El cambio se ha puesto en marcha ¿Quién salvará al soldado Bouteflika?

18/02/2011 | Opinión

La calle se ha sublevado. Este levantamiento “rurbano”, retomando un concepto apreciado por el difunto Mustapaha Lachraf, ha desprendido un sabor anticipado de inminente tsunami político. Ante la amplitud de la réplica de este mini-seísmo anunciador de un terremoto popular más devastador, el régimen de Bouteflika, paralizado y presa del pánico, ha respondido primero de una forma contundente, prohibiendo las marchas y las manifestaciones pacíficas y luego se confinó en un mutismo que remite los actos del poder actual a un cónclave para remodelar el sistema con la esperanza de salvarlo. El Jefe de Estado reaccionó por fin, otra vez con astucia, anunciando con mucha pompa que se va a levantar el estado de emergencia. Es como si hiciese una ofrenda al pueblo. En verdad, son los sacrificios de los infatigables militantes los que acaban de arrancar esta decisión y los que siguen luchando por un cambio radical y no por un enlucido de fachada. Está claro que se da cuenta de que se ha equivocado completamente de pueblo.

Este último creyó que este nuevo “mesías” es sólo el soldado de un sistema que busca perdurar aún a riesgo de mantenerlo en su puesto de por vida. En vez de dar respuesta a la espera del pueblo que, desde hace 12 años de poder personal, creía que este portador de milagros iba a cambiar el curso de la historia en un país afligido por el terrorismo, la rapiña, la corrupción y la hogra (N. del T.: la palabra hogra es intraducible a las lenguas románicas. Es un sentimiento que conjuga el desprecio, injusticia, humillación y la arrogancia del dominador con la impotencia temerosa del oprimido), el monarca “republicano” ha preferido irse a conjeturar a Charm El Cheikh con otros presidentes y reyezuelos árabes paralizados por la revolución del pueblo tunecino. Incluso ante el drama, los jefes de Estado árabes saben mostrarse ridículos. Ridículos, que lo son, cuando se reúnen en la cumbre para debatir sobre unos fondos de ayuda a la creación de empresas para jóvenes por valor de dos mil millones de dólares, cuando, por otra parte, se estima la fortuna del dictador caído, Ben Ali, en más de cinco mil millones de euros y la del faraón de Egipto en más de cuarenta mil millones de dólares. Lamentable la imagen que quiere dar de su régimen Bouteflika. Este hombre que menosprecia al pueblo ha tenido varias oportunidades para salir del cenagal en el que se ha metido con la cabeza alta. Hoy, y tras haber cedido a los caprichos del dictador, los poseedores del poder luchan por salvar a su soldado, incluso moribundo, en la creencia de que la salvaguarda del sistema pasa por la salvaguarda del soldado Bouteflika.

El último cerrojo de una tiranía, que se impuso por las armas tras la crisis del verano de 1962, ya no tiene la inspiración de 1999 y mucho menos la de 2004. El gran “mesías” se revela, a los ojos del pueblo, el arquitecto de un sistema basado en la exclusión, la corrupción y la rapiña. Los intentos de presentar una hipotética remodelación del gobierno, para acallar las manifestaciones que han caracterizado la calle argelina desde el inicio de 2011, no van a engañar a nadie. Hablando con franqueza, el soldado Bouteflika procedería a una remodelación en el seno del gobierno para decir al pueblo que hete aquí que, tras 12 años de poder y gracias a la rebelión de los jóvenes, acabo de descubrir que mi gobierno es malo y que no trabajaba lo suficiente, olvidando así que él es el hándicap y el freno de todos los gobiernos que se han sucedido. Ha prohibido los debates en la televisión, diciendo en un show televisivo que no va a permitir que la oposición “baile” con el dinero de los contribuyentes. Finalmente, el telediario pagado con el dinero del contribuyente se emite de tal manera que el que se confeccionaba en la época del partido único pasaría por ser un telediario revolucionario en comparación con el actual en el que, incluso los comunicados anodinos del gran viajero Bouteflika son leídos de una forma religiosa y solemne, recordándonos la época estaliniana. Ningún presidente de la República, desde el atraco a mano armada de Ben Bella que hizo su entrada en Argel sobre los flamantes tanques de Boumédiene, tuvo tanta vía libre.

