Burkina Faso: François Zerbo, mecánico de nacimiento, por Antonio Molina

7/05/2010 | Bitácora africana

Hoy voy a comentar otro caso de Tugán, donde pasa de todo, como en la aldea de Axtérix en las Galias conquistadas por los romanos. Trabajé en esa misión durante seis años, de enero de 1983 a septiembre de 1988 inclusive y en los 3 años siguientes, me desplazaba, para echar una mano en la parroquia, muchos fines de semana desde el seminario diocesano, donde enseñaba Latín y Geografía e Historia.

Desde entonces sigo llevando a las gentes de esa región, el país Samo del Norte, en mi pensamiento y en mi corazón. Ellos tampoco se olvidan de mí.

¿QUIÉN ES FRANÇOIS ZERBO ?

Es uno de los hijos de Alfonso Zerbo, que fue cocinero, ahora ya jubilado, de las Hermanas de San José, congregación misionera de origen francés, que fueron remplazadas por las Hijas del Corazón de María de Burkina y rigen las Escuelas de la Misión Católica.

Funcionaba en la parroquia un pequeño garaje, que dirigía un cooperante, misionero laico francés, para reparar y hacer el mantenimiento de los vehículos de las misiones y parroquias vecinas. Bernard Gadrás tenía como ayudante a Cipriano, buen mecánico, cuando no estaba borracho. Era de esos cristianos que reclamaba la comunión bajo las dos especies. Preguntaba ¿porqué sólo el sacerdote se bebe la “sangre de Cristo”?

El pequeño François, en cuanto salía de la escuela, se colaba en el taller y decía él, que iba a ayudarle a Bernard. Cipriano se aprovechaba del chaval y le hacía barrer el garaje, tirar las aguas sucias, vaciar las latas de aceite quemado en un bidón… En una palabra: Todos los trabajos desagradables y sucios. Pero el pequeño estaba contento con tener entrada libre al taller.

Durante los recreos, les contaba a sus compañeros cómo eran los motores, que los coches esconden debajo del capó. Su mayor alegría era cuando el bueno de Bernard lo invitaba a dar unas vueltas de prueba en algún vehículo recién reparado. Se comía al conductor con los ojos y le preguntaba todo: el volante, el acelerador, el pedal del embrague y del freno, etc…

FORMACIÓN DE MECÁNICO

Al terminar la escuela primaria, escogió la Formación Profesional. Se fue a Nuna (antigua capital de la diócesis) donde estaban ubicados los talleres centrales de la misión, que servían para hacer prácticas a los alumnos de la Escuela de Formación Profesional. Al cabo de tres años terminó el curso de mecánica de motos, motorizadas –las famosas Mobylettes CAMICO de fabricación nacional, cuya factoría está en Bobo-Yulaso, segunda ciudad del país- y turismos. Le hubiera gustado seguir con la mecánica de camiones y tractores otros dos cursos, pero su padre lo reclamó, pues tenía que empezar a trabajar para ayudar a sacar adelante a la “letanía” de sus hermanos menores, todos en edad escolar.

FALLECIMIENTO DE CIPRIANO

Nuestro mecánico estaba cada día más alcoholizado…Le temblaba ya mucho el pulso y le costaba manejar las herramientas en los trabajos de precisión.

François, con su diploma de mecánico sin estrenar, fue llamado por Bernard para substituirlo. A los pocos meses, el hígado de Cipriano no aguantó más… Lo enterramos y al salir del cementerio, Bernard Gadrás dijo a los presentes: “A partir de hoy el joven Zerbo ocupará el puesto de Cipriano.” Todos los del sepelio aplaudieron y felicitaban al nuevo asistente mecánico.

FRANÇOIS SE ESPECIALIZA

Los vehículos de los misioneros y de las religiosas eran casi todos los legendarios Citroën 2 CV, sea el modelo berlina, sea la furgoneta de chapa ondulada. Yo por excepción, tuve una Renault “4 latas” y después un VW Polo de segunda mano. Algunas misiones poseían una camioneta Peugeot 404 para transporte de materiales y de personas. También servían de ambulancias. En general, la caja metálica llevaba dos bancos de tablón, uno frente a otro, a lo largo de los costados. De este modo iban, sin apretarse demasiado, hasta una docena de personas con sus bultos entre las piernas.

