para anunciar el ganador de este año.

Me dijo que la idea se le ocurrió hace unos años. Un gran hombre de negocios le dijo que su compañía no invertiría nunca en Uganda por la reputación de Idi Amin. “Cuando le dije que Idi Amin no estaba en el poder desde hacía unos años, se quedó de piedra”, comenta Mo. Este encuentro hizo a Mo darse cuenta de lo poco que sabe el mundo sobre los asuntos africanos. Las noticias sobre la corrupción africana vuelan rápido, pero muy pocos son conscientes de que algunos gobernantes se las arreglan para que sus países se acerquen muchos a la democracia y la prosperidad. En Tanzania, Sierra Leona y Kenia la democracia ha hecho progresos tangibles durante estos últimos años. Los mismo pasa con Mozambique, un antiguo presidente, Joaquim Chissano, fue premiado con el Mo Ibrahim de este año en Alexandria.

La selección del ganador se hace siguiendo los estándares diseñados por el profesor de la Universidad de Harvard, Robert Rotberg. La Fundación Mo para el Desarrollo Africano, que da este premio anual, tiene varias figuras internacionales, entre los que se encuentra el antiguo Secretario General de la ONU, Kofi Annan, en la Junta Directiva.
El ganador es seleccionado de acuerdo con varios criterios que determinan el nivel de buen gobierno durante su mandato. ¿Tiene prosperidad y estabilidad su país? ¿Ha dado muestras de compromiso con los principios legales y constitucionales? ¿Ha promovido los valores de igualdad de oportunidades económicas? ¿Ha fomentado las libertades políticas y los derechos humanos? ¿Ha hecho progresos en asuntos de salud, educación y la mujer? Lo que es más importante, el ganador debe haber abandonado el cargo cuando se termina su legislatura.

Los críticos contra el proyecto de Mo Ibrahim dicen que es duro encontrar candidatos válidos por la corrupción generalizada en el África subsahariana. Otros dicen que el premio de 5 millones de dólares no es suficiente incentivo para terminar con la corrupción. Pero Mo tiene esperanza en que una nueva generación de líderes democráticos y justos aparezca en África. Me dijo que estaba pensando en incorporar el norte de África al proyecto. Entonces, necesitarás duplicar el premio, le dije. Cinco millones de dólares no persuadirán ni de lejos a los líderes del norte de África para abandonar el poder. La democracia cuesta más aquí que en el África Subsahariana, te lo aseguro.

Salama A Salama

Al-Ahram

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