Claves abiertas de un mundo a la deriva: El último clamor, por Juan Tomás Ávila Laurel

17/03/2011 | Bitácora africana

Las innumerables circunstancias de dolor humano, de las violaciones de los derechos de hombres, mujeres y niños de todo el mundo, las circunstancias de desamparo, de indefensión, de impunidad, de castigos y de maltratos, de pobreza y marginación, de supervivencia y abandono, de masacres, de exclusiones y brutalidades han movido a muchas mujeres y hombres de todo el mundo a buscar soluciones para resolver los conflictos que los crean y a proponer soluciones para conseguir que el mundo sea un sitio mejor. Muchas veces se han aliado, otras veces estos hombres y mujeres han emprendido solos este camino de búsqueda. A veces han tenido apoyo material de otros, otras veces han se han enfrentado a todo con las manos vacías, dispuestos a ayudar con el aporte de sus reflexiones.

Han pasado muchos años, el mundo está lleno de recursos de todo tipo, pero alguno de nosotros vemos que las cosas no van por el buen camino. En nuestra tarea por edificar un mundo más digno y justo, nos hemos encontrado con una realidad aterradora: la política mundial está totalmente supeditada a los intereses de los ricos, aliados sempiternos de los políticos de todos los países, sin distinción de ningún tipo. Los ricos, consecuentemente, tienen secuestrada a toda la clase política, deviniendo ambos en el binomio detentor de todo el poder del mundo.
La consecuencia de este hecho es que las soluciones propuestas para mejorar la vida de los hombres y mujeres, niñas y niños de todo el mundo se chocan constantemente con los intereses particulares de los ricos y de los políticos, siendo estos, elegidos democráticamente o aupados al poder por métodos violentos, injustos o ilegales, los principales obstáculos para la implementación de medidas favorecedoras de una vida digna. En el mundo actual, todos los políticos que no están metidos en las tramas empresariales de los ricos, quienes a su vez son los políticos que apoyan a los ricos, son meros figurantes que engrosan la lista de los partidos y que ejercen de comparsa en ocasiones puntuales de la vida política de los países. Ellos no tienen la clave de ninguna solución.
Embarcados en la defensa de sus intereses económicos particulares, los políticos de las democracias occidentales se encuentran desacreditados cuando tienen que denunciar las violaciones a los derechos humanos de sus homólogos que alcanzaron el poder con métodos ilegales. De esta manera, los asuntos se postergan día a día, mientras echa nuevas raíces la maldad.

Es este estado de cosas que impide que todos los miembros prominentes de la ONU, asociados a otros organismos, como la OTAN, la UE, UA, la Liga Árabe sean incapaces de parar la mortandad que está perpetrando Gadafi en Libia. Es el mismo estado de cosa que impide que se pueda enjuiciar o aborrecer los crímenes cometidos por todos los dictadores africanos. Esta situación es la que impide que las demandas de libertad de los ciudadanos de Guinea Ecuatorial sean consideradas un estorbo, la misma situación que permite que algunas de las mujeres que salieron a protestar en las calles de Costa de Marfil acabaran con las tripas desparramadas sobre el asfalto por los disparos de los intransigentes sostenidos por empresarios-políticos, confiscadores de la libertad.

Pero estos hechos diarios no nos deben hacer olvidar las atrocidades cometidas siempre y en fecha también reciente. Todos los ciudadanos, hombres, mujeres y niños, que caen muertos en todas las ciudades de Latinoamérica, desde México, pasando por la dolorosa experiencia de América Central, hasta los países del Sur, son abatidos con la complicidad de los gobernantes aliados de empresarios sin ningún tipo de escrúpulo. Toda la sangre que corre en Colombia, un ejemplo duradero de dolor, tiene detrás a políticos que luchan por sus intereses económicos. Hay países en el continente asiático que son por sí mismos una cárcel gigante, donde nadie puede salir sin una razón especial. En toda África hay escalofriantes cifras de miseria y maldad.

