Ébola, imbéciles y La Cosa, por Rafael Muñoz Abad

13/10/2014 | Bitácora africana

El que firma esta poco pretenciosa columna no sabe nada de virología, ni de medicina y mucho menos de procedimientos bio-sanitarios. Tampoco creo ser instruido por el arretranco de la Mariló o el charlatán del Revilla en lo referente al uso de los trajes NBQ. Razones de peso por las que no opinaré. De lo que si intento [medio] ilustrarme, escuchando, hablando, leyendo y viajando, es de lo que en Africa sucede. Miren, el espectáculo mediático que nuestra lamentable clase política, redil de amorales que carecen de sentido de estado y sólo ven rédito electoralista, de la mano de las telebasuras y su corral de contertulios semianalfabetos que de nada saben, es lo que tristemente nos empieza a definir como país y sociedad. Mientras la mierda mediática nos llega a la nuez, ¿cómo es posible que hasta la fecha, el ejecutivo no ha tenido la cabal ocurrencia de consultar a la sociedad española de virología? o, aún peor, al recordar que hace un año, Senegal, sí Senegal, se ofreció a sufragar con 325.000 € el Instituto Canario de Enfermedades Tropicales pues algún descerebrado en Madrid no lo creyó necesario. Sin comentarios.

Francia, ese país serio al que ni a los tobillos le llegamos, bien comprende la necesidad de tener centros de investigación como el Pasteur en Dakar. Esa es la primera defensa de una sociedad contra casos como el Ébola: información, investigación y personal muy preparado. España quiere vestir de Armani pero calza alpargatas de La Mancha. España tiene grandes científicos; lo que falta es inversión; se van fuera. Este es un país desquiciado cuya banda sonora es el griterío y el y tu más. Somos El Jardín de las Delicias de El Bosco y el Duelo a Garrotazos de Goya. Y ahora el pobre Excalibur, que en paz descanse el animal. ¿Era el perro un valor científico [asumible] o no en términos de salud pública?; pues no son pocas las voces autorizadas que en su sacrificio vieron una sobreactuación. No lo sé, pero tampoco creo que el can fuera a ser La Cosa campando a sus anchas por La Castellana; aunque esto es España y seguramente se habría escapado. Sólo ahora nos preocupamos por el ébola; cuando nos ha salpicado. Sus perdones por la rajada.

cuadernosdeafrica@gmail.com

@Springbok1973

Autor

  • Muñoz Abad, Rafael

    Doctor en Marina Civil.

    Cuando por primera vez llegué a Ciudad del Cabo supe que era el sitio y se cerró así el círculo abierto una tarde de los setenta frente a un desgastado atlas de Reader´s Digest. El por qué está de más y todo pasó a un segundo plano. África suele elegir de la misma manera que un gato o los libros nos escogen; no entra en tus cálculos. Con un doctorado en evolución e historia de la navegación me gano la vida como profesor asociado de la Universidad de la Laguna y desde el año 2003 trabajando como controlador. Piloto de la marina mercante, con frecuencia echo de falta la mar y su soledad en sus guardias de inalcanzable horizonte azul. De trabajar para Salvamento Marítimo aprendí a respetar el coraje de los que en un cayuco, dejando atrás semanas de zarandeo en ese otro océano de arena que es el Sahel, ven por primera vez la mar en Dakar o Nuadibú rumbo a El Dorado de los papeles europeos y su incierto destino. Angola, Costa de Marfil, Ghana, Mauritania, Senegal…pero sobre todo Sudáfrica y Namibia, son las que llenan mis acuarelas africanas. En su momento en forma de estudios y trabajo y después por mero vagabundeo, la conexión emocional con África austral es demasiado no mundana para intentar osar explicarla. El africanista nace y no se hace aunque pueda intentarlo y, si bien no sé nada de África, sí que aprendí más sentado en un café de Luanda viendo la gente pasar que bajo las decenas de libros que cogen polvo en mi biblioteca… sé dónde me voy a morir pero también lo saben la brisa de El Cabo de Buena Esperanza o el silencio del Namib.

    @Springbok1973

    @CEAULL

Más artículos de Muñoz Abad, Rafael