Cultura africana, identidad cultural, desarrollo y diálogos de las culturas (parte 2/2)

21/05/2020 | Cultura

libros_cultura_cc0-3.jpgSi analizamos el aspecto religioso, se hace evidente que África es la tierra predilecta del animismo. Durante largos siglos, los Negros africanos han buscado la inspiración en ellos mismos. Moisés, con todo su poder y su golpe de varita en el Mar Rojo, debió doblar la espalda ante la esfinge, cuya enigmática sonrisa eterna parece decir «yo qué sé». Los descendientes de la reina Balkis (la reina de Saba) en su imperio etíope, no podrán jamás ir más allá de los límites de este imperio, una cierta ortodoxia cristiana de la que los zelotes fueron los propagandistas a lo largo de la historia. El islam, después de haber conquistado el norte del continente dirigió sus tentáculos en todas direcciones, se vio obligado a adoptar algunos de los ritos, sino su dogma, de algunas prácticas animistas que hoy son visibles en lo que Vincent Monteil llamó Islam Negro.

No carece de sentido precisar la actual estructura social de África y examinar si contiene los elementos para un resurgir cultural competente. Esta estructura se centra en la familia, ampliada por la unión de las familias y las tribus. Pero aquí, el vínculo no está basado en un culto, ni en la religión como se ha pensado, está determinado por las condiciones de vida, la labor llevada a cabo para luchar contra la naturaleza. Los hábitos de trabajo y los medios de producción se limitan a las exigencias individuales, y tienden a ir en dirección de la satisfacción de las necesidades inmediatas del productor o del vecino, el excedente de esa producción permite los intercambios. El dinero, si excluimos a las grandes ciudades, no atiende a ningún acto social propiamente dicho, ya que se limita a su función política, el pago de impuestos, y desaparece cuando el periodo de impuesto termina. En realidad, la estratificación de las sociedades africanas era apenas perceptible, o en todo caso, era más aparente que real. La diferenciación en castas no era una diferenciación de estratos sociales, en el sentido corriente del término, existía, pero no indicaba la cantidad de posesiones y no había una gran diferencia entre las condiciones de vida de un sirviente y las de un herrero. Es el aporte de otros medios de producción lo que ha producido la transformación de las sociedades africanas, las clases sociales se distinguieron más y más, aunque con lentitud. Mientras que en todos los países europeos la máquina “relega” al trabajador manual, en el África Negra, había una constante preocupación en las naciones dominantes para evitar la constitución de un proletariado, por razones fácilmente comprensibles. Pero el campesinado, que constituye la casi totalidad de la población autóctona se le ha sumado los asalariados africanos y los capitalistas europeos. Por lo que están presentes todos los elementos contrarios, cuya acción recíproca definirá la estructura económica y las culturas africanas del futuro.

El problema de las culturas futuras está vinculado al problema de la identidad cultural, propedéutica del verdadero desarrollo de un pueblo. La identidad cultural de un pueblo es el derecho que tiene a mantenerse igual frente a todas las formas de asimilación y las culturas del mundo contemporáneo. Estas fuerzas suelen jugar a favor de los países más desarrollados. El mundo contemporáneo se caracteriza por tener una tendencia hacia una igualdad cultural, consecuencia de la dependencia económica o política de los países en vías de desarrollo de los países desarrollados. La ayuda económica internacional tiende, por medio de antiguas estrategias, a vulgarizar en los países en vías de desarrollo el modelo de producción y de consumo de los sistemas occidentales o socialistas. El monopolio de los medios de comunicación, detentado por los países desarrollados es otro factor de la tendencia a la igualdad cultural. Favorece la exportación de los sistemas de educación de los países desarrollados a expensas de las culturas nacionales. El nuevo orden mundial de la información preconizado por la Unesco, al igual que el nuevo orden económico, provocan el furor de los dueños de los medios de comunicación occidentales.

La identidad cultural debe significar igualdad entre todas las culturas; exige el mismo respeto a la mayoría como a las minorías, excluye toda subordinación, toda opresión, mientras al mismo tiempo que se mantiene abierta a las demás culturas reclama el derecho a ser diferente. Como escribió Robert Jaulin: «los hombres solo existen en el término cultura, y el planeta tierra alberga diversas culturas humanas, irreductibles entre ellas; estas culturas asumen, inventan, jamás están fijadas, solo pueden dialogar si existen separadamente, solo mientras la humanidad se mantenga plural».

Para los nuevos estados africanos la identidad cultural sigue siendo una garantía de su existencia como nación. Por todo el mundo, el derecho a tu propia cultura es reivindicado en nombre de los derechos humanos, en la lucha contra la discriminación racial, étnica, lingüística o cultural. La expansión colonial no ha sido únicamente motivada por consideraciones culturales, aunque estas juegan un papel de gran envergadura. De esta forma, la política colonial ha combatido las culturas de los pueblos sometidos, negándoles su historia. El factor histórico, escribe Cheikh Anta Diop, es en efecto, el cimiento cultural que une los dispares elementos de un pueblo para hacer un todo. Es la consciencia histórica, por medio del sentimiento de cohesión, que constituye el baluarte de la seguridad cultural y lo más sólido para un pueblo. Es la razón por la que cada pueblo busca solamente conocer bien y vivir verdaderamente su propia historia, y a transmitir la memoria histórica a su descendencia.

