Así es como el afropunk se convirtió en un gran movimiento

22/09/2015 | Cultura

El pasado viernes en Nueva York, justo cuando los días templados de verano dieron paso a un tiempo húmedo y caluroso, la cantautora Janelle Monáe salió al escenario al aire libre de The Today Show. Llevaba un mono blanco con detalles negros y, cómo no, su característico tupé. En esta ocasión, la cantante estaba allí para promocionar The Eephus, un nuevo EP en el que participaron algunos miembros de su discográfica Wondaland.

Hacia el final de la actuación, Monáe apareció con una capa negra brillante y puso toda su energía en la interpretación de uno de sus éxitos de 2010, Tightrope. Mientras el grupo tocaba la última nota de la canción, Monáe se puso sobre una rodilla y pronunció un pequeño discurso: «Que Dios bendiga a América y a todas las vidas perdidas por la violencia policial», le dijo a las más de 100 personas del público y a los 5,2 millones de espectadores que ven el programa Today todas las mañanas. «Queremos que la América blanca sepa que mantenemos la cabeza alta. Queremos que la América negra sepa que mantenemos la cabeza alta. No callarán nuestras voces…» De repente, el presentador interrumpió el discurso y la cámara dejó de enfocarla.

janelle.jpg «Eso fue punk rock. Janelle Monáe es punk rock de verdad», dijo Hanif Abdurraqib, poeta de 32 años y autor del reciente artículo de Pitchfork «I Wasn’t Brought Here, I Was Born: Surviving Punk Rock Long Enough To Find Afropunk» [No me trajeron al mundo, nací: sobrevivir al punk rock lo suficiente como para descubrir el afropunk].

Cualquiera relacionado con el festival Afropunk, un festival centrado en la música negra en el que Monáe ya ha actuado tres veces, estaría de acuerdo con esa afirmación. El pasado mes el Afropunk celebró su décimoprimer aniversario en el vecindario Fort Greene de Brooklyn, demostrando que no se trata de algo pasajero, sino de un movimiento: un movimiento que se necesita ahora más que nunca. El festival nació a partir del documental «Afro-Punk: A Rock and Roll Nigger Experience», una película de 66 minutos rodada entre 2001 y 2003 cuyo título es una especie de guiño de desprecio a Patti Smith y su canción de 1987, «Rock and Roll Nigger». Gracias al documental, salió a la luz por primera vez una generación de jóvenes negros enamorados de la música punk y de su estética, que habían sido rechazados por la escena y por los otros negros por gustarles algo que parecía «muy de blancos».

«Quería hacer una película que sentía que yo debería haber visto cuando tenía 14 años y estaba empezando todo [el movimiento]», nos dijo desde su casa en Los Ángeles James Spooner, el director de Afro-Punk, de 49 años. «Lo afronté con esa actitud del punk rock, en plan ‘a la mierda. Si los demás hacen películas, ¿por qué no voy a hacer yo una?'»

Cuando la idea sobre el documental Afro-Punk se le empezó a pasar por la cabeza, Spooner tenía 23 años y estaba asentado en Los Ángeles, tras pasar su infancia en Flatbush (Brooklyn) y varios pueblecitos del Sur de California. Cuando tenía 14 años, Spooner se sintió muy atraído por la escena del punk rock y escuchaba grupos como los Sex Pistols, Black Flag y The Misfits para olvidar los insultos racistas que recibía todos los días por ser de raza mixta. Cuando su familia se mudó de nuevo a Nueva York mientras él aún iba al instituto, Spooner comenzó a sentirse más a gusto gracias a «la diversidad racial de la escena punk». Sin embargo, su comodidad no duraría mucho. «Dejé de involucrarme en el movimiento hardcore de Nueva York porque era un ambiente bastante violento, de chico duro», confesó Spooner. «Además, estaba empezando a descubrir el movimiento punk DIY [hazlo tú mismo], que trataba más sobre política y, según creía, estaba muy razonado».

