Del proteccionismo interior al control migratorio

19/03/2018 | Editorial

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La política social y económica proteccionista se extiende por varios países poderosos, como en USA, Rusia, China y en la Unión Europea. Como era de esperar, esta actitud y comportamiento de falso y perjudicial proteccionismo lleva a los gobernantes miopes y egoístas al intento de controlar el flujo de migrantes con el dinero y la fuerza.

El control de fronteras delata un ver y tratar a las personas inmigrantes y refugiados como “algo negativo”, e incluso como “chivos expiatorios” de nuestros males sociales. Otro aspecto de este control migratorio es el negocio financiero que supone. La industria de la guerra y el tráfico de armas, están haciendo lucrativos intercambios. Esta guerra de fronteras con África y Oriente Medio, alcanza cifras escandalosas.

La UE se gasta casi 300 billones de euros en el control migratorio. Se trata de un auténtico escándalo, según algunas ONG.

La UE, a través de sus multinacionales, no solamente expropia a millones de africanos de sus tierras, haciendo así imposible la vida de miles de familias africanas, sino que luego les levantamos muros por el camino y los dejamos a merced de mafias que hacen sus negocios con el tráfico de personas, armas y drogas.

No interesa a los gobiernos occidentales, bancos y multinacionales crear oportunidades de trabajo y de desarrollo sostenible para los pueblos africanos en sus países de origen, pues a través de la explotación de sus recursos naturales y minerales, se siguen enriqueciendo a costa de los pueblos empobrecidos. Solo interesa intentar contentarlos con algunos préstamos que se quedan en gran parte en los bolsillos de gobernantes.

Para asegurar y controlar esta situación de lucro cruel y violento, se sirven de grupos armados que operan en las regiones ricas como la RDC y Sur Sudan, y se gastan billones de euros en levantar vallas por el camino y en detenerlos con mafias crueles y ejércitos opresores.

La UE está normalizando esta guerra de fronteras para controlar a los migrantes especialmente africanos.

En la sociedad europea, existen grupos de protesta y denuncia sobre estas crueles esclavitudes que imponemos a los migrantes y refugiados africanos, pero también existe excesiva pasividad y entonces la democracia carece de sentido.

Permitimos que inmigrantes africanos sean deportados y algunos mueran en la cárcel y lo aceptamos como algo inevitable. Nuestros niveles democráticos y de respeto de los Derechos Humanos, anda por los mínimos.

Estamos aceptando que nuestros gobiernos sigan traficando con armas, expropiando a países africanos ricos en recursos y lleguen a imponer una seguridad de fronteras con drones y sensores eléctricos, que nos convierte más bien en prisioneros al interior de nuestras murallas.

Vamos cediendo nuestra responsabilidad, derechos y libertad, por una falsa seguridad de armas y murallas.

Algunos gobernantes poderosos pasaran a la historia por sus muros de exclusión, por su opresión a las mujeres, y por su racismo. Además se les recordará por los cientos de miles de migrantes africanos que han muerto en el Mediterráneo, delante de sus ojos y de nuestra pasividad.

Los gobiernos están en manos de los grandes poderes financieros, porque lo permitimos.

La UE permite, no solamente este tráfico de migrantes y refugiados, sino que también permite la muerte de miles de personas en el Mediterráneo y por el camino, cuando “todo ciudadano es libre de moverse, dejar la propia tierra, desplazarse a otro lugar y poder volver”. (D.U.D.H).

El papa Francisco no deja de denunciar esta política de descarte, y esta deshumanización de la UE y de la política capitalista internacional, donde el ser humano no es el centro de atención.

La tarea de tender puentes y derribar muros, la responsabilidad de seguir promoviendo nuevas alternativas más éticas y colaborativas de política económica, nos pertenecen a toda la sociedad civil, organizada en movimientos sociales, cooperativas de diferentes tipos y de un comercio más justo y solidario.

Ha llegado la hora de un nuevo despertar social y de decidirnos a tomar la responsabilidad social, política y económica, en nuestras manos.

Promovamos, una sociedad sin muros ni miedo, a través de nuestra denuncia y compromiso por la acogida y una vida digna para todos.

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