Cualquier sociedad para desarrollarse necesita que las nuevas generaciones adquieran un conjunto de conocimientos acerca de las normas, ideas, ideologías, valores y procedimientos. Así, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la educación adquiere extrema importancia, constituyendo uno de los indicadores de desarrollo humano de un país.
En un Estado como Sao Tomé y Príncipe, donde la mayoría de la población esta formada por jóvenes y donde se verifica una elevada tasa de desempleo, sin dudas hay que apostar por la formación.
A lo largo de los últimos años se ha verificado por parte de los sucesivos Gobiernos de San Tomé y Príncipe la preocupación por elevar el nivel de escolaridad de los santotomenses a través de la puesta en marcha de diversas políticas.
Una de ellas pasa por el envío de estudiantes al exterior, dándoles un subsidio para que puedan acceder a la enseñanza superior o profesional ya que existen pocas condiciones internas para que estos jóvenes santotomenses puedan proseguir los estudios al término de la enseñanza secundaria. Se trata de una política merecedora de elogios, teniendo en cuenta que, pese la difícil situación económica y financiera del país, todos los años el Gobierno ha conseguido enviar un número significativo de estudiantes a Portugal, Cuba, Brasil y Marruecos, entre otros países.
Como una estudiante santotomense en Portugal, quiero, entretanto, aportar algunas reflexiones y destacar aquello que considero que son algunas brechas de esa política de envío de estudiantes al exterior.
El primer vacío se presenta con una posible no adecuación de las áreas de formación de esos estudiantes con las necesidades reales del mercado laboral del país. Hay que verificar que las becas son atribuidas de manera arbitraria, específicamente en lo que se refiere al área de formación – una de las pruebas es el hecho de que las autoridades desconocen el número exacto de estudiantes en Portugal así como su área de formación. O sea, urge la necesidad de un mayor control por parte de las autoridades en el sentido de procurar atribuir becas para áreas en las cuales el país tiene, de hecho, necesidad, de manera que se evite una “sobrecarga” de profesionales en una determinada área de formación en detrimento de otras (que son igualmente imprescindibles para el desarrollo de San Tomé y Príncipe).
Otra brecha no menos importante esta relacionada con la total ausencia de políticas de incentivo al regreso de esos estudiantes. Debido a la pequeña cuantía que el Estado da a los alumnos, la mayoría ejerce una actividad profesional para hacer frente a los gastos del curso y al elevado coste de vida en Portugal. Así, al final del curso, a pesar de las ganas de regresar al país y porque no encuentran condiciones o incentivos para hacerlo, muchos de esos estudiantes siguen ejerciendo tales actividades que, infelizmente, no están relacionadas con su área de formación. Al ejercer su actividad en Portugal, esos recién-graduados no son valorados, teniendo en cuenta que, en general, son encuadrados en sectores no cualificados del mercado laboral -elemento que caracteriza de un modo general los trabajadores inmigrantes en Portugal.
Para probar esa situación basta con comparar el número de estudiantes que anualmente salen del país con el número de los que regresan ya graduados, y verificamos que el segundo grupo es, seguramente, inferior al primero.
Así, es urgente un mayor control en cuanto a las áreas a las que se encaminan los estudiantes y la creación de una política eficaz de incentivo al regreso de los profesionales, factores que considero de vital importancia para que esa política de envío de estudiantes al exterior sea, a corto y medio plazo, de más valía para el desarrollo de San Tomé y Príncipe.
Bilaine de Ceita,
Socióloga/Estudiante de postgrado.
Publicado en Jornal de Sao Tome e Principe. 28 de julio de 2009.
Traducido por Laura Toledo Daudén, para Fundación Sur.