Razonado, sí, pero seguía siendo de blancos. Cuando empezó a grabar Afro-Punk y a entrevistar a músicos negros como Tamar-kali, a miembros de grupos punk rock aclamados por la crítica como Fish Bone y TV on the Radio y a fanáticos negros del punk rock, Spooner ya estaba muy frustrado con la escena DIY y con sus seguidores. La razón fue que se presentaban a sí mismos como progresistas pero dejaban a un lado el tema de la raza y la identidad, un tema que Spooner estaba desesperado por tratar. «Me sentía en plan ‘que le jodan al punk rock'», dijo. «Que les jodan por no ayudarme, por hacer que me emocionase con todos esos temas políticos. Nunca me pidieron que reflexionase sobre la raza».

Abandonar la escena DIY fue más fácil que encontrar una comunidad de punks negros con ideas similares a él y que estuviesen dispuestos a hablar sobre la dura realidad que supone ser negro y amar la música «blanca». ¿Cómo se introdujo Spooner en la escena punk negra? «No es una pregunta realista porque implica que ya existía una escena punk negra, y no era así», nos contestó. Añadió que si en 2001 buscabas «punk rock negro» en Google, lo que salía era un artículo sobre la violación en la cárcel. «La razón por la que el Afro-Punk era tan importante fue porque no existía nada».

Con su pelo en forma de nube formada por diminutos tirabuzones negros y vestida con una camiseta de tirantes blanca y unos pantalones pitillo estampados, Shaunna Randolph, una vendedora corporativa autónoma, nos contó cómo se sintió la primera vez que fue al festival Afropunk, en 2005. «Sentí que estaba en el lugar donde pertenecía», dijo Randolph mientras tomaba un sorbo de vino. «Era un lugar increíble, con George Clinton y sus grupos Parliament y Funkadelic». Cuando le pedimos que describiese los estilos que vio aquel fin de semana en el Brooklyn Academy of Music, Randolph nos contó que «había crestas, rastas, piercings, tachuelas y cazadoras vaqueras con parches. Todo lo que había visto hacer a los blancos y de lo que yo quería formar parte, pero nunca había podido. Por fin vi a la juventud negra haciéndolo y poniéndole su propio sello. Era todo lo que siempre quise ser, pero nunca sabía cómo». Como una chica negra con talento que creció en las afueras de Harrisburg (Pensilvania), Randolph se sentía sola a menudo. Sin embargo, gracias al afropunk, un movimiento ya plenamente desarrollado por mérito propio, por fin ha encontrado algo lleno de sentido en su vida. «El afropunk te enseña que no estás solo, que no te pasa nada malo. Te enseña lo que hace otra gente y te invita a que compartas con ellos lo que haces tú», añadió pensativa, mientras mencionaba el tiempo que pasó como afropunk en prácticas. «Es una comunidad que te inspira y te motiva de una forma increíble».

Randolph nos contó que se encontró a Spooner en el Museo Brooklyn poco después del estreno de su documental en 2003 y que, emocionado por haberlo reconocido, le dio una copia de la película. A esas alturas el documental ya era portada de los periódicos más importantes y había recibido buenas críticas tras su proyección en el Festival Internacional de Cine de Toronto, como parte de la selección oficial. Cuando Spooner volvió a Brooklyn, ya no era promotor de fiestas, sino artista y productor de cine por mérito propio. Mientras tanto, las entradas para ver Afro-Punk se estaban agotando por todo el país, algo que permitió que Spooner, autor principiante, ganase el dinero suficiente para poder dedicarse al Afro-Punk a jornada completa. Además, una creciente multitud de jóvenes punks negros comenzaban a conectar a través de los foros de Afropunk.com. «Sinceramente, pensé que la película se iba a proyectar dos veces en Nueva York y una en Los Ángeles, nada más. Pensé que el tema acabaría ahí», comentó Spooner. «Pero gracias a la ayuda de algunas personas de la película y a algunos de los fundadores de la página web, conseguimos desarrollarlo para que la gente estuviese activa. Antes no podíamos llegar a esas personas».

