El cáncer que África puede curar

7/05/2009 | Opinión

De todos los males que han afligido a África desde la independencia de Ghana hace más de medio siglo, el peor es la corrupción. De Nigeria a Angola, de Gabón a Uganda, de Camerún a Egipto y de Kenia a la República Democrática del Congo, casi todos los países africanos continúan albergando la amenaza de la corrupción.

Tal vez con la excepción de Botswana y Mauricio, el resto de África es un nido de corrupción que mina seriamente todas las facetas del desarrollo nacional.

La política y las otras formas de liderazgo en África confieren a los portadores del cargo una oportunidad para “comer”. La comunidad del líder celebra el ascenso de uno de los suyos y trata de explotar los recursos mientras el trabajo resiste.

Toda la discusión sobre el buen gobierno promovida por Occidente en África parece ser totalmente irrelevante.

Los países africanos necesitan líderes excepcionales que eviten la corrupción. Parece que las reglas y los procedimientos, las leyes y los códigos de conducta no bastan por sí solos desde que la putrefacción se filtró dentro de todo el mecanismo del gobierno, desde los órganos judiciales hasta los órganos de anticorrupción.

Julius Nyerere, el presidente fundador de Tanzania, destaca como ejemplo excepcional de un líder africano que, a diferencia de sus homólogos Kwame Nkrumah y Omar Bongo, permaneció fiel a su pueblo.

Nyerere se retiró de la presidencia siendo un líder próspero, libre y enormemente respetado y sigue recibiendo condecoraciones póstumas.

A diferencia de Mobutu y Nkrumah, no murió en el exilio tras haber sido expulsado de su puesto por llevar a cabo una cleptocracia.

Durante su jubilación, Nyerere continuó guiando a África y al bloque sur de los países del mundo. En 1995, tuvo que intervenir en la política de Tanzania cuando detectó que el presidente de entonces estaba empezando a dirigir al país hacia un peligroso deterioro moral a través de la corrupción.

SE SIGUE RECORDANDO SU TRATADO, Uongozi Wetu na Hatima ya Tanzania (Nuestros dirigentes y el futuro de Tanzania), en el que luchó contra la putrefacción de los dirigentes del país.

Tanzania sigue reverenciando a Nyerere y aumenta la esperanza en el hombre, no por la riqueza que amasó, ni por los ranchos que poseía, ni por las cuentas que tenía en un banco suizo. Sino porque fue un líder nacional limpio, comprometido con el comportamiento ético y el servicio a su pueblo.

La Unión Africana (UA) puede centrar su atención en un solo objetivo durante los próximos cinco años: combatir la corrupción en África.

La UA tiene que establecer su propio Índice de evaluación de la corrupción, tal vez como el de Transparencia Internacional. Dicho índice debería utilizarse para evaluar la función de los gobiernos de los países africanos, basándose en puntos de referencia establecidos y premiando a los países que desempeñen dicha función correctamente.

La UA debería utilizar los resultados de esta evaluación para movilizar la opinión pública en África y en el extranjero sobre la cuestión de la corrupción y como combatirla. Deben establecerse sanciones para los casos de incumplimiento.

La UA debería tomar todas estas medidas a pesar de los programas que ya están en curso, tales como el African Peer Review Mechanism y el plan de premios de la Fundación Mo Ibrahim. Si estas medidas no son reforzadas por un fuerte liderazgo por parte de los gobiernos y por los planes defendidos por la UA corren el riesgo de acabar siendo meras actividades superficiales que no cambiarán África en la controvertida cuestión de la corrupción.

Por SHABANJI OPUKAH

El autor es un asesor sobre asuntos públicos.

Artículo publicado en Daily Nation, de Kenia, el 15 de abril de 2009.

Traducido por María Castillo García Andrade, alumna de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid Traducción /Interpretación, colaboradora en la traducción de algunos artículos.

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