El clima y las relaciones entre los creyentes y no creyentes, así como entre los creyentes de las diferentes religiones, siguen mejorando, tanto en Europa como en África.
Existen numerosas iniciativas y simposios por todo el mundo para fomentar actitudes de diálogo interreligioso y el respeto por los creyentes de otras religiones.
Al mismo tiempo existe hoy todavía demasiada violencia en nombre de la religión, sobre todo en Asia y en África. Desde Afganistán hasta Egipto, pasando por Irán e Irak, y llegando hasta Nigeria, existe con cierta frecuencia persecución y violencia. La religión es ciertamente una de las causas más importantes de esta violencia.
Ya es hora que se retiren de lugares públicos representaciones de arte, música y textos ofensivos que pertenecen a la Edad Media, como algunas estatuas de Santiago y otros símbolos culturales y religiosos.
Lo grave sin embargo es la frecuente violencia que se da hoy día en nombre de la religión. Se puede constatar que el grupo de creyentes más perseguidos violentamente hoy en muchos países del mundo, es el grupo de los cristianos. Semejante violencia está causada por algunos grupos fundamentalistas que abundan demasiado en ciertas regiones del mundo.
Está bien denunciar la violencia del pasado en nombre de la religión, pero es más urgente y relevante denunciar y superar la violencia y las injusticias que se siguen cometiendo hoy también, en nombre de la religión.
Algunas religiones parecen sentirse investidas de una misión divina para convertir incluso por la fuerza. Encuentran muy difícil conciliar tradición y posmodernidad, fidelidad a su pasado y democracia.
Con todo se constata, sobre todo entre los jóvenes, un despertar en favor del diálogo, la libertad y del respeto a los derechos humanos.
El seguir superando actitudes, expresiones y acciones violentas de grupos religiosos fundamentalistas, es tarea de todos. Esta tarea implica: cierta madurez humana, educación integral y respeto de la alteridad.