En primer lugar, hubo una mejora de la seguridad pública, tan sensible que el terrorismo fue desplazado al apartado de Varios en los periódicos, el presidente que no quería ser una cuarta parte de presidente hereda las prerrogativas de un Franco. Y después, la mejora financiera fue y sigue siendo inimaginable para un país que carece de todo. Bouteflika fue ese milagro que en vez de quedarse quieto, no dejó de dar un paso adelante y dos para atrás.

Al ir avanzando en el ámbito de la seguridad, lo cual fue presentado como una proeza, reculaba peligrosamente en el terreno de las libertades y de los logros democráticos, hasta el punto en que el país que ambicionaba inscribirse entre los países democráticos, se halla gracias a su deriva autoritaria entre los países que ni siquiera respetan las normas elementales de la democracia y, él mismo, entre los diez dictadores más antiguos del mundo al lado de Zine El Abidine Ben Ali y Hosni Moubarak, que han sido derribados por sus respectivos pueblos en una revolución popular que ciertamente no tardará en barrer al resto de dictadores del mundo árabe. Su reinado “presupuestívoro” le cuesta a la nación sus riquezas. Tan sólo el sector agrícola ha engullido 60 mil millones de dólares con unos resultados lastimosos. La autopista que se anunció de manera rimbombante resulta ser la autopista que va a pasar a la historia como la más cara del mundo en la cual ya se hacen obras de reparación incluso antes de haber sido completamente terminada.

Peor aún, incluso la Agencia de embalses acaba de ser sacudida por un terremoto de la misma magnitud que el que sacudió Sonatrach dirigido por Meziane y uno de los allegados de Bouteflika, el llamado Khelil. En vez de ahorrarle al país otros retrasos, prefirió ceder a sus caprichos de reinado, violando deliberadamente y con premeditación la Constitución, recurriendo al voto de un Parlamento elegido por menos del 20% de los electores. Recurriendo a una amplia remodelación de su gobierno para eludir el descontento del sector juvenil de la sociedad, Bouteflika finge olvidar que este gobierno salido de la alianza presidencial, PFLN, RND, HMS, aplica con hechos su programa o su hoja de ruta. Nadie puede creer hoy que aquel que hablaba de los quince gatos y que supo deshacerse en el momento oportuno de los “molestos” responsables, es completamente inocente de la rapiña que se ha instalado en el país desde que el precio del petróleo aumentó significativamente y que la hucha del Estado se ha vuelto muy apetitosa.

Los escándalos financieros se han sucedido con ritmo sostenido, colocando al país entre los más corruptos del mundo. Ningún alto mandatario ha sido juzgado. Incluso en el juicio por el atraco del siglo en Argelia, a saber el asunto Khalifa, los ministros cuya responsabilidad se demostró acudieron al tribunal de Blida en calidad de testigos y como tales se fueron de vuelta, por gracia de la juez responsable del juicio y de la justicia nocturna.

Incluso el ministro de Finanzas de la época, que hizo una confesión muy reveladora delante de la juez obstinada en indultar los altos mandatarios de su majestad, al decir que “no fue lo bastante inteligente”, se vio propulsado al puesto de primer responsable de la diplomacia del país, una diplomacia en la cual sigue en activo el diplomático más antiguo del mundo, Missoum Sbih, y en una capital clave para Argelia (París). Missoum Sbih tiene actualmente 82 años. El Poder no ha extraído lección alguna del asunto Khalifa que empañó gravemente su imagen, y ahora vuelve a las andadas con los asuntos de la autopista, el FNDRA, Sonatrach y los embalses. El presidente no puede endosar toda la responsabilidad al gobierno, es personalmente responsable de la sistematización de la rapiña y de la corrupción en Argelia. Este triste episodio de la gestión del presidente Bouteflika nos remite a la ausencia de proyecto o de estrategia de desarrollo para un país que está atravesando un raro periodo de holgura financiera, ha gobernado y sigue haciéndolo bajo el dominio de la improvisación. Ahí está la triste realidad de doce años de reinado indiscutido. Los ejemplos tunecino y egipcio están demasiado cerca de nosotros como para creer que el pueblo va a contentarse otra vez con plomos que se han fundido hace bastante tiempo, por gracia de la violación de la Constitución en Noviembre de 2008, para saciar la sed de poder de una persona.