Toda esta situación persiste ante la pasmosa pasividad de los políticos de todo signo, preocupados en alcanzar el poder, en mantener la mayoría parlamentaria de sus partidos, en afianzar posiciones dentro de sus partidos, en conservar las alianzas con los grupos económicos, en hacer prosperar sus negocios. Día a día vemos cómo las soluciones se dilatan o se postergan, pues los políticos, ajenos al dolor del mundo, tienen que conciliar los resultados políticos con sus intereses económicos. Esto ocurre en Estados Unidos, en España, en el Reino Unido, en la ONU, en la Unión Africana, en todo el mundo, y ocurre con el beneplácito de todos los organismos existentes, con el apoyo del Vaticano, de la Fundación Nobel y todos los organismos y fundaciones que reciben fondos de los ricos.

Si esta situación fuera causal o accidental, pediríamos a los hombres y mujeres que luchan por un mundo mejor que no cejen hasta conseguir un mínimo para dignidad humana. Pero ya hemos dicho que no lo es, todo está bien dirigido por poderosas alianzas políticas y económicas. Todas los hombres y mujeres que salen a la calle en busca de la libertad, todos los seres anónimos que piden una vida mejor no pueden con la poderosa maquinaria represiva de la policía, el ejército, los cuerpos especiales de seguridad, los mercenarios, la OTAN, los guardias fronterizos, las empresas privadas de seguridad, los servicios de inteligencia, los chivatos y los sicarios a sueldo de los gobiernos democráticos y las dictaduras de todo el mundo.

El inerme ejército de desposeídos del mundo entero no tiene medios para sortear las trampas legales de los entramados empresariales de los políticos-empresarios. Los pueblos desfavorecidos no tienen quien pague a los abogados para alcanzar los beneficios de la justicia.
Las mujeres que salieron a protestar por el caos en Costa de Marfil no tienen armas con que enfrentarse al ejército que defiende los intereses de Laurent Gbagbo. Un hombre sólo, armado de sus reflexiones, no tiene recursos para enfrentarse a la poderosa estructura mediática de los políticos y empresarios. En definitiva, los que creemos en un mundo mejor creemos que no podemos luchar contra la tupida red económica, política y mediática de los políticos actuales. No tenemos armas para luchar contra los gobernantes que solamente defienden sus intereses. Ya no podemos seguir luchando contra la indiferencia, la enemistad y los intereses de los políticos del mundo entero.

Por todo lo que antecede, abandonamos por un tiempo nuestra lucha y comunicamos a los políticos y empresarios del mundo entero que les concedemos un tiempo para la reflexión. Es un espacio temporal breve en el que cesaremos nuestras reivindicaciones y en el que les pedimos que reflexionen sobre sus deseos más profundos, sobre lo que quieren ser, y cual puede ser su contribución en la aventura dolorosa de un mundo mejor.

Autor

  • Ávila laurel , Juan Tomás

    Juan Tomás Ávila Laurel, escritor ecuatoguineano nacido en 1966 en Malabo, de origen anobonés, actualmente reside en Barcelona. Su obra se caracteriza por un compromiso crítico con la realidad social y política de su país y con las desigualdades económicas. Estas preocupaciones se traducen en una profunda conciencia histórica, sobre Guinea Ecuatorial en particular y sobre África en general. Tiene más de una docena de libros publicados y otros de inminente publicación, entre ellos las novelas y libros de relatos cortos La carga, El desmayo de Judas, Nadie tiene buena fama en este país y Cuentos crudos. Cuenta también con obras de tipo ensayístico, libros de poemas y obras de teatro.

    En Bitácora Africana incorporamos el Blog "Malabo" que el escritor realiza para la revista digital FronteraD. Desde CIDAF-UCM agradecemos a la dirección de FronteraD y a Juan Tomás Ávila Laurel la oportunidad de poder contar en nuestra Portal del Conocimiento sobre África con esta colaboración.

    @Avilalaurel

    FronteraD - @fronterad

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