Todos estos coches no tenían secretos para él. Bernard estaba muy contento del cambio de ayudante. En Zerbo podía confiar.

BERNARD GADRÁS SE JUBILA

Era el europeo más antiguo de Tugán. Había llegado por los años de 1960. Ya había cumplido 75 años, cuando decidió regresar a Francia. Está acogido en una residencia de mayores que poseen los Misioneros de África (Padres Blancos) en Pau, cerca de Lourdes.

A partir de ese momento, François Zerbó substituyó a su jefe y como es natural empezó a buscar algunos aprendices. Chavales que rondaban por el taller con el mismo “bicho mecánico” que le picara a él de pequeño.

EVOLUCIÓN DEL GARAJE

A medida que los misioneros europeos mayores iban regresando definitivamente a sus países de origen, siendo reemplazados por jóvenes sacerdotes diocesanos burkinabés – así se llaman ellos, aunque nuestra Academia de la Lengua haya legalizado el gentílico “Burkinés”- que en su mayoría tiene motos, François pensó en transformar el garaje en taller-escuela de mecánica, con el fin de formar a muchachos, que al retornar a sus pueblos pudieran arreglar las motorizadas y también los motores de algunas bombas de agua, molinos y grupos electrógenos, que poseen algunas escuelas para los cursos nocturnos de alfabetización de adultos y las capillas para las celebraciones de la comunidad cristiana.

LA DIÓCESIS DE DEDUGÚ APRUEBA EL PROYECTO

Gracias a que el Vicario General es actualmente el rvdo. Jacques Zerbo, (formado en Liturgia en Barcelona y que durante muchos años fue profesor de Liturgia en el Seminario Mayor Interdiocesano), es natural de Tugán. (Yo lo tuve como seminarista y asistí a su ordenación sacerdotal, en julio de 1990). La Caritas Diocesana aprobó el proyecto y le financió la construcción de dos salas de aula: una para las clases teóricas y otra como taller de prácticas. Yo he recibido las fotos de las mismas, levantadas por el mismo François y sus alumnos aprendices, no sólo de mecánicos, sino de albañiles también. Llamaron al amigo Charles Pankolo para benévolamente dirigir los trabajos, aunque está jubilado.

Ahora François me ha escrito diciendo, que “hay que vestir a la novia”. Necesita mesas y pupitres, pizarras de pared, y un montón de herramientas. Total, un proyecto de unos 4.000 euros, que hemos dividido en cuatro secciones de unos 1.000 euros, para ver si encontramos, quien quiera financiarlo para empezar en serio el curso próximo.

Este puñado de muchachos mecánicos va a tener bastante trabajo en sus pueblos, pues como la región es llana como la Mancha, abundan las motorizadas y poco a poco se van instalando molinos a motor y otros mecanismos para las bombas de los pozos profundos, etc…

Establecidos en sus pueblos, allí fundarán sus familias y se arraigarán a la tierra. Esos ya no soñarán con emigrar a Costa de Marfil a las plantaciones de café o cacao, ni mucho menos a Europa.

Por eso podemos clasificar al mecánico François Zerbo en la “Orden de las Locomotoras del Desarrollo” con la certeza de que él, ya ahora, está arrastrando a muchos vagones por las vías del progreso. Que de momento circulan por una vía estrecha y de mucho sacrificio, pero que en un futuro, esperemos que próximo, se transformará en vía del veloz AVE español o del TGV francés, que son primos herrmanos.

Lo importante es que otro montón de familias de Burkina Faso den el salto para salir del estrecho círculo de la pobreza.

Autor

  • Molina Molina, Antonio José

    Antonio José Molina Molina nació en Murcia en 1932. Desde 1955 es Misionero de África, Padre Blanco, y ya desde antes ha estado trabajando en, por y para África. Apasionado de la radio, como él relata en sus crónicas desde sus primeros pasos en el continente africano, "siempre tuve una radio pequeña en mi mochila para escuchar las noticias". Durante septiembre 2002, regresa a Madrid como colaborador del CIDAF. En octubre de 2005 aceptó los cargos de secretario general de la Fundación Sur y director de su departamento África. Antonio Molina pertenece -como él mismo dice- a la "brigada volante de los Misioneros de África", siempre con la maleta preparada... mientras el cuerpo aguante.

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