Educar a la multiculturalidad no es solo una actividad de verano

14/07/2008 | Editorial

Muchos han sido los campamentos ofrecidos a los jóvenes este verano con los que hemos querido acentuar la integración entre culturas diversas y desarrollar la capacidad de relación con personas de toda latitud. Es indispensable, en efecto, aprender a comunicarse con todos.

Curiosamente, los campamentos más apreciados son los que se realizan fuera de España, ya sea en Europa, en América Latina o en África, en especial en Marruecos. Los campamentos en territorio español, son poco considerados. Algunos se han tenido que cancelar por falta de voluntarios.

Otro dato curioso: España, que tanto se precia de ser un país de acogida, tiene una política inmigratoria de exclusión. Maximiza los beneficios que puede sacar del trabajo del inmigrante, a la vez que minimiza los costes sociales. Considera al inmigrante como instrumento de trabajo: acepta a los que interesan y rechaza a los que no sirven o están ya usados hasta el límite. ¿Cómo una política, que utiliza a la persona humana como instrumento, puede proclamar, al mismo tiempo, fomentar la integración social, siendo éstas dos actitudes imposibles de conciliar? Las personas se relacionan y se integran unas con otras formando una sociedad multicultural al servicio de todos. Las personas no pueden integrarse con instrumentos; estos se usan, a veces se abusa de ellos, hasta el límite, para desecharlos después.

Sorprende también que España, a pesar de decir que acoge a los inmigrantes, no consiga hacer de cada colegio un auténtico reflejo de la multiculturalidad de su composición social. Los ciudadanos de ascendencia española no solo acaparan las plazas de los colegios privados (esto era previsible), sino también (y esto es sorprendente) las de los colegios concertados, dejando a los ciudadanos de origen extranjero o de reciente nacionalidad española, los colegios públicos. Así se está creando una división malsana en el ámbito educativo.

Participar en un campo de verano “solidario” puede abrir horizontes a los jóvenes, pero no es suficiente para transformar su mentalidad y formar al multiculturalismo. Vivir en una sociedad multicultural exige que la educación y la formación comiencen en la escuela, y no como algo marginal, o bajo el aspecto de una asignatura más, sino procurando que, durante todo el año, los estudiantes de origen cultural diverso, vivan y se relacionen entre ellos.

De ello depende el futuro de nuestra sociedad.

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