En África, como en los otros continentes, constatamos todos los días buenas y malas noticias. Por suerte, las buenas noticias superan con creces las malas, aunque estas últimas se vendan mejor y por tanto se resaltan más en los medios de comunicación.
Una de las muchas buenas noticias de estos días en África, ha sido el traspaso de poder en Mali, por parte del capitán golpista Amadou Sanogo a manos de Dioncounda Traore quien fué jurado presidente interino de Mali el jueves día 12 de Abril 2012. Traore era el presidente del parlamento nacional.
Amadou Traore debe organizar nuevas elecciones en 40 días. Se enfrenta a una difícil tarea, pues el norte del Mali sigue ocupado por los rebeldes Tuareg y sus aliados grupos islamistas. Cuenta al menos con el apoyo de la Unión Africana y de la UE.
Entre las malas noticias, se encuentra el virus de la corrupción en buena parte de los líderes, tanto africanos como europeos.
El profesor William Gumede de la universidad de Johannesburgo ha publicado una antología titulada: “La pobreza de ideas”. Su tesis se centra en que África ha heredado una cultura de corrupción de sus antiguos colonos.
Ciertamente la corrupción en África esta conectada con los poderes colonos. Las metrópolis vivían a costa de las colonias, aunque hace ya más de 60 año, para África oriental. Durante mis largos años en África oriental, uno de los estribillos que he escuchado con frecuencia, tanto de lideres políticos como religiosos, es el de “culpar a los poderes coloniales”, y no sin razón muchísimas veces. Además, conviene recordar que la “colonización” continua con nuevas formulas.
Con todo ya es hora de tomar la responsabilidad de nuestros propios actos. Los líderes modernos, también los africanos, con excesiva frecuencia nos sorprenden con sus escándalos de corrupción.
Seria más interesante analizar las causas profundas de la corrupción actual en cada gobierno, compañía y país. Sigo pensando que cuanto mayor es el poder en manos de un grupo, tribu, gobierno u organización, mayor es el riesgo de abuso y de corrupción.
Uno de los mejores antídotos contra la corrupción e injusticias sociales sigue siendo una formación ética sólida de los líderes junto con una sociedad informada, motivada y organizada para reclamar el respeto de los derechos humanos, la transparencia y el compromiso por el bien común.
