Deby sobrevive, pero la oposición de Chad paga el precio

11/03/2008 | Opinión

Françoise Djiuiheïn responde con un sobresalto a cada toque en la puerta, cada paso de coche que se paraba detrás de la puerta de la casa. “Todos los que estamos contra este gobierno tenemos miedo” dice la señora Djiuiheïn, una profesora miembro del partido opositor en Chad: “El gobierno quiere eliminar a todos sus enemigos”, afirma.

La crisis de Chad, que alcanzó un momento cumbre cuando los militares casi derrocan al presidente, se ha venido viendo bajo la lente de sus efectos en el vecino Darfur. Al menos 200.000 personas han muerto y 2.5 millones han sido expulsados de sus hogares. A los ojos del mundo, el presidente de Chad es un bastión contra esa catástrofe causando incluso un caos más grande en la región. Él apoya el despliegue de una fuerza de seguridad para proteger a los cientos de miles de refugiados que viven en la zona fronteriza entre Chad y Sudan.

Pero los oponentes civiles de Deby opinan que el mundo le ha dado mucha laxitud para tomar medidas duras contra los disidentes en el seno de su propio país.

La intranquilidad de la señora Djiuiheïn se entiende, dado lo que le ocurrió a sus compatriotas. Al menos media docena de líderes de la oposición desaparecieron una semana después del intento de golpe de Estado, tras ser llevados por hombres armados con uniformes sin insignias, según los testigos. No se sabe nada de ellos desde entonces.

Desde hace años, los señores de la guerra se han echado unos a otros del poder en Chad con el patrocinio de países vecinos como Libia y Sudan. Los 10 millones de ciudadanos del país, poco tienen que decir sobre cómo han sido gobernados desde su independencia de Francia en los años 60. Los presidentes de Chad tienen una larga historia de torturas y asesinatos hacia sus oponentes civiles.

Se cree que el antiguo presidente, Hissène Habré mató y torturó a decenas de miles de oponentes durante su mandato de 8 años, ganándose el sobrenombre del “Pinochet africano”. Victimas de su gobierno han intentado durante años que rinda cuentas ante la ley internacional. Actualmente vive en el exilio en Senegal donde el gobierno accedió a juzgarlo hace 18 meses, pero el juicio todavía no ha tenido lugar.

Idriss Déby, que derrocó al señor Habré con un golpe de estado planeado en Darfur y lo perpetró con ayuda de Sudan, ha retratado el reciente intento por parte de 3 grupos rebeldes de echarlo del poder como un complot extranjero, tramado en Sudan y llevado a cabo por mercenarios chadianos pagados por el país vecino.

El gobierno sudanés tiene razones para querer deshacerse del señor Deby, ya que éste ha ayudado a los grupos rebeldes cercanos a su familia que están actuando en la región de Darfur. De todas maneras, el gobierno sudanés ha negado cualquier relación con el levantamiento anti-Déby.

Mientras la condena internacional a los rebeldes que intentaban sacar a Deby del poder fue rápida y dura y Francia, el antiguo poder colonial, se comprometió a defender su gobierno por la fuerza si era necesario, apenas se ha dicho una palabra de condena pública sobre la represión política que actualmente existe en Chad.

“Es como si no existiésemos, el mundo se ha olvidado de nosotros”, dice un miembro del partido opositor que estaba escondido en Camerún. “Es la vieja historia de siempre, los occidentales necesitan a Deby, y la sociedad y la oposición es sacrificada”.

Roland Marchal, un socio del Centro Nacional para la Investigación Científica, que ha estudiado en Chad, cree que la oposición civil es un verdadero peligro para Déby, que ha tratado de aferrarse al poder durante 18 años, a pesar de gran cantidad de enemigos que le quieren perjudicar.

“La oposición política es el talón de Aquiles de Déby -dice Marchal- Si cambian hacia la rebelión, podrían darle legitimidad. Políticamente, pueden cambiar el equilibrio interno e internacional”.

El señor Déby ha ninguneado a la oposición política por irrelevante y en una conferencia de prensa a mediados de febrero comentó que los arrestos de líderes de la oposición “eran detalles insignificantes que no merecían su tiempo”.

Como muchos otros países africanos, Chad es una democracia en el papel, pero sus elecciones han sido fraudulentas y violentas en muchas ocasiones. Desde su independencia en 1960, el país nunca ha tenido una transferencia de poder pacífica. Sus instituciones, aparte de la poderosa presidencia, son muy débiles.

Chad adoptó una nueva constitución en 1996 y Deby fue elegido durante dos periodos consecutivos. En 2005 aprobó un cambio constitucional que eliminaba el límite de dos mandatos para la presidencia. Cuando se presentó en 2006, la oposición boicoteó y él gano con mucho margen.

Las rebeliones armadas contra Deby surgen de una gran variedad de grupos étnicos. Lo que dicen todos es que él no ha gestionado el bienestar del crecimiento petrolífero y que ha dado preferencias a los miembros de su propia etnia, los Zaghawa. Pero incluso miembros de su propia familia se han vuelto contra él y ahora su sobrino lidera uno de las rebeliones.

Blaise Mouga, miembro del partido Federación (cuyo lider, Ngarlejy Yorongar, fue arrestado la a mediados de febrero, cree que el país necesitaba un cambio como sea: “A pesar de nuestro petróleo, algodón o nuestras granjas ricas en el sur, mira qué país tan pobre somos” comentaba Mouga. “Queremos alguna clase de cambios. No queremos la rebelión, pero no apoyaremos más a Déby. La comunidad internacional dirá que Déby es el mejor de los dos demonios, pero no viven con él”.

Lydia Polgreen

Artículo sacado del semanario ‘East African’, 18 – 24 febrero 2008.

Traducido por Arantxa Freire, para el Departamento África de la Fundación Sur.

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