Creciendo en la República, por Juan Tomás Ávila Laurel

15/06/2010 | Bitácora africana

Aquí en la república, un decir, de Guinea Ecuatorial, como el mundo entero, se ha celebrado el día internacional del trabajo. Lo de este país es siempre lo mismo, nunca se salen del guión, podrían grabar el acto de hace diez años y emitirlo por la tele, la gente no se daría cuenta de la innovedad.

Pero antes de seguir hablando de la celebración del día de San José Obrero, haremos una acotación. Acá en la África guineana los hombres se unen a las mujeres. Pueden ser matrimonios formales o que una persona soltera se arrime a quien sea del sexo opuesto y del resultado de la unión salga una criatura. Según donde viva la mujer, lo tendrá atada en la espalda hasta que empiece a andar, y lo alimentará con la leche del pecho y sólo le dará de comer otra cosa cuando lo consulte con los mayores de su etnia, quienes le dirán que la criatura ya tiene edad de comer otra cosa. Si a edad temprana la madre se viera imposibilitada de dar de mamar, la llevarían a la puérpera más próxima para que la imposibilidad de la mamá no suponga un episodio luctuoso para la familia.

Aquí en la Guinea entraron las costumbres foráneas y hace años que las mujeres, sobre todo si tienen medios para hacerlo, alternan la dación lechona del pectoral matrio con la entrega onerosa de leche disecada de NESTLÉ, sociedad globalizada, ya que no es anónima. Lo de onerosa es porque esta leche no es nada barata, y habría que preguntar en cómo piensan los magnates de la citada empresa que vivirían las bebitas si, siendo incapaces de vivir por su cuenta, no tienen dinero en la cuenta ligera de sus padres. Acá prendió la costumbre de dar leche de lata a los infantes, y eso por varias razones. Primero, la madre puérpera podría ser parlamentaria, y los fariseos de este mundo no verían con buenos ojos si ella sacara del sostén un pecho orondo y lo pusiera a chupar al bebito metido en cintura para no molestar a los honorables. Lo que no dicen es del silencio que hacemos cuando todos los políticos del mundo entero sueltan sus mentiras ante todo el mundo. No movemos un dedo aunque la mentira fuera tan descarada que matara pájaros.

La otra razón por la que acá en esta África las mujeres compran leche de lata es porque creen que la succión continua del producto humano de la concepción menoscabaría la lozanía de los pectorales de la fémina en cuestión, y esto supondría un perjuicio a la presencia física de ella, toda vez que los dichos pectorales alternan su función alimentaria con la del realce de sus atractivos, puestos al alcance de los hombres que podrían ser los padres de los siguientes niños. Acá en nuestra Guinea se suele decir, puesto en boca de las mujeres, que un hombre solo no llena una maleta, y saben lo que dicen pues alcanzaron la mayoría de edad.

Estamos diciendo, en un castellano un tanto cogido de las flores, que las mujeres han aprendido a dar leche disecada a sus niños pequeños, guardando la leche humana para cuando no pueden estar fuera de casa. ¿Esto no es un aprendizaje? ¿No es algo que ha tenido que entrar poco a poco? ¿No es una costumbre copiada del extranjero más europeo del mundo? Es necesario hacer esta ristra de preguntas porque África es el continente al que más se juzga con ojos antropológicos, pero de antropólogos recién graduados, y furiosos, para no decir fanáticos. Mucha gente cree que África siempre debe ser poblado de nativos enanos o de estatura normal, taparrabos más o menos televisivos y recetas milagrosas para curar males sin nombre, al margen del hecho de la escalofriante esperanza de vida de sus habitantes. Para todos los antropólogos que nos miran con lupa, ninguna mujer debe dar leche disecada a su bebé, y al cuerno con las sesiones del parlamento si ella ha sido designada por el jefe para ocupar una silla. (Cierto que muchas de las que llegan a este puesto sobrepasan la edad de concebir, o la política activa lo desaconseja)

