Celebración del 15 de octubre en Burkina Faso: ¿Para cuándo la verdadera reconciliación?

20/10/2008 | Opinión

Si existe una fecha que no crea unanimidad en el espíritu de los burkineses esa es, sin duda, el 15 de octubre. Separa, divide y hace que se enfrenten dos facciones inflexibles, intransigentes y extremistas que se miran con hostilidad. Cada una de ellas encerrada en sus convicciones, convencida de que la historia le dará la razón. La celebración de esta misma fecha, hace un año, ha servido de ocasión para darse cuenta de hasta qué punto es inmenso el abismo que las separa.

Mientras que por un lado se proclamaban con gran júbilo y entusiasmo los “20 años de renacimiento democrático”, por el otro lado se conmemoraba con tristeza y lágrimas el “20º aniversario del asesinato de Thomas Sankara”. Una misma fecha: dos celebraciones, dos estados de ánimo, y quizá, incluso, dos naciones. Con certeza, un gran estropicio. Pues podríamos (deberíamos) haber actuado más y mejor. Deberíamos haber aprovechado los 20 años del acontecimiento para consolidar una reconciliación verdadera en el corazón de los burkineses, y guiar, de este modo, a toda la nación a un perdón sincero, una condición imprescindible para una paz duradera que apacigüe, consuele y reconforte. Este no es el caso, y hoy, con el 21º aniversario del 15 de octubre de 1987, se comienza un nuevo ciclo del mismo aniversario, festejado por unos y llorado por otros y la nación sigue dividida en dos por el mismo abismo que, con el paso del tiempo, va a profundizarse y, a más o menos largo plazo, se corre el riesgo de que se muestre infranqueable.

Burkina no necesita esta intransigencia suicida. Nadie puede decir que Thomas Sankara habría sido un ángel o un santo. Las ideas profesadas por este hombre prevalecen después de su muerte y muestran hoy una pertinencia casi profética, sobre todo en el contexto actual de crisis del poder adquisitivo que ha agravado, desde hace poco, el cataclismo financiero que afecta a todo el planeta. Pero el punto débil del régimen revolucionario habría sido, sin duda, el relacionado con la consecución de las libertades y derechos del hombre. Thomas Sankara habría sido un hombre, simplemente, con sus fortalezas y debilidades, con sus virtudes y defectos, los defectos de sus virtudes y las virtudes de sus defectos. Condenarle ahora sería injusto. Del mismo modo que sería igual de injusto canonizarle.

Bienaventuradas las naciones que han sabido abordar serenamente ciertos momentos cruciales de su historia. Negarse a hacerlo implica verse obligado a hacerlo en algún momento. El pasado reciente de Burkina Faso revela que dos momentos propicios se presentaron para una reconciliación saludable de todos los habitantes de este país: el día nacional del perdón, en marzo de 2001 y el 20º aniversario del 15 de octubre, el año pasado. Dos ocasiones que se han, si no rechazado, al menos considerado poco y, en todo caso, no se han aprovechado lo suficiente. Por la intransigencia y la inflexibilidad procedentes de una falta de tolerancia, así como por un egoísmo extremo probado.

Las grandes naciones del mundo han tenido que enfrentarse a contratiempos difíciles a lo largo de su historia. La Francia de Luis XVI sufrió con su revolución y sus tormentas. Inglaterra, con la decapitación de Carlos I por Cromwell y sus sans-culotte. Los EEUU aún débiles, sufrieron su guerra de secesión. Y otros países antes o después que estos, han debido afrontar grandes tempestades que afectaron profundamente el curso de su historia.

Pueden surgir graves problemas en la historia de un país. Pero lo importante es la manera como se resuelven estos conflictos. Se sabe que el burkinés se ha ganado una reputación legendaria: valiente, trabajador, que respeta la autoridad. Sin embargo es radical e inflexible cuando la ocasión se presenta. Y es precisamente ahí donde reside el peligro. ¿Cómo conciliar las inflexibilidades de facciones tan opuestas para que nazca una reconciliación que reunifique a unos y otros en lo verdaderamente esencial?, ¿cómo, cuándo, por qué medios y con qué protagonistas? La empresa no será, con toda probabilidad, una sinecura. Pero toda nación se ve abocada en algún momento de su historia a realizar proezas. Y por su propia supervivencia. Por tanto debe imponerse afrontar los conflictos difíciles de verdad, con valentía y sin complacencia.

¿Qué condujo al resultado mitigado del día nacional del perdón? Se recuerda que el día 30 de marzo de 2001, delante de una multitud venida de todas las regiones de Burkina Faso, a la que se habían unido autoridades consuetudinarias, religiosas y políticas, el jefe de Estado se dirigió al conjunto de la nación en estos términos: “Pueblo de Burkina Faso, en este instante solemne, en calidad de presidente que asume la continuidad del Estado, pido perdón y expreso el más profundo arrepentimiento por las torturas, crímenes, injusticias, vejaciones y demás perjuicios cometidos por burkineses contra otros burkineses. Ciertamente, la ceremonia tuvo lugar. Pero ya en ese momento, el procedimiento fue controvertido, con sus adversarios y partidarios. Y cada año que pasa, la fecha del 15 de octubre da lugar a quejas, angustia, tormentos y discursos poco conciliadores.

Es un deber para el conjunto de los burkineses, salir de ese engranaje infernal que tiende al círculo vicioso. Ya que ninguna divinidad puede hacerlo en su lugar, deberán darse cuenta de que la tarea la deben acometer ellos. Suráfrica ha sabido curar heridas profundas, y a ese precio, a encontrado la vía de la reconciliación y la serenidad. Lo que se ha conseguido en otros sitios puede conseguirse aquí. Se trata del futuro de toda Burkina Faso y esto merece, sin duda, algunos instantes de sana introspección.

Artículo publicado en el periódico Le Pays, de Burkina Faso, en 15 de octubre de 2008.

Traducido por Laura Betancort, alumna de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid Traducción /interpretación, colaboradora en la traducción de algunos artículos.

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