Butembo: la presión familiar sobre las bodas multiplica los divorcios

17/03/2010 | Crónicas y reportajes

Los divorcios se han convertido en algo muy habitual en Butembo, norte de Goma, República Democrática del Congo, donde los jóvenes se casan rápidamente, a menudo bajo la presión de sus familias, sin haberse preparado para ello. Las separaciones son casi tan numerosas como las celebraciones nupciales.

Últimamente, Butembo vive una actividad especial. Comitivas de motocicletas y vehículos circulan por la calle del Presidente de la República, principal arteria de la ciudad. Acompañan a parejas de novios. En esta ciudad del Kivu Norte donde los matrimonios tradicionalmente se celebran los miércoles, cualquier día es bueno para una ceremonia nupcial. «Ya no nos emocionamos ante todas estas caravanas. Van a divorciarse mañana», dice en tono burlón un taxista obligado a detenerse para dejar paso a una larga comitiva.

El divorcio de jóvenes parejas se ha convertido, efectivamente, en un hecho casi común de la sociedad en estos parajes. Según Franck Basima, funcionario del Registro Civil que no facilita ninguna estadística, si el procedimiento legal de divorcio fuese respetado, en Butembo «tendríamos tantos divorcios como matrimonios». Poco predispuestas a este enlace ya que son obligadas por sus familias o por la sociedad, las parejas se rompen rápidamente. Esto es lo que le ha ocurrido a S. Laetitia, que acaba de dejar a su joven esposo tras un año de vida conyugal. «Tenía mi novio al que quería mucho”, dice. Mi familia insistió en que me casara con otro, simplemente porque pertenecía a una familia rica. Una vez juntos, un año fue suficiente para que el hombre me considerara como uno más de sus bienes. Decidí dejarlo».

«NOS PELEÁBAMOS TODO EL TIEMPO»

Veinte años, taxista en Butembo-Beni, J.P. no vive con su mujer desde hace 2 meses. Él también ha sido obligado por sus padres a casarse, que consideraban que ya empezaba a ser mayor. «Me ofrecieron una casa antes de obligarme a casarme. Huí pero la presión familiar me obligó a volver. Pero una vez en pareja, comprendí que tenía todavía un largo camino largo por recorrer. Nos peleábamos constantemente. Cada uno acabó tomando su camino».

En la tradición Nande, etnia mayoritaria en la región de Beni y Butembo (al Norte de Goma), son los padres quienes escogen la novia de su hijo en un proceso a menudo largo y riguroso. Según las leyendas populares, era hasta normal que una familia pagara la dote por una chica todavía en el seno materno. Esta práctica, que había desaparecido estos últimos años, está resurgiendo poco a poco.

Los jóvenes también son obligados a casarse a causa de la presión social. Estar casado está a menudo considerado como un signo de madurez. «Si eres soltero, los agentes económicos rechazan darte responsabilidades en sus empresas, temiendo que huyas con su fortuna», explica Kasereka Katsuva de la Federación nacional de las pequeñas y medianas empresas. Muchos jóvenes se lanzan al agua con la esperanza de obtener puestos de confianza.

DIVORCIARSE A HURTADILLAS

Las consecuencias de estas uniones artificiales no tardan en aflorar. Sauveur Mulwama, educador familiar, denuncia esta falta de preparación de jóvenes para la vida en pareja. «La gestión de un hogar no es lo mismo que la de una tienda. ¡Es para toda la vida!», exclama, juzgando a los padres que presionan a sus hijos para que se casen. «Deberían evitar entrometerse en la elección de los novios y preparar a aquellos que se comprometen en una vida en pareja que no han podido probar», recalca por su parte Jonas Mbayahe, presidente de una asociación que aconseja a las nuevas parejas.

Cuando los divorcios ocurren, los esposos se separan a menudo a hurtadillas. En esta cultura el divorcio es, en efecto, una vergüenza. Toda la familia se siente humillada. Muchos de las jóvenes parejas escogen separarse sin obtener una resolución de la justicia, aunque su unión se haya celebrado ante un funcionario público. «Resulta costoso, tanto en tiempo como en recursos», argumenta Kanduki Mukimuhikirwa, funcionario público del municipio de Kimemi. «Separarse no es un divorcio ya que el acto no está reconocido por una resolución del tribunal», explica Herman Tsavorogho, burgomaestre adjunto a Kameni.

(Publicado en “Le Potential”, RDC, 09.03.10)

Traducido por Mariola Foix, para Fundación Sur.

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