Democracia real en África y en el Globo.

11/04/2016 | Editorial

Julius Nyerere, de Tanzania, decía, que: “En África tenemos democracia, pero sin demócratas”. Esta constatación puede aplicarse muy adecuadamente a la inmensa mayoría de países, gobiernos e instituciones de África, de Europa y del globo.

Muchos hablan de Europa como un continente donde reina la Democracia, se respetan los Derechos Humanos, y se promueve una vida digna para todos. La realidad diaria nos muestra una situación muy distinta.

Los jóvenes, europeos y mundiales, viven cada día más indignados, porque las instituciones europeas y globales no son democráticas, los derechos humanos no son respetados y el capitalismo más inhumano e injusto tiraniza a la gran mayoría de la humanidad.

Los jóvenes sobre todo se van dando cuenta de que nos quieren hacer creer que esto es democracia y que esta es la mejor forma de ejercer el poder y la gestión pública.

Es necesario diferenciar entre “poder como dominación” y “poder como capacidad de transformación”. Cuando observamos cómo se ejerce hoy día el poder y la gestión de los recursos, podemos concluir que se trata en general de un poder como dominación o imposición para un mayor control de los recursos.

Si nos preguntamos: ¿Quiénes son y han sido siempre los enemigos de la Democracia y del respeto a los Derechos Humanos? La respuesta más adecuada me parece: los poderosos en finanzas o poderes financieros.

Así pues, las elecciones no pueden cambiar el sistema capitalista neoliberal. Dicho de otra forma: la democracia está bien, mientras no intente cambiar el sistema actual.

Por tanto hemos creado instituciones político-financieras muy poderosas, como la UE, la UA, multinacionales, etc. donde nadie en particular está en control y es responsable.

Con el proceso actual de globalización, se sigue apartando la toma de decisiones importantes, de las cámaras democráticamente elegidas y está sirviendo como ejemplo para una gobernanza post-democrática en el globo, a todos los niveles.

Las dos consecuencias más serias de esta gobernanza post-democrática, son como las dos caras de una misma moneda: falta de responsabilidad para dar cuentas y falta de representación de la ciudadanía.

La legitimidad de las instituciones internacionales, como la UE, está basada solo en los gobiernos de los estados, lo cual se podría llamar “legitimidad secundaria”, pues no llega a tener la “legitimidad primaria” que solo la puede dar: una participación directa de los ciudadanos.

En una economía globalizada, la democracia real y legítima ya no es posible, pues los poderes del capital sabotearán todas las iniciativas más sociales y solidarias, como lo hemos visto en Grecia.

Este entramado de estructuras post-democráticas e intergubernamentales debe ser reemplazado por una verdadera democracia global.

El descontento global y la indignación, cada día más generalizada, debe dar paso a propuestas y foros sociales nacionales e internacionales donde se pueda construir una auténtica democracia global con sus propias estructuras.

La participación de la ciudadanía en la elección y gestión de los bienes y servicios, es siempre vital e irremplazable, tanto a nivel local, como nacional y global. De hecho, esta participación ciudadana supone la única garantía y legitimidad.

En otro momento comentaremos cómo la democracia, por si sola, tampoco puede garantizar una gestión responsable, justa y solidaria de la gobernanza y de los recursos o servicios sociales.

Se requiere para ello, una democracia y una economía de calidad. El nuevo escándalo de los “Papeles de Panamá” delata al mundo que estas todavía no existen.

Es evidente que en cualquier proceso de regeneración ética, en la gobernanza y gestión de recursos, la participación democrática del pueblo es siempre absolutamente necesaria e imprescindible.

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