Bukavu: Sin futuro, los jóvenes se suicidan

2/10/2009 | Crónicas y reportajes

Sin esperanza, cada vez más personas, sobretodo jóvenes, se suicidan en Bukavu. Traumatizados por las guerras y la pobreza, éstos pierden el gusto por la vida. Los cambios de comportamiento señalan en general su desesperanza. Estar atento a estos signos puede salvarles la vida.

Un anciano de 72 años se ha ahorcado recientemente en Bukavu. Su mujer no podía darle de comer porque faltaba dinero en la familia. Este último caso ha elevado a once el número de suicidios registrados entre enero y junio de 2009 en la capital de la provincia de Kivu Sur, al este de la RDC. Los jóvenes de los barrios de chabolas pobres son los más afectados. Primero confiados en el futuro, se encuentran rápidamente desamparados viendo sus esperanzas obstaculizadas por la incomprensión de los mayores, la sociedad e incluso sus iguales. Los casos de suicidio se multiplican y su anuncio circula mejor gracias a los teléfonos móviles.

Las sucesivas guerras, la inseguridad siempre presente, los saqueos recurrentes, los asesinatos frecuentes, el empobrecimiento han perturbado la armonía de las familias y la cohesión social. “Cuando tenemos en frente a una comunidad donde los pobres y hambrientos son los más numerosos, el estrés y los traumatismos están a la orden del día”- analiza Jean Bosco Waso Kazamwali, responsable de Iniciativa de Evolución en la Comunidad (INECOM), una asociación que acompaña a las personas de tercera edad.

“He perdido las ganas de vivir”

“Desde hace cinco años, he perdido las ganas de vivir” -manifiesta A.H, un chico de 23 años que ha intentado matarse varias veces, pero que ha sido salvado en el último momento por sus familiares. “Después de cada ataque, los cadáveres quedaban tendidos sobre las calles”- recuerda. “Los hombres armados matan sin piedad. Ellos inventan la guerra para matar e incluso cuando no hay guerra continúan matando y peor que durante los enfrentamientos. En el colegio, no obstante, nos han enseñado a respetar la vida” “Es por eso que- cuenta él- en lugar de esperar que otro venga a darme fin, he elegido matarme yo mismo. Muchas veces lo he intentado con una cuerda. Los vecinos me han salvado- prosigue él riendo. Después he salido a pasear por la noche para intentar caer en manos de los bandidos. En vano”. Él ha afirmado a sus amigos que su vida no tenía ya más sentido a sus ojos. “Es por ello que nosotros continuamos vigilándole, incluso a sus espaldas” – declara uno de ellos. “Si tomo veneno podrían hacerme vomitar. He utilizado una cuerda y fui salvado en el último momento”- lamenta otro joven. Pero no todos han tenido esta suerte.

Signos precursores

La pérdida de interés en aquello por lo que enloquecían, el aislamiento, la exposición al peligro… son signos que señalan las tendencias suicidas. Como si ellos quisieran advertir a su entorno de que ellos quieren poner fin a sus días. “Desde hace ocho meses, H.K. había cambiado su modo de vida- revela la madre de una chica que se ahorcó el pasado mayo. Ella había cambiado de amigos en el colegio, no iba más a misa los domingos, volvía a casa más tarde que de costumbre…”

Los testimonios de vecinos y compañeros son reveladores. “H.K decía que podía suicidarse si suspendía los exámenes de Estado”- recuerdan los compañeros de clase de la joven que se ahorcó con su paño después de haber pasado los exámenes orales de francés y haberse emborrachado con sus amigos.

El suicidio es un acto impulsivo que sucede, por el contrario, a un proceso complejo. Antes de actuar, la víctima se lo piensa durante largo tiempo y en la mayoría de ocasiones lo habla con alguien. Oswald Rubasha Muhemeri, un psicólogo que acompaña a las víctimas de guerra, advierte: “Los suicidas son personas que han acumulado golpes que les vuelven pesimistas, miedosos, relativistas, desesperados. Este punto sin retorno conduce muy a menudo a la solución atajo: el suicidio.”

El amigo de un joven suicidado recuerda: “Desde hacía cinco meses, nuestro añorado amigo se había vuelto alcohólico. Incluso sospechas de toxicomanía pesaban sobre él, porque por la noche frecuentaba los puestos de bebidas en compañía de fumadores de cannabis” – lamenta Jonas Balitalike, un estudiante.

No nos damos la muerte por azar y las personas traumatizadas no quieren necesariamente morir. Quieren solamente poner fin al sufrimiento que soportan desde hace mucho tiempo. Se exponen al peligro para anticipar las cosas, caen en el consumo de estupefacientes “para olvidar los problemas”- dicen a menudo. “Cuando una persona largamente traumatizada cambia bruscamente de carácter, de manera ostentosa, es peligroso- advierte Oswald Rubasha. En ese momento, un entorno prudente puede todavía salvar la situación”.

Thaddée Hyawe-Hinyi

Publicado en Syfia Grands Lacs. RD Congo, el 24 de septiembre de 2009.

Traducido por Ana Dols, para fundación Sur.

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