El arma cultural más eficaz del que se puede dotar un pueblo es el sentimiento de vivir en una continuidad histórica. Por lo que la supresión, la destrucción de la consciencia histórica ha sido siempre una de las piezas fundamentales de las técnicas de colonización. Para apoyar esta idea, citaremos un pasaje de un tal Peyronnet, citado por Georges Hardy en su obra Une conquête morale, l´enseigment en A.O.F.: «Una materia que veré desaparecer sin arrepentimiento alguno (del programa de nuestras escuelas africanas), es la historia. Algunas lecturas en las lecciones de francés valdrán para darles una idea del poder de nuestro país… Hay un medio mucho más sencillo para darles a los indígenas una idea de nuestra fuerza: decorar la sala de clase con chicotes entrecruzados (pequeños látigos de cuero, normalmente de hipopótamo, que tenían los jefes blancos en las colonias francesas), y colocar en el pupitre del maestro un cañón del 75 en miniatura. Esto puede, en cierta medida y por un tiempo determinado, reemplazar la historia».

Otro elemento de la dominación temporal es sin duda alguna la lengua. Como dijo Montesquieu, mientras un pueblo conserve su lengua mantendrá la esperanza. La lengua es el rasgo de identidad cultural por excelencia. Para justificar la dominación de la lengua francesa en sus antiguas colonias, invocan el hecho de que África es una torre de Babel. Es un punto de vista defendido tanto por las autoridades francesas como por los jefes de los Estados africanos que han adoptado el francés como la lengua oficial. Pero Europa también es una torre de Babel, la aparente unidad lingüística no existe en ningún continente: las lenguas siguen a las corrientes migratorias, al destino particular de los pueblos. Cheikh Anta Diop afirma que es una lengua africana la que ha sido más antiguamente escrita en la historia, en Egipto, hace 5.300 años. La exclusiva utilización del francés en la educación y en las relaciones internacionales africanas es un gran freno para conseguir rechazar la tutela cultural de Francia. Fue Sartre, en su Orphée Noir, que dijo que los creadores de la Negritud se vieron obligados a escribir en francés su evangelio. Raros son los escritores que dominan el francés, en Être et du Neánt, Sartre afirma que los poetas africanos «desfrancesan» el francés antes de escribir. Solamente cuando las palabras se destiñen de su «blancor» el heraldo negro las adopta como suyas, convirtiendo esta lengua en ruinas en un “súper lenguaje” solemne y sagrado, la poesía. La originalidad de la literatura africana (en lengua francesa delineada por nosotros) es limitada. No es nuestra intención predicar el rechazo de las lenguas de nuestros colonizadores, pero su enseñanza no debe hacer caer en el olvido nuestras lenguas nacionales, verdaderos vehículos de las culturas africanas, solo a través del diálogo entre culturas se puede alcanzar un verdadero desarrollo en África. Según Roger Garaudy, esto que las sociedades occidentales llaman «desarrollo» está definido por criterios cerrados, unilaterales y puramente económicos: crecimiento cuantitativo de la producción y del consumo, sin hacer referencia alguna al proyecto humano y a la calidad de vida.

Roger Garaudy dice en Dialogue des Civilisations:« Un verdadero diálogo entre civilizaciones solo es posible si yo considero al otro hombre y a la otra cultura como una parte de mí mismo, que vive en mí y me enseña aquello que me falta», una cosa perfectamente alcanzable en la concepción africana del mundo. África tiene una concepción del mundo y de las relaciones interculturales que le predispone a admitir la cultura del otro. Cuando miramos la historia africana, lo que choca es esta capacidad, esta disposición, que tienen incluso en el caso que se dé una conquista territorial de unos a otros, los vencedores toleran la existencia independiente de la cultura de los vencidos, enriquecen su propia cultura y reconocen a las otras culturas el derecho a ser diferentes. Este fenómeno se define como un universalismo de coexistencia, por oposición a un universalismo de conquista. El africano piensa que la dominación política y económica no debe acompañar a la destrucción de los valores culturales del otro. El Occidental, en su universalismo de conquista, no es capaz de disociar la conquista territorial de la invasión cultural.

La anexión política allana el camino a la anexión cultural. La descolonización, dijo Senghor en el Congreso sobre la civilización Mandinga en Londres (1972), no se hace siempre mediante el dialogo de las civilizaciones, algo que le hace daño a sí misma. Los hombres de negocios se reúnen más a menudo que los hombres de cultura; los gobiernos hablan voluntariamente, en el mejor de los casos, de economía y finanzas, de enseñanza y formación, en vez de hablar de arte y literatura, o simplemente de educación, la contaminación de la mente es peor que la de las playas o incluso las ciudades; la solución del problema cultural es la condición sine qua non del desarrollo y de todo crecimiento.

Ibrahima Baba Kake

Fuente: Ethiopiques

[Traducción y edición, M. Rodríguez, Olaso]

[Fundación Sur]


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