El jefe del Gobierno, convertido en Primer Ministro por gracia de un presidente que quería todo el poder, en realidad no es más que el coordinador de un Ejecutivo, cuya mayoría ha salido de una promoción “aduarista”. El aduar se ha instalado efectivamente en los engranajes del poder para meter mano a las riquezas del país, mediante uno de los más espectaculares atracos políticos del nuevo milenio, adornado con un resultado brezhneviano obtenido en 2009. A fuerza de ponerle bozal a la oposición, el “salvador” de la nación descubre a principios del mes de enero la realidad de la calle, en lo sucesivo investida con otro tipo de rebelión a la que el poder no está acostumbrado.

Los que creyeron en 1999 que el pueblo recibía a un Mandela argelino o a un Silva da Lula descubren con pesar que se trata en realidad de un Mougabi o en el mejor de los casos de un Boris Yeltsin que corre el riesgo en su senilidad de llevarse por delante al país. En los raros momentos de lucidez del soldado Bouteflika, los observadores tuvieron que descubrir que el “mesías” se ha dado cuenta, diez años después, que creía conducir al pueblo por el camino del paraíso, mientras lo estaba dirigiendo derecho el infierno (de su discurso ante los valís en el Club de los Pinos en 2008). En vez de sacar conclusiones, resiste en silencio, abriendo un poco más la “hucha nacional” para empeñar su programa quinquenal de 260 mil millones de dólares. Una cantidad, cuya mayor parte irá derechito a los bolsillos de los mafiosos y sus mentores de ultramar. El mismo ha catalogado su reinado de la década de la rapiña y de la cleptomanía diciendo, con motivo de la apertura del año judicial en 2007: “Hemos salido de la década del terrorismo y hemos entrado en una década de cleptomanía”.

La situación se vuelve realmente dramática, hay que salvar verdaderamente al soldado Bouteflika de sí mismo. El que asistió a una cumbre africana sobre el SIDA cuando una parte de Argelia estaba en llamas y ensangrentada, con 125 mártires asesinados con balas reales, el que no para de ultrajar los sentimientos de un pueblo despreciado y reducido a la figura de tubo digestivo, se permite el lujo de asistir a una bufonada, en Charm El Cheikh, reuniendo en un circo de mal gusto a los dictadores y monarcas árabes en el momento en el que la calle era presa de una sangrante efervescencia que se llevó por delante a cinco jóvenes inocentes y varios más que se inmolaron tras haber intentado huir del país a bordo de embarcaciones de fortuna, prefiriendo servir de alimento a los tiburones, antes que asistir a la dilapidación de su patrimonio costosamente adquirido, por otros tiburones con apariencia humana. Las prisas por salvar al soldado Bouteflika se vuelven insistentes. La única forma de hacerlo es dirigirse hacia un periodo de transición, la apertura de los campos político y mediático y abrirle, al mismo tiempo, una puerta de salida con la finalidad, y por respeto a su edad y su estado de salud, de evitarle el trágico final de Ben Ali y Moubarak. El Jefe de Estado debe tener un alto sentido de la responsabilidad, sabiendo cuando debe levantarse y abandonar la mesa, a fin de ahorrarle otras tragedias al país.

Haidar Bendrihem

Publicado en “El Watan”, Argelia, el 14 de Febrero de 2011.

Traducido por Juan Carlos Figueira Iglesias.

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