Darfur: Caos

17/03/2008 | Editorial

Es difícil dar otro título a la situación que se está viviendo en Darfur. El caos es total. Caos, sobre todo, político y humanitario. Más de dos millones de desplazados, 400.000 refugiados y 200.000 muertos en cinco años de conflicto. La situación en vez de mejorar empeora sin esperanzas de arreglo en un futuro inmediato. Todo ello ocurre en una región muy pobre y semidesértica tan grande como España, con fronteras muy difíciles de controlar. Al principio había apenas dos grupos rebeldes para representar las reivindicaciones de los diferentes grupos étnicos diseminados por la región: Los zagaua, los fur, los massalit y otras poblaciones de menor importancia, que suman un total 6 millones habitantes. Ahora ya son 17 los grupos rebeldes.

Se sabe cómo empezó el conflicto hace 5 años. Nadie sabe cuando será su final. Los que ahora están implicados, ya no son solamente los janjauid, o jinetes a la orden del Gobierno de Jartún, y las guerrillas de la región de Darfur. El conflicto ha arrastrado en su dinámica a países fronterizos, como el Chad y la República Centroafricana. Al cabo de los años, los desplazados internos se han convertido en exiliados y refugiados fuera de su país. A los dos países ya citados hay que añadir ahora a Camerún y Nigeria como lugares de refugio. En la pacificación intervienen o tratan de intervenir con enormes dificultades varias misiones internacionales: la AMIS de la Unión Africana, la UNAMID o misión africana de la ONU, la MINURCAT y la UNMIS, dos organismos de la ONU en Sudán, que cuentan con pocos hombres y escasos medios de disuasión. El reciente conflicto entre Sudán, que ha tratado de derrocar al gobierno de Idriss Deby del Chad, ha encontrado dos participantes más: Francia y sus tropas y Libia, con la oferta de mediación de su presidente Gadaffi. Demasiados actores e interlocutores para un conflicto que necesita, sobre todo, la voluntad política de los gobiernos implicados y la búsqueda del bien común. La crisis humanitaria de Darfur no puede esperar más. Las incursiones de los jinetes de la muerte, los crímenes, las violaciones de mujeres, los envenenamientos de pozos, las destrucciones de cosechas y los robos de ganado continúan siendo moneda corriente en Darfur…Lo dicen las ONG allí presentes. Son pocos los que los escuchan.

Las acusaciones que los gobiernos de Sudán y Chad se lanzan entre sí no pueden justificar una situación que clama al cielo. Hay hombres y mujeres que mueren y sufren diariamente en Darfur. Hay que parar esta barbarie. Puede contribuir en algo la comunidad internacional, pero, sobre todo, puede y debe hacerlo el Gobierno de Sudán. Un Gobierno que justifica por motivaciones políticas el sufrimiento y la muerte de sus poblaciones no es digno de representar a su pueblo. El objetivo de un gobierno no es mantenerse en el poder ni controlar sus riquezas, en este caso, el petróleo, sino el bien de su pueblo, su bienestar y su paz. Pero, acostumbrado a gestionar sin compasión largas y cruentas guerras civiles, el gobierno sudanés continúa sin escuchar el grito de los que mueren y sufren en Darfur.

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