Balcanización de la RDC: las lenguas se desatan

9/09/2009 | Opinión

Cada día que pasa aporta una prueba más sobre la balcanización de la RDC. Las últimas declaraciones de personalidades extranjeras indican, por si todavía fuera necesario, que no se trata de un bluf sino más bien de un “amplio complot” para el desmembramiento de la RDC. La prueba está en que las lenguas comienzan a soltarse. Incluso más, se asiste a un viraje de la situación en la región de los Grandes Lagos. Los signos premonitorios de la emergencia de una nueva generación de dirigentes africanos son perceptibles. Corresponde a los congoleños saber leer los signos de los tiempos a fin de asumir plenamente sus responsabilidades.

Tres obras acaban de aparecer en los quioscos. Se trata de “La dinámica de la violencia en África central”, escrita por René Lemarchand, “La guerra del Congo, conflicto, mito o realidad”, de Thomas Turner y, por fin, “La guerra mundial en África” de Gerard Prunier. Los tres autores evocan “la tragedia extraordinaria del Congo y en África Central”, el rol protagonizado por países como Ruanda y Uganda, subrayando que lejos de ser unos “héroes”, sus presidentes son más bien “oportunistas” que han recurrido a “argumentos morales”, para “promover intereses económicos”, con pretextos de seguridad y de probabilidad de otro genocidio.

Prunier y Turner insisten especialmente en el papel jugado por los occidentales, concretamente por los EEUU y Gran Bretaña, que habrían ayudado a Ruanda y a Uganda a encontrar solución a sus problemas “repartiéndose el Congo”. De ahí el apoyo a esa idea de revisar las “fronteras fijadas en permanencia y que se habían mantenido desde la independencia”; y que, además, se estimaba que “un buen número de Estados que emergieron durante el periodo colonial han cesado de existir en la práctica”. De donde proviene el problema de “crear Estados, sea por una nueva división del territorio o creando nuevos arreglos institucionales como federaciones descentralizadas o incluso confederaciones”. Hipótesis sostenida por los adeptos de los “Estados enanos”, con vistas a controlar las riquezas de algunos Estados soberanos. Esto es, oficializar el pillaje de las riquezas nacionales, especialmente las congoleñas.

Con relación a este último caso, Lemarchand y Prunier citan un informe de 2005 sobre la economía de Ruanda publicado por el Instituto surafricano de estudios de seguridad: “Ruanda ha registrado oficialmente una producción de coltan diez veces superior entre 1999 y 2001, pasando de 147 toneladas a 1.300. Una parte del aumento de la producción es debida a la apertura de nuevas kinas en Ruanda. Sin embargo, el aumento es atribuible principalmente a reexportación fraudulenta del coltan congoleño”.

Respecto de la balcanización, Turner y Prunier ponen de relieve en sus obras, citando a un alto funcionario americano, que “los designios de Ruanda sobre el este del Congo han sido de nuevo facilitados por el interés de la administración Clinton con vistas a promover un grupo de hombres, los nuevos dirigentes africanos, concretamente los jefes de Estado de Etiopía, Eritrea, Uganda y Ruanda. Estos nuevos dirigentes han simpatizado y se han unido por objetivos deseables para derrocar a Mobutu, por antagonismo contra el gobierno islamista de Sudán, que comparte frontera con el Congo, y por el discurso sobre la necesidad de repensar África en sus sacrosantas fronteras como medio de crear Estados viables”.

Vuelco de la situación

Coincidencia curiosa, estas tres obras han aparecido justamente después de la gira de Hillary Clinton, Secretaria de Estado, por siete países de África: Kenia, Suráfrica, Angola, RDC, Liberia, Nigeria y Cabo Verde. Gira para firmar oficialmente un “partenariado con África”, pero, según observadores atentos, para mostrar la voluntad del gabinete Obama en el sentido de privilegiar los intereses de América estableciendo las bases de un partenariado “entre Estados” y no a través de individuos. El Presidente Obama fue preciso en su discurso en Accra: “África necesita instituciones fuertes y no personalidades fuertes”.

Se trata de un vuelco de la situación que conducirá indudablemente a cambios políticos y económicos en el África de los Grandes Lagos. Una manera de acabar con una forma de partenariado desfasada que a menudo ha retardado el desarrollo de África, que ha apoyado a regímenes dictatoriales y enriquecido a muchos dirigentes africanos al servicio de multinacionales.

Lemarchand y Prunier evocan la situación de Ruanda ante este vuelco irreversible de la situación: “Los acontecimientos que siguieron a la detención en Ruanda del señor de la guerra Nkunda en enero de 2009 permiten pensar que el Congo y Ruanda han encontrado por fin razones para intentar una acción a favor de la paz. La debilidad del gobierno congoleño y un ejército corrupto son incapaces de luchar contra Ruanda o sus aliados y la necesidad de reconstruir el Estado desde cero es urgente. En cuanto a Ruanda, busca apaciguar a los importantes donantes de ayuda europea cuyas donaciones representan hasta la mitad del presupuesto anual de Ruanda; donantes que, por primera vez desde la invasión ruandesa del Congo en 1996, se plantean interrogantes serios sobre el comportamiento ruandés en el Congo. Kagame ha aceptado retirar el apoyo de Ruanda a la rebelión tutsi en todo el este del Congo, a la vez que apoya que los tutsi congoleños se integren en el ejército nacional congoleño. Kagame espera ahora encontrar un medio legal para mantener el poder económico de Ruanda en el este del Congo a través de la promoción de los intereses de las empresas civiles en la región, gestionadas por ex-oficiales o por personas con estrechos lazos de unión con las fuerzas armadas ruandesas”.

Otra signo importante del cambio de actitud de los EEUU, detectan los autores de estas obras, es el reconocimiento de las víctimas congoleñas. Lemarchand escribe: “Por su parte, los EEUU han comenzado a reconocer la magnitud del problema en el este del Congo. En agosto, la secretaria de Estado Hillary Clinton ha efectuado una visita de dos días a este país, en el transcurso del cual ha descrito el conflicto como dictado por la explotación de los recursos naturales”.

Sí, de regreso a su país, en un artículo escrito por su mano y publicado en un periódico americano, People, Hillary Clinton ha declarado que había más de 5 millones de muertos en las guerras en RDC y ha reclamado un Tribunal penal internacional para la RDC a fin de que los criminales sean juzgados. Los EEUU han acordado 17 millones de dólares para ayudar a las mujeres víctimas de violaciones a causa de la guerra. Son signos que no engañan. Se está pasando una página de la historia de los Grandes Lagos con la emergencia, al final del túnel, de una nueva generación de dirigentes africanos.

Organización interna

Es ya hora de leer estos signos y de interpretarlos bien para no fallar ante esta próxima cita con la historia. Si los EEUU parecen ser la locomotiva de este tren del cambio en la región de los Grandes Lagos, es el momento de no perder de vista el pragmatismo característico de la gran América: primero los intereses de EEUU y del pueblo americano. No nos engañemos. Quien se enfrente a esta ambición deberá asumir las consecuencias que se imponen.

Corresponde a los congoleños dotarse de una organización interna, de todas sus instituciones nacionales, de manera que saquen provecho de este viento de cambio que sopla, mientras no se demuestre lo contrario, a favor de la RDC. Estas últimas revelaciones dan fe de ello. Por todo ello conviene lanzar una mirada retrospectiva a los acontecimientos de las últimas décadas para no equivocarse. Es más que nunca el momento de reaccionar.

Publicado en Le Potentiel, Kinshasa, el 7 de septiembre de 2009.

Traducido por Ramón Arozarena, para Fundación Sur.

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