Biltong, biblias y rifles, por Rafael Muñoz Abad

16/09/2015 | Bitácora africana

El veld es una sucesión de suaves colinas que se pliegan tras el horizonte. Un tartan verde donde sus habitantes otean el aliento de las chimeneas vecinas más allá de la muerte del sol. Riet era un barbudo huraño y robusto forjado en la intransigencia calvinista cuyo pasillo mental apenas le permitía razonar más allá de los apocalípticos márgenes del Antiguo Testamento. El genuino afrikáner.

A unas horas en coche de la cosmopolita Ciudad del Cabo, se abre la enormidad de Africa del Sur. Un sinfín de hectáreas y fértiles granjas que son la despensa del país y, paradójicamente, una sociedad más encorsetada. Encrucijadas cardinales, gasolineras rodeadas de cuatro casas y travesías donde el forastero es observado con curiosidad y desconfianza, definen un paisaje cuyas gentes ejemplarizan la idiosincrasia de las sociedades fronterizas. De aquellos vryburgers, que a golpe de carromato se alejaron de El Cabo, a los actuales granjeros, poco ha cambiado en lo referente a su concepto de la vida. El dueño de la gasolinera es blanco y los operarios coloureds o negros. La vieja Sudáfrica goza de plena salud.

El miedo [ancestral] a lo desconocido de los primeros europeos, en el caso sudafricano al hombre negro y a los espacios abiertos, conjuntamente con el oeste de los EE.UU, suponen un excelente retrato de sociedades limítrofes. De forma global en la historia cuando se ha producido una colisión entre aborígenes y europeos se ha resuelto por la violencia. La colonización de Sudáfrica se blindó en lo físico y mental bajo tres pilares: la religión, las armas y el sectarismo de pertenecer a la tribu blanca. Una concepción de pueblo elegido aún palpable en muchos aspectos de la cultura afrikáner más rural y fermentada por el trauma vital de haber huido de las guerras de religión europeas del siglo XVII.

Biltong, biblias y rifles. El biltong es una carne seca y marinada; un tipo de cecina. Duradero y proteínico, fue el sustento de los blancos embrutecidos que con sus criados mestizos se adentraron al interior dando forma a la actual vasija social sudafricana; el Apartheid, de alguna manera, ya viajaba en las mentes de los primeros europeos que huyeron de las persecuciones religiosas.

CENTRO DE ESTUDIOS AFRICANOS DE LA ULL

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Autor

  • Muñoz Abad, Rafael

    Doctor en Marina Civil.

    Cuando por primera vez llegué a Ciudad del Cabo supe que era el sitio y se cerró así el círculo abierto una tarde de los setenta frente a un desgastado atlas de Reader´s Digest. El por qué está de más y todo pasó a un segundo plano. África suele elegir de la misma manera que un gato o los libros nos escogen; no entra en tus cálculos. Con un doctorado en evolución e historia de la navegación me gano la vida como profesor asociado de la Universidad de la Laguna y desde el año 2003 trabajando como controlador. Piloto de la marina mercante, con frecuencia echo de falta la mar y su soledad en sus guardias de inalcanzable horizonte azul. De trabajar para Salvamento Marítimo aprendí a respetar el coraje de los que en un cayuco, dejando atrás semanas de zarandeo en ese otro océano de arena que es el Sahel, ven por primera vez la mar en Dakar o Nuadibú rumbo a El Dorado de los papeles europeos y su incierto destino. Angola, Costa de Marfil, Ghana, Mauritania, Senegal…pero sobre todo Sudáfrica y Namibia, son las que llenan mis acuarelas africanas. En su momento en forma de estudios y trabajo y después por mero vagabundeo, la conexión emocional con África austral es demasiado no mundana para intentar osar explicarla. El africanista nace y no se hace aunque pueda intentarlo y, si bien no sé nada de África, sí que aprendí más sentado en un café de Luanda viendo la gente pasar que bajo las decenas de libros que cogen polvo en mi biblioteca… sé dónde me voy a morir pero también lo saben la brisa de El Cabo de Buena Esperanza o el silencio del Namib.

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