Costa de Marfil: Las mujeres desafían los tabúes, por Antonio Molina

3/04/2009 | Bitácora africana

Un informe del Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas asegura que el nivel de pobreza en Costa de Marfil alcanzaba el 43% de la población en 2007, tres o cuatro puntos por encima de las cifras ofrecidas en 2002, cuando la contienda de la guerra civil dividió el país en dos zonas.

LAS MUJERES SE REBELAN

Según la tradición patriarcal ancestral, el cultivo del cacao y del café era algo exclusivo de los hombres, que de este modo poseían el poder económico.

Ahora ya no es más así, cientos de mujeres, por no decir millares, se han atrevido a ignorar estos tabúes y se han empezado a dedicar al cultivo del café y del cacao.

Según afirma Ágata (Águeda) Vanie, fundadora de la Asociación de Mujeres Cultivadoras, en su pueblo, Boko, la razón es muy sencilla: “La miseria de las mujeres enfrentada a la riqueza económica de los hombres, que poseen las plantaciones de cacao y de café.”

Boko está a 200 kms al oeste de la capital económica, Abiyán, en el selvático distrito del sur, Divo. Allí, la Asociación de Mujeres Cultivadoras de Cacao ha reunido ya a un millar de miembros. Se trata de la primera asociación de cultivadoras, que sirve de referencia a otras posteriores organizadas en Costa de Marfil, con la particularidad que financia sus propios costes de funcionamiento, sin recibir ninguna ayuda del Estado.

LA MUJER NO TIENE DERECHOS

Según la Tradición, las mujeres no gozan de derechos. No pueden crear y menos heredar una plantación, pues el régimen hereditario está regido por las normas del patriarcado, que es arcaico y misógino, según Vanie. Ella misma nos cuenta: “Decidimos, costase lo que costase, ir a las mujeres y permitirles tener parcelas de tierra donde poder plantar los cacaoeros.”

Costa de Marfil es el mayor productor y exportador del mundo de cacao, alcanzando el 40% del total. Vanie nos cuenta cómo sucedieron las cosas: “Me reuní con el jefe y los ancianos de mi pueblo y comencé explicándoles, que las mujeres podrían contribuir a los gastos, cada vez más pesados por el alto coste de la vida y la subida de los alimentos, pero la respuesta llegó brutal y sin apelación: ¡NO! Una mujer no tiene derecho a poseer una plantación y después darnos órdenes.”
Aquí interviene una anciana, Clementina Galo, de más de 70 años, que se atrevió a transformarse en cultivadora de cacao y ahora es una mujer liberada y feliz, por haber sido la primera en aceptar el reto y vencerlo. Nos dice, apoyada de pie junto a uno de sus árboles, cargado de vainas amarillas: “Mi marido me abandonó y sólo tengo la plantación para cubrir mis necesidades y prepararme para mis últimos días.”

A su lado, su amiga Henriqueta Ñeza nos enseña orgullosa sus 20 hectáreas de cacao, diciéndonos:”El año pasado recogí 10 toneladas de granos de cacao y con el beneficio pagué las matrículas y tasas escolares para mis dos hijos. Puede que este año las cosas me vayan mejor, pues el precio del cacao está subiendo.”

LAS MUJERES SE ORGANIZAN

Estas Asociaciones locales pretenden organizarse en cooperativas, para atraer a otras mujeres más jóvenes, que colaboren y cuiden de las plantaciones de las señoras mayores. Es una batalla ardua en este país de unos 20 millones de habitantes, donde a pesar del rol cada vez más activo de las mujeres en la sociedad, todavía se pretende que quienes tomen las decisiones sean los “cabezas de familia” – los hombres- . En los medios rurales, las mujeres, si no están unidas, son las más perjudicadas.

PROYECTOS DE FUTURO

La Asociación, creada por Vanie, pretende que por todas las zonas del país dedicadas a estos cultivos, que surjan asociaciones hermanas. “Las asociadas ya han vencido su miedo a los hombres y hemos obtenido créditos en las instituciones financieras”, nos explica Verónica Gopo, tesorera de la asociación, que cuenta con el apoyo de Pedro Gbaza Zohuri, jefe de Boko, que ahora respalda este proyecto de emancipación de las mujeres. Y añade con una mueca de resignación:”En las ciudades maridos y esposas se reparten las tareas del hogar ¿porqué no en los pueblos? Ellas tienen mi bendición.”
A nosotros sólo nos resta decir: Amén…que así sea.

Autor

  • Molina Molina, Antonio José

    Antonio José Molina Molina nació en Murcia en 1932. Desde 1955 es Misionero de África, Padre Blanco, y ya desde antes ha estado trabajando en, por y para África. Apasionado de la radio, como él relata en sus crónicas desde sus primeros pasos en el continente africano, "siempre tuve una radio pequeña en mi mochila para escuchar las noticias". Durante septiembre 2002, regresa a Madrid como colaborador del CIDAF. En octubre de 2005 aceptó los cargos de secretario general de la Fundación Sur y director de su departamento África. Antonio Molina pertenece -como él mismo dice- a la "brigada volante de los Misioneros de África", siempre con la maleta preparada... mientras el cuerpo aguante.

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