Para el evento de la centésima proyección de la película, Spooner planeó darlo todo y quiso contratar a Stiffed, un grupo punk de Filadelfia liderado por Santi White (ahora más conocida como Santigold). White aceptó participar y puso en contacto a Spooner con su mánager, Matthew Morgan, un ejecutivo británico que vivía en Manhattan. Según Spooner, Morgan le dijo que fuese a su oficina para hablar sobre qué era Afro-Punk y sobre lo que podía llegar a ser. «Fui a su oficina y me reuní con él y con su socio. Básicamente me dijeron ‘escucha, queremos asociarnos contigo porque tenemos a alguien como Santi con la que no podemos firmar. Es increíble, ya ha escrito canciones para otra gente, pero nadie está interesado en una cantante negra'». (A través de un representante, el único comentario de Morgan fue «esta semana capacitamos a más de 9000 personas para acceder al programa de entradas gratis»).

«Dijeron ‘sí, te ayudaremos a promocionar tu película y a mejorar la escena. Creo que podemos hacer que esto funcione si demostramos que existe un público interesado'», continuó contándonos Spooner. Al pensar que Morgan le sacaría de encima algunos de los aspectos creativos de dirigir Afro Punk, Spooner le dio la bienvenida. Juntos, el dúo empezó una serie de Liberation Sessions celebradas durante fines de semana de tres días, en las que se proyectaba Afro-Punk y participaba un grupo alternativo negro o un DJ. Las fotografías de estas sesiones (imágenes de gente negra unida en una celebración) empezaron a llegar a los foros de Afropunk.com. Spooner dijo que los AP-OG (como sus miembros se hacen llamar) estaban impacientes esperando a que tuviese lugar un gran evento donde se pudiesen conocer en persona. «Jóvenes de todo el país y de algunas partes de Europa estaban haciendo nuevas amistades, empezando nuevas relaciones, colándose por otros participantes… y todos querían conocerse», confesó Spooner entre risas. «Fue en plan ‘mierda, tengo que adelantarme. No quiero que la quedada sea en Wisconsin'».

Después de una proyección en el Festival de cine Panamericano en el Brooklyn Academy of Music (BAM), Morgan y Spooner le hicieron una propuesta a los gerentes del espacio cultural. «Morgan y yo fuimos al BAM, nos reunimos con ellos y básicamente salimos de allí con el primer festival Afropunk», dijo Spooner. «Iban a ser cuatro días de películas, organizadas por mí y uno de los comisarios del BAM, y tres días de grupos de música».

El fin de semana transcurrió sin problemas y el festival atrajo un grupo pequeño pero fiel de gente alternativa negra de todas las edades. Dentro del BAM se proyectaron películas, mientras que en la parte exterior (concretamente en el aparcamiento y en establecimientos como CBGB y The Delancey) actuaron varios músicos, entre ellos la poco conocida por aquel entonces Janelle Monáe. Al mismo tiempo, jóvenes negros en bicicletas y en monopatines daban un espectáculo para un grupo de espectadores bajo un cielo despejado.

La primera edición del festival fue casi idílica. El broche final, según nos contó Spooner, fue un picnic informal en el parque Fort Greene. «Montamos el picnic y vinieron unas 40 personas. Sólo eran unos cuantos chavales pasando el rato, pero fue memorable y en cierto modo también profético, porque yo estaba allí, pero Matthew no».

«Recuerdo que no estaba solo cuando me marché del último festival Afropunk al que fui», escribió Hanif Abdurraqib en el ensayo mencionado anteriormente, «I Wasn’t Brought, I Was Born». «Por sí solo, el afropunk no va a salvarnos ni a acabar con un mundo racista. Sin embargo, si el punk rock nació, en parte, por la necesidad de una vía de escape para los blancos, la existencia del afropunk es un señal de que los negros necesitan escapar de las acciones que provoca la vía de escape de los blancos».

Abdurraqib ha pasado la mayor parte de su vida en Columbus (Ohio), un miembro reacio de la escena punk rock de la ciudad. A través de una llamada telefónica, nos explicó que el afropunk le dio la oportunidad de escapar de «un tipo de violencia muy específico y real que ocurre en muchas de las escenas punk y DIY». «Normalmente es un rito de iniciación en muchas de las escenas punk», continuó. «Si nunca te invitan o si no quieres participar por razones totalmente válidas, al final acabas en las afueras del círculo».

