Charles Taylor entra en Liberia, por Nuno Cobre

7/11/2014 | Bitácora africana

Reseña literaria de ‘La Casa de la Playa de Azúcar’ de Helene Cooper (4) de (5) –

El Gobierno de Doe nunca fue estable y siempre sufrió el riesgo de ser derrocado en cualquier momento, hasta el punto de que llegó a recibir un intento de golpe de estado por parte de Quiwonkpa, antiguo amigo y compañero de armas de Doe. Samuel Doe llegó a ser apresado, pero consiguió sobornar al soldado que le había capturado y acabó escapando. Quiwonkpa acabaría siendo ejecutado.

Doe impulsó varias medidas económicas como la acuñación de monedas de 5 dólares y creó también los “Doe dollars” o “Liberian dollars”. Sin embargo, poco a poco fue perdiendo fuerza hasta el punto de perder el apoyo de los Estados Unidos (algunas fuentes indican que debido a sus coqueteos con China y su gradual apartamiento de las consignas de Washington) De manera que el 24 de diciembre de 1989, Charles Taylor entra con su ejército en Liberia a través del condado de Nimba dando lugar a una Guerra civil que no terminó hasta el 2003. Charles Taylor era un antiguo funcionario de la administración de Doe, acusado de robar casi 900,000 dólares, lo que le obligó a huir a los EEUU de donde escapó más tarde (dicen muchas fuentes que con la ayuda de los propios EEUU) para derrocar a Doe.

Cooper narra algunas de las crueles historias bélicas de Taylor y su banda de muchachos anfetaminados, y otras muchas más historias que tenían que ver por ejemplo con los terribles bombardeos del ECOMOG (afectando incluso a la Firestone) la importancia de la cassava que se convirtió en el alimento de supervivencia durante la Guerra, la famosa y siniestra frase que se pronunciaba en la Guerra, “give me six feet”, antes de ejecutar a alguien para que no les salpicara la sangre, el lema de la campaña de Taylor cuando se presenta a presidente del Gobierno, “He killed my ma, he killed my pa, but I will vote for him anyway” etc. Como se sabe, Taylor acabaría perdiendo la guerra y siendo apresado por el Tribunal de la Haya. La democracia se establecería en Liberia con la elección de Ellen Johnson-Sirleaf.

En otro orden de cosas, la novela pone de manifiesto la importancia del concepto racial. Cooper cuenta que durante muchos años, no le había dado importancia a la raza, pensando incluso en cierta medida que era “blanca” (Helene le llegará a decir a alguien, “¿pero no se ha dado cuenta de que yo también tengo una delicada piel blanca?”) Hasta que va a los Estados Unidos y su estatus burgués se reduce de sopetón a un estrato de bajo perfil. En este sentido, el libro es interesante para conocer mejor el código racial entre los negros: por ejemplo, un tipo como Willy Smith es considerado casi blanco por los africanos; a los labios de los blancos, los liberianos les llaman, “flat mouths”. Resulta además revelador descubrir que a muchos negros les gustaría ser “blancos” y que muchas veces se valore más a los negros ‘blancos’ que a los negros ‘negros’. Me parece interesante destacar también el hecho de que la novela explique que Liberia se llegó a convertir en punto de llegada de gente negra de muchas partes, principalmente del Oeste de África: Sierra Leona, Guinea (con ricas familias musulmanas) Costa de Marfil, Ghana, Togo, Nigeria, Indias occidentales etc. Muchos de estos visitantes, adoptarían el gusto por vestir bien, aspecto que como Cooper recuerda, tiene gran importancia en Liberia.

Otro concepto fundamental de la novela es “América”, el cuál constituye sin duda el Edén para la mayoría de los liberianos (y para muchísimos africanos) Pero la vida de Cooper no fue fácil en los EEUU ya que en ese país como se ha dicho no tenía ni el estatus ni los privilegios que tenía en Liberia. Cooper dice que América trata a Liberia como un hijastro.