El cuento de la leche viene muy a cuento, redundancia obligatoria, porque ayer mismo, como decíamos arriba, todos los trabajadores de Malabo se metieron en camiones y autobuses para desfilar por las principales calles para celebrar que lo eran, que tenían jefe, y que el jefe podía prescindir de ellos si alguien del poder no les protegía. Pero eso si ellos, y de manera individual, tenían alguna relación con alguien que mandaba. A lo que íbamos, salieron con camisetas pagadas por la empresa en la que trabajaban y fueron a tomar parte en un desfile en el que todas las empresas venían precedidas por una pancarta en la que felicitaban al presidente por ser el “primer trabajador”. Lo que se ve es que los guineanos no saben cómo se ejerce el oficio de jefe de estado ni las ventajas que conlleva. En ese día de San José, todos los obreros comulgan con las palabras de la pancarta, y felicitan a su excelencia por la fiesta, a la vez que se adhieren a su línea política. Y cuando miramos la tele de otros países, vemos que en las principales ciudades del mundo estas manifestaciones acaban con heridos, muchos de ellos graves, por protestas por las condiciones laborales y económicas injustas que padecen los trabajadores.

Entonces tomamos la palabra y decimos: ya que debemos dar esa leche a los niños, y es una leche hecha por los extranjeros, ¿no es buena idea hacer como ellos y protestar por lo que no va bien? Descartando los enfrentamientos que terminan en heridos graves, ¿no va siendo hora de que los días del trabajador guineano dejen de ser meter las manos en la manga de esos vestidos coloreados e ir a las calles a cantar las alabanzas de quien manda para luego terminar la jornada con una bebida embriagante? ¿Todo va bien para los trabajadores de Guinea Ecuatorial para que en veinte años no cambien el guión de su celebración? ¿Estaríamos en un paraíso y sólo algunos no nos damos cuenta?

Toda vez que el asunto tiene que ver con el Jefe de Estado, a quien todos se dirigen en todas las celebraciones públicas, le decimos: Oh jefe, aliente a estos súbditos tuyos para que se preocupen por su futuro, pues si no, habrá luego llanto y crujir de dientes. Claro, es el jefe el que se lo tiene que decir, toda vez que nadie en este país puede tomar una iniciativa para todos tan drástica. Alguien tiene que decir a los empleados guineanos que la querencia que tienen por su jefe no tiene nada que ver con el conformismo que manifiestan por su situación, pues este no tiene pinta de ser, ni siquiera de fachada, un país comunista y nadie va a vivir por ellos. Las mujeres llevan años, muchos años, dando de beber la leche de NESTLÉ a sus hijos. Si siguen en esta senda del conformismo, llegará un día en que NESTLÉ no podrá vendernos la leche disecada y no podremos dejar a los niños para ir a ninguna manifestación, pues no se les permitirá a las mujeres que salgan con sus niños pegados al pecho. Entonces por no ir a cumplimentar con una costumbre que no tiene mucho sentido, pero de la que se aprovechan los ricos, seremos castigados. Ahí será el llanto y crujir de dientes. El que tiene oídos para oír, oiga.

original en FronteraD

http://www.fronterad.com/?q=node/1288

Autor

  • Ávila laurel , Juan Tomás

    Juan Tomás Ávila Laurel, escritor ecuatoguineano nacido en 1966 en Malabo, de origen anobonés, actualmente reside en Barcelona. Su obra se caracteriza por un compromiso crítico con la realidad social y política de su país y con las desigualdades económicas. Estas preocupaciones se traducen en una profunda conciencia histórica, sobre Guinea Ecuatorial en particular y sobre África en general. Tiene más de una docena de libros publicados y otros de inminente publicación, entre ellos las novelas y libros de relatos cortos La carga, El desmayo de Judas, Nadie tiene buena fama en este país y Cuentos crudos. Cuenta también con obras de tipo ensayístico, libros de poemas y obras de teatro.

    En Bitácora Africana incorporamos el Blog "Malabo" que el escritor realiza para la revista digital FronteraD. Desde CIDAF-UCM agradecemos a la dirección de FronteraD y a Juan Tomás Ávila Laurel la oportunidad de poder contar en nuestra Portal del Conocimiento sobre África con esta colaboración.

    @Avilalaurel

    FronteraD - @fronterad

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