¿Después de Túnez y Egipto, Ruanda?

24/02/2011 | Opinión

Por medio de sus rebeliones, los tunecinos y egipcios acaban de expulsar del poder a los dictadores que los habían oprimido durante decenios. Se trata de un ejemplo claro que muestra que es imposible ahogar indefinidamente las aspiraciones de libertad, justicia social y democracia de un pueblo. Sin embargo, queda por saber si los dictadores de este mundo son capaces de asimilar esta lección.

Tomemos el caso de Ruanda. El mismo día en que Hosni Mubarak abandonaba el poder, el régimen ruandés condenaba a cuatro años de cárcel al opositor Bernar Ntaganda; una pena que hace decir a Human Rigths Watch que el sistema judicial ruandés es utilizado para perseguir a los opositores e intimidar al pueblo. Esta condena seguía a la de dos mujeres periodistas, Saidati Mukakibibi y Angès Nkusi Uwimana, a largas penas de cárcel de 7 y 17 años por haber criticado al dictador Paul Kagame en el periodo preelectoral.

Recordemos que Kagame fue reelegido el 9 de agosto de 2010 para un segundo mandato de 7 años con un resultado estaliniano de 93% de los votos. Recordemos también que en el periodo preelectoral fueron cerrados numerosos medios independientes, que el periodista Jean Léonard Rugambage fue asesinado y que el vicepresidente del Partido Vede fue asesinado y su cuerpo semidecapitado. Los dirigentes de los partidos de la oposición están actualmente, casi todos ellos, en el exilio o en la cárcel. La detención de la opositora Victoire Ingabire, el clima de terror, los asesinatos y los atentados políticos han arrojado el descrédito sobre estas elecciones.

En la clasificación mundial 2010 de libertad de prensa de Reporteros Sin Fronteras, Ruanda figura entre los 10 países más perseguidores de la prensa.

Como puede imaginarse, la protesta que se ha llevado por delante a los dictadores tunecino y egipcio, que se va extendiendo por todos los países árabes, podría muy bien extenderse por contagio a otras partes del mundo. Y no deberían estar preocupados solamente los dictadores. La contestación debería interpelar también a las potencias occidentales que, a pesar de los bellos discursos sobre los derechos humanos y sobre la democracia, apoyan firmemente regímenes represivos y liberticidas, por razones de una pretendida estabilidad.

Del mismo modo que Ben Ali y Mubarak eran apoyados firmemente por occidente, Paul Kagame los es, sobre todo por parte de Londres y Washington, que financian la mitad del presupuesto de su gobierno y su máquina represiva.

Un aspecto particularmente negativo de los apoyos incondicionales a los regímenes dictatoriales es que envían el mensaje según el cual occidente está preocupado exclusivamente por la estabilidad, aunque ésta se obtenga al precio de la violación de los derechos civiles y democráticos. Por medio de este comportamiento, las potencias occidentales introducen una distorsión y la ayuda extranjera se transforma enseguida en financiación de la opresión.

En el caso de Ruanda, a pesar de las múltiples alarmas lanzadas por Amnistía Internacional, Human Rights Watch y Reporteros Sin Fronteras, las potencias occidentales no parecen ejercer una presión especial sobre el régimen de Kigali, para que detenga la persecución de opositores y periodistas. Tampoco muestran gran prisa en sacar las consecuencias apropiadas del Informe Mapping de las Naciones Unidas, que establece que el ejército de Kagame ha cometido crímenes de guerra y contra la humanidad y posiblemente un genocidio de los refugiados hutu en las guerras en el Congo.

En este contexto, no es nada extraño que el dictador Kagame consagre el 10 de la ayuda al desarrollo al mantenimiento del sistema de seguridad. El argumento de la estabilidad a cualquier precio, acaba de mostrar su debilidad con el brusco derrumbamiento de los regímenes de Ben Ali y Mubarak. El mundo debería comprender que la única estabilidad que vale la pena ser defendida es la que emerge de las instituciones democráticas y responde a las profundas aspiraciones de todos los ciudadanos. Como bien lo expresó el presidente Barack Obama en Accra, Gana, el 11 de julio de 2009, África no necesita hombres fuertes sino más bien instituciones fuertes. Ojalá las potencias occidentales trabajen en adelante a favor del establecimiento de esas instituciones y ojalá que el viento de cambio magrebí barra también África subsahariana y concretamente Ruanda.

Emmanuel Hakizimana

(Profesor en la Universidad de Québec y presidente del Congreso ruandés de Canadá)

http://lautjournal.info, 18 de febrero de 2011.

Traducido por Ramón Arozarena.

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