Mientras Abdurraqib intentaba volver a estar en el centro del círculo al asistir a su primer festival Afropunk en 2009, James Spooner ya estaba en las afueras de su propio festival. Debido a su vida en Los Ángeles y al hecho de que apenas participó en la creación del Afropunk 2008 (la primera edición del festival que contó con patrocinadores corporativos), la relación entre Spooner y Morgan comenzó a deteriorarse.

Spooner.jpg «La razón por la que mi yo egoísta creó Afropunk fue porque soy artista y nunca me respeté como promotor de fiestas», dijo Spooner. «Sentí que volvía a ser promotor de fiestas, y solía tener discusiones fuertes con Matthew». Las discusiones iban desde la comercialización del festival (que en 2008 ya atraía miles de euros) hasta dónde debían establecer el límite de «negro» «punk» y «rock» al contratar a los grupos. Spooner asegura que Morgan quería incorporar actuaciones más famosas, en las que participasen miembros negros aunque no fuesen necesariamente los líderes del grupo, y también renovar la página web del Afropunk para darle menos énfasis a la película. Cabe mencionar que hoy en día el programa del Afropunk sigue siendo casi completamente negro y que los populares foros de la web tienen menos importancia.

La gota que colmó el vaso, al menos para Spooner, fue la actuación de un grupo afropunk que tocó una canción homófoba (Boom Bye Bye) en el festival del 2008. Furioso e indignado, Spooner subió al escenario e interrupió al grupo, señalando al gran grupo de la comunidad LGBT+ que había en el festival. Morgan estaba rabioso y Spooner estaba en la calle. «Quería que todo fuese humilde y auténtico», explicó Spooner. «Pero estaban pasando todas esas cosas y definitivamente nosotros íbamos en direcciones opuestas».

Él es el primero en admitir que dejó Afropunk en malos términos y que si hubiésemos hablado durante los últimos años, habría «soltado un montón de mierda». Parte de ello, dice Spooner, es porque todavía se sigue viendo envuelto con el Afropunk, ya sea a través de mensajes de Facebook en los que le culpan de la dirección que está tomando el festival (la entrada ya no es gratis), por solicitudes de entrevistas o por ensayos conmovedores sobre la perdurable influencia del Afropunk.

«Leí un artículo la semana pasada en Pitchfork. Al acabarlo me di cuenta de que el festival no es una gilipollez, sigue siendo importante», comentó Spooner, refiriéndose al ensayo de Hanif Abdurraqib. «Vayan para ver a Lenny Kravitz, para ver a uno de los teloneros o para pasar el rato con gente negra que no se ríe de ellos, esa es la razón por la que lo hice. Es la razón por la que creé la película».

Shaunna Randolph, que solo se ha perdido un Afropunk desde que empezó todo, cree que el Afropunk y su fiel comunidad están ocupando el lugar de Spooner, asegurándose de forma activa de que el festival siga siendo un santuario para los jóvenes alternativos negros, como se supone que debe ser. «Entiendo que James [Spooner] esté destrozado. El movimiento punk se basa en el DIY, en la comunidad y en el movimiento antisistema», dijo Randolph, señalando que, por segunda vez en la historia, el Afropunk no ha sido gratis este año. «Pero también debo añadir que los miembros de Afropunk son más inteligentes que eso. El movimiento es el movimiento».

En su undécima edición, el festival ha alcanzado su máximo rendimiento: se está extendiendo hacia Atlanta y París y en él participan algunos de los nombres más importantes de la música alternativa negra, como Lenny Kravitz, Ms. Lauren Hill, SZA y Grace Jones. Puede que haya gente que diga que el Afropunk se está alejando de los valores del punk rock y de la cultura alternativa, pero, como señaló Abdurraqib, depende de la definición de «punk rock» que se tenga. «Para mí, todo lo que se sale de las expectativas normales es punk rock», nos dijo. «Vivir y encontrar la felicidad como una persona de color, como un miembro de la comunidad creativa o como un miembro de cualquier grupo marginado en América es un acto de resistencia, es un acto de resistencia radical. Hay pocas cosas que sean más punk rock que eso».

Nikita Richardson (New York Racked)

[Traducción, Nerea Freire Álvarez]

[Fundación Sur]

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