Cooper también nos habla de la importancia de la religión en Liberia, que se traduce en asistir de una manera casi obligatoria a misa, en su caso a la First United Methodist Church de Ashmun Street. Helene nos habla también de la relevancia de las sociedades secretas (como el Poroh o la Sande society, a la que también se le llama Grebo bush) y la brujería, “en Liberia tu no mueres de causas naturales, mueres porque alguien te ha embrujado”. Por ejemplo, Vicky, la sobrina de la madre, ‘veía’ espíritus. El libro también ayuda a conocer mejor la gastronomía liberiana como el ‘palm butter’ el cual puede llevar salsa de palma, pescado, pollo, carne, pimiento, gambas y pimiento muy picante, ‘cabbage stew’ o guiso de col, que puede llevar de todo como plantain, batata etc. ‘Potato greens’, que viene a ser arroz con hojas del sweet potato y también puede llevar pollo, pescado seco, pescado ahumado, carne, pimiento, carne con maíz etc. pero nada de patatas…

Cambiando de asunto, hay que poner de relieve también que dentro de The House at Sugar Beach, hay otras pequeñas historias (como la del sirviente Ibrahima) que insinúan la crueldad de la familia de Helene y el trato soberbio y arrogante de los Congo en general. Cooper es sincera y no duda en insinuar que su familia se portó de manera brutal en un momento dado.

Por otro lado, al final del libro hay unas notas de agradecimiento que me gustaron. En ellas, Cooper afirma que “una cosa que he aprendido escribiendo este libro, es que nuestros padres, abuelos y bisabuelos, son los mejores recursos que cualquiera de nosotros posee a la hora de elaborar nuestras propias historias”, lo cual anima a indagar en la familia de uno para descubrir un universo de posibilidades y secretos. Admite Cooper asimismo que creció muchísimo escribiendo este libro y que en cierto modo necesitaba apoyo para crear una obra de calidad, “si supiese lo duro que este libro iba a ser, hubiese pasado mi niñez y adolescencia leyendo buena literatura en lugar de novelas románticas, gracias a que tuve un editor que sabe distinguir entre la tontería y escribir bien”. Nicholas Kulish por su parte le dijo a Cooper que se deshiciese del estilo arrogantillo y frívolo. Helene también habla de Bob Davis, “me dio los dos principios centrales de la escritura: métete en un lío y no seas nenaza”…

Original en : Las Palmeras Mienten

Autor

  • Nuno Cobre

    Sin que nadie le preguntase si estaba de acuerdo, a Nuno Cobre lo trajeron al mundo un día soleado del Siglo XX. Y ya que estaba por aquí, al hombre le dio por eso que llaman vivir.

    Sin embargo, durante mucho tiempo creyó Nuno que el mundo era sólo eso, sólo eso que se presentaba de manera circular y hermética ante sus ojos. Se asfixiaba. A veces. Pero algunos viernes o lunes por la mañana, una vocecita fresca y lejana le decía que habían otras cosas por ahí, que debían haber otras cosas por ahí.

    Y un día Nuno Cobre salió y se fue a la Universidad, y un día siguió viajando y al otro también, y al otro, mientras iba conociendo a gente variopinta y devorando libros sin parar… Entonces descubrió con un cierto alivio que no estaba solo. Que habían más. Cuando llegó la hora de elegir, Cobre decidió convertirse entonces en viajero sólido y juntaletras constante, pero quería más, un más que venía del Sur. Y fue así como el latido africano empezó a morderle tan fuerte que una noche abrió la puerta del avión y se bajó en un país tropical. África.

    Los temores. Llegó con cierto temor a África influenciado por la amarilla información occidental ávida de espectáculos cruentos y de enfermedades terminales. Y resultó que en lugar de agitarse, a Cobre se le olvidó la palabra nervios a la que empezó a confundir con un primo lejano. Y así fue como se llenó de paz, tiempo y vida.

    Tras varios años en África, Nuno Cobre sólo aspira a lo imposible: vivir todas las experiencias mientras le da a la tecla, a los botoncitos negros del ordenador que milagrosamente le proyectan un nuevo horizonte